Miren Sáenz
B/SS, Más que una carrera

Una centenaria en plena forma

La Behobia-San Sebastián ha superado su primer siglo con una salud envidiable. Como su recorrido rompepiernas, ha subido y bajado cuestas y crecido lo impensable, pero mantiene intacta la filosofía de priorizar al corredor popular. Multitudinaria e inclusiva es, además de una carrera, todo un acontecimiento social. Ahora que ha cumplido 100 años, en vísperas de la 55ª edición, la joya del Fortuna brilla más que nunca.

El 30 de marzo de 1919, a las 10.15, frente a la Isla de los Faisanes, 22 corredores tomaron la salida en la primera Behobia-San Sebastián acompañados cada uno de ellos de un ciclista que hacía las veces de auxiliar para proporcionarles apoyo, masaje o vendajes en el caso de que flojearan durante esos novedosos 20 kilómetros, que comenzaban en un barrio de Irun y terminaban en la capital guipuzcoana. El invento del Club Deportivo Fortuna demostró su carácter innovador desde su nacimiento en una época en la que las distancias de las pruebas pedestres rondaban los 5 y 10 kilómetros. Su estreno resultó un éxito y así lo atestiguan las crónicas y las imágenes de los alrededores del Hotel Maria Cristina repletas de público para presenciar el desenlace.

Lo cuenta Antxon Iturriza en el libro “C.D. Fortuna (1911-2011). Un siglo de deporte popular”, donde recopila la historia del club donostiarra y en el que no podía faltar «el grano de arena que se convirtió en montaña». Y es que un siglo después, durante el que se han disputado un total de 54 Behobias –desde 1919 hasta 1963 solo hubo 14 ediciones, seis de las cuales fueron en formato de relevos por clubes, mientras desde 1979 se ha celebrado de forma ininterrumpida–, el próximo domingo 33.334 corredores formarán el pelotón de la número 55 acercándose a su mejor cifra histórica, esos 33.900 que se apuntaron en 2015. «Ha habido épocas en las que, como ahora, despertaba muchísima expectación. Era un acontecimiento cuando entonces no había tantos acontecimientos. Hoy en día hay muchas cosas: fútbol, deportes varios, concursos de quesos… y se dispersan. Entonces había pocas cosas y pocas posibilidades de desplazamiento. Así que en sus inicios se convertía en el espectáculo del día y por eso tenía bastante reflejo en la prensa. Cuando la prueba languideció y desapareció no tuvo esa relevancia. La Behobia se ha hecho hueco a base de imponer su propio éxito», comenta Iturriza.

Acostumbrada a lidiar con los inconvenientes, nunca fue una prueba conformista y, en su momento, sus organizadores llegaron a tener sus más y sus menos con el Ayuntamiento donostiarra, Tráfico o la Federación Española de Atletismo. De esos enfrentamientos salió reforzada: regresó a la meta del Boulevard –donde el próximo viernes, aprovechando la efeméride, se va marcar definitivamente la línea de llegada con pintura y una especie de atril en un sitio icónico para los participantes que allí levantan los brazos exhaustos y emocionados–, consiguió que los coches desaparecieran del circuito y se negó a recaudar para la RFEA cuando instauraron un canon obligatorio. Sobrevivió a crisis internas en el seno del Fortuna y ha capeado temporales meteorológicos adversos de toda índole, desde alertas naranjas por fuertes lluvias con vientos arrasadores capaces de llevarse todo el mobiliario de meta por delante a ediciones de altas temperaturas, las más temidas por los organizadores, en las que el bochorno hace estragos y las asistencias médicas aumentan.

Tampoco se ha arrugado ante las coincidencias. La última, la celebración de las elecciones al Parlamento español que, tras decidir repetir comicios, eligieron el 10N. La organización ha cancelado la Behobia Gaztea, dirigida a corredores de entre 14 y 18 años, y cita previa del “carrerón” porque ese nuevo recorrido más urbano que estrenaban el domingo obstaculizaba el paso a un par de colegios electorales. Para que los corredores no interfieran en el paso de los votantes a las urnas en los cuatro colegios electorales, dos en Donostia y dos en Irun, que se cruzan en su camino, van a poner en marcha un sistema de bypass que ya han ensayado.

Enrique Cifuentes, presidente del Fortuna, asegura que «vamos a demostrar que la Behobia es compatible con el derecho al voto. Hemos estudiado cómo lo han hecho en Boston y en Berlín. Lo hemos preparado a fondo y ya tenemos experiencia, porque hace años desviábamos a los corredores que llegaban a la meta del Boulevard. Eso sí, esto ha obligado a incrementar el número de voluntarios».

