XANDRA ROMERO
SALUD

Consecuencias nutricionales del covid-19

El otro día me topé con un artículo que se basaba en varios informes de las Universidades de Harvard y Nueva York y que mostraba cómo había cambiado realmente la jornada laboral, durante y posteriormente a la pandemia. Contrariamente a lo que los grandes empresarios pensarán, lo cierto es que este informe revela que, a consecuencia de esta situación, trabajamos casi una hora más, además de enviar más emails, etc.

Desde luego, este espacio no está destinado a hablar del ámbito laboral, pero me ha hecho reflexionar sobre las consecuencias de la pandemia que se están empezando a observar en las consultas de nutrición. En primer lugar y en relación al ámbito laboral, la pandemia y el confinamiento han presionado la llegada a la fuerza del teletrabajo y, a falta de que se regule debidamente, esto ha supuesto notables cambios en los hábitos nutricionales de gran parte de la población.

Si bien muchos trabajadores ya comían parte de sus colaciones del día frente al ordenador, lo cierto es que ahora hay muchos trabajadores en esta situación que ven con dificultad el establecimiento de unos horarios para las comidas o que, aunque estén, en ocasiones, cuesta respetar.

Este desajuste de horarios de las ingestas se debe en parte al cambio radical de lugar de trabajo, a no tener en muchas ocasiones un espacio diferenciado en casa para las ocupaciones laborales, etc. Sin embargo, lo realmente preocupante es lo que comentábamos anteriormente: comer frente a la pantalla implica, por un lado, no comer concentrado, no disfrutar de esa comida, hacerlo como un trámite más y, con mucha probabilidad, comerlo rápido, sin apenas masticar y tragando más aire. En este sentido, la digestión y absorción de nutrientes se verá afectada pero, además, al no estar pendientes de la ingesta, el organismo no registra de forma adecuada lo que se consume, pueden no leerse adecuadamente las señales de hambre y saciedad y afectar finalmente al peso corporal en uno u otro sentido.

Precisamente, es sobre el peso corporal y el estado nutricional sobre el que se ha observado otra consecuencia importante tras el confinamiento, y es que, a pesar de que nos hemos hartado de leer y oír durante esos meses que teníamos que ser muy cuidadosos para evitar engordar, algo que, según todos los “expertos” que salían en los medios de comunicación era lo peor que nos podía pasar y además, parecía casi imposible de evitar, lo cierto es que lo que ha ocurrido en muchas personas parece haber sido justamente lo contrario.

Ante tal temor, muchas personas han intentado “controlar” tanto la ingesta de alimentos en general, la ingesta de alimentos ultraprocesados y se han dado al ejercicio físico como si de una religión se tratase, que, sin aparente problemática previa, han acabado justamente en el otro extremo, el de la desnutrición y la delgadez extrema, anemias y otros déficits nutricionales.

Parece que muchos jóvenes y adolescentes, edades donde este hecho al parecer es más palpable, han intentado a través de la búsqueda de lo “saludable”, gestionar las emociones negativas como el miedo, la incertidumbre, la tristeza que este confinamiento nos ha dejado.

Sea como fuere, que este espacio y estas consecuencias sirvan para recordarnos que comer es una necesidad pero no ha de ser un trámite; debemos poder elegir en base a nuestras apetencias y necesidades específicas de cada momento y, para ello, hay que escucharse y sentir porque, si no lo hacemos así, acabaremos comiendo como máquinas o acabaremos tan desconectados de nuestro cuerpo que no nos daremos cuenta que nuestro estado nutricional se nos ha ido de las manos.

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