Desde el primer momento, por razones obvias y de trastorno mayor, se descartó cualquier cambio de fecha. «Actualmente es una carrera muy grande que mueve a muchísimas personas que llevan preparándola meses y reservan alojamiento o viaje con antelación. Eso también hay que respetarlo», opina Cifuentes. La consulta catalana del 9N coincidió con la edición de 2014 y, aunque algunos de los numerosos corredores venidos de Catalunya llegaron a preguntar por la posibilidad de cambiar la fecha de la prueba, finalmente, corrieron y votaron.

Aparentemente superada la crisis pre-electoral, la reciente aparición precisamente en la zona de Irun del mosquito tigre, incluido en la lista de las 100 especies exóticas más dañinas como transmisor del dengue, el zika y la chikungunya, no ha encendido las alarmas en el polideportivo Pío Baroja, centro de operaciones de los responsables. Aún así, para cualquier comunicación con los treinta y tantos mil, ahora basta un simple clic; algo impensable hasta la aparición de las nuevas tecnologías que propiciaron el crecimiento masivo de la carrera. El cambio de siglo trajo los chips y los soportes electrónicos permitieron dar el gran salto, aunque hubo que esperar a la tercera tentativa, tras dos fallidas con un chip francés y otro catalán que depararon registros erróneos. Apostaron entonces por el caro pero eficaz Championchip y al fin consiguieron las marcas reales. De esta manera, se pudo ordenar esa salida que ocupa 700 metros de largo con un dispositivo casi sin vallas. Los embudos de los viejos tiempos eran antológicos: «Era muy compleja, con esas vallas altas para que no se colara nadie. Un caos. Te podía pasar una manada de búfalos por encima y ocurrir cualquier desgracia. Además, el tiempo era único para todos, con lo cual los de atrás empujaban a tope por eso de la marca. La salida ahora es una estructura digna de verse. Si nos dejaran usar drones, que no nos dejan, sería bonito ver desde el aire cómo van avanzando los grupos detrás de la pancarta», sugiere Cifuentes.

¿Hacia dónde va la carrera? El presidente del Fortuna considera que estabilizarse en los 30.000 sería una buena cifra, «pero no nos preocupa seguir subiendo números. En la estructura de la carrera siempre hay algo que mejorar, aunque no se note sobre el asfalto pero no nos podemos marcar grandísimas metas porque la ciudad es lo que es, no somos Nueva York. Estaría bien hacer una carrera atractiva y que colaboren las administraciones públicas y los distintos sectores de la ciudad como hostelería, comercio... no solamente el Fortuna. Tenemos muy buena base pero cada año hay que hacer un buen trabajo con ella».

Con esa base, Cifuentes se refiere al recorrido, al público y a la organización, el trípode del que depende el éxito: «Porque los participantes son la consecuencia de que esas tres cosas estén al debido nivel. Una travesía en línea es más bonita que una circular, y llega a un sitio privilegiado, el Boulevard con La Concha y la Parte Vieja al lado. Respecto al público animando, es lo que hace que la Behobia sea realmente especial. En la organización procuramos cuidar los detalles pensando siempre en los 30.000, nos encanta que vengan atletas de primera fila pero la salsa del meollo está en el popular, que es al que hay que cuidar».

Detrás de esa organización hay un equipo de media docena de personas, con tres de ellas trabajando full time para la Behobia. El fin de semana de la carrera los responsables de áreas como avituallamiento, distribución, salida, llegada... superan la treintena y junto a 2.000 voluntarios aseguran el funcionamiento de una costosa infraestructura en la que se incluye desde un potente dispositivo de sanidad, al transporte, la música, las camisetas y todo lo demás. Su productor, Fernando Ibarreta, concreta cifras: «Producir la Behobia cuesta cerca de 1.200.000 euros. Hace 20 años, eran unos 150.000 euros, pero se ha multiplicado casi por diez. Llevamos 4 años con las inscripciones a un precio de 40 a 45 euros; la gente está acostumbrada a pagar menos en otras pruebas pero esta tiene la estructura de un maratón y los maratones son más caros. Además, las ganancias se invierten íntegramente en deporte», asegura.

Las mujeres, en cabeza. Si en algo coincide el equipo directivo es que el futuro de la carrera pasa por las mujeres. «Ellas la van a impulsar, porque estamos en un 26% y ese porcentaje está muy por debajo del potencial que tiene el deporte femenino», comenta Cifuentes. Para eso el Fortuna tiene un plan, el proyecto 50/50/25 iniciado el pasado año mediante el que pretende reforzar la participación de las mujeres en aras de alcanzar la paridad para 2025. Como de lo que se trata es de darles visibilidad, el domingo un grupo de unas treinta corredoras que acrediten marcas por debajo de 1 hora 25 minutos se pondrá en marcha cinco minutos antes que el primer grupo del resto y de esta manera encabezarán la prueba hasta que los hombres las alcancen.

Entre ellas estará la tricampeona Aroa Merino y Maud Hodson, que sucede a Katrin Switzer –primera mujer que corrió un maratón con dorsal (261)– y que en 2018 vino a apoyar esta iniciativa. Hodson –una atleta tardía dedicada a la publicación de música clásica que en su tiempo libre ofrece actuaciones de violoncelo, violín y trombón– es también una activista contra la desigualdad y los mensajes tóxicos en el atletismo. El próximo lunes dará una charla en la Universidad de Deustu, pero antes correrá la Behobia.

De los 33.334 inscritos, 24.686 son hombres y 8.648 son mujeres. En 2019, se han apuntado 1.400 mujeres más que en 2018, un número que parece diluirse ante las abultadas cifras masculinas. Pero no es nada despreciable porque, aunque despacio, sigue en alza y nunca se habían apuntado tantas. Alazne Mujika, vicedecana del campus de la Universidad de Deustu en Donostia, y Arantza Rojo, responsable de comunicación del Fortuna, han realizado un estudio entre las guipuzcoanas que han corrido la Behobia en los últimos cinco años, a las que les facilitaron un cuestionario y sus respuestas les han permitido elaborar un perfil.

Destacan que más de la mitad de las mujeres que respondieron a la encuesta tienen entre 30 y 50 años, son madres, trabajan y cuentan con estudios universitarios. Su percepción de salud es muy buena o excelente, mejor incluso que las de las más jóvenes; su actitud hacia la práctica deportiva es favorable y les parece, además de una herramienta de socialización, una manera de mejorar su salud física y psicológica.

En el podio. Entre tanto corredor anónimo, aunque el nombre de los participantes va impreso en el dorsal, destacan los que figuran en el palmarés, atletas, casi siempre, con cierta notoriedad. El primer ganador fue Juan Muguerza, que a sus 19 años ya había empezado a cosechar títulos y récords estatales en 1.500 y 5.000. Las apuestas, que las hubo, se decantaban por Modesto Macazaga, representante del club organizador que concluyó en segunda posición superado por el legendario elgoibartarra que un año después sería olímpico en los Juegos de Amberes. La Guerra del Rif zanjó su carrera deportiva en 1921 y la Guerra Civil española, su vida, puesto que murió víctima de un bombardeo en Mungia el 5 de mayo de 1937.

Maria Luisa Irizar, con siete victorias, es la persona más laureada. Tenía solo 16 años cuando en 1980 logró su primer triunfo; el último llegaría en 1995 cuando la andoaindarra estaba terminando su etapa maratoniana. Convertida en una de las mejores fondistas vascas de siempre, ni siquiera en los años que acudía a Mundiales y Europeos descuidó las labores del caserío a las que sigue dedicándose. Le suceden en el ranking dos castellanos con cinco victorias cada uno: el toledano Alfonso Álvarez Valera, que dominó en los 80, y el madrileño Alberto Juzdado, que le tomó el relevo en los 90 y 2000. Los duelos entre Juzdado y Diego García marcaron época y cronos en las contadas ocasiones que bajaron de la hora. El azkoitiarra, con su triunfo en 1992, abrió las puertas a las victorias de los maratonianos en categoría masculina, hasta entonces dominada por crossistas.

Pese a carecer de un circuito homologado, esta peculiar prueba de 20 kilómetros tiene hasta cuatro plusmarquistas: Juzdado (59.19, desde 1996) y la donostiarra Trihas Gebre (1.08:17), en 2011 cuando solo era etíope, han sido los más veloces en el circuito que atravesaba el Puerto de Pasaia. Tras recuperar el trayecto original, el recorrido ganó en ambiente pero las marcas se resintieron ligeramente aunque seguirán mejorando: Carles Castillejo (1.00:19, desde 2016) y Aroa Merino en 2018 (1.09:41) tienen ese mérito.

Algunos de esos nombres propios o sus familiares están entre esa docena de personas que van a ser distinguidas por el Fortuna por su contribución a la carrera. Entre ellos figura el fallecido Pancho Gómez, empeñado en recuperar la Behobia cuando casi nadie creía en ella, o su patrocinador más antiguo, Aguas Insalus, que ha permanecido fiel desde 1979 pese a que llevan décadas utilizando agua de la red servida en vaso, aunque en el último avituallamiento se dé botellín, 35.000 mil concretamente, casi un tráiler.

Botellín en mano, ese torrente humano y multicolor en movimiento afronta el último tramo con cada vez menos disfraces y muchas más banderas –de país, reivindicativas o futboleras–. El escritor y behobiero habitual Alber Vázquez, autor del ensayo “La meta está en Itaca” en el que cuenta sus impresiones de una prueba que conoce bien, ha llegado a decir que para definir la sensación del corredor en este último kilómetro habría que inventar un nombre nuevo porque, aunque se parece a las tres emociones al mismo tiempo –dolor, felicidad y euforia–, «no son ni lo uno ni lo otro». Seguramente, lo han comprobado miles de korrikalaris en cien años de correr por placer.