La vendimia, recoger el fruto del trabajo constante en la viña
De una punta a otra de Euskal Herria se ha desarrollado la vendimia, con la que se ha recogido el fruto del trabajo constante en la viña. La cosecha obtenida ha sido menor que la de los últimos años, aunque de una calidad excepcional, en un sector que afronta un momento complicado por la combinación del descenso de la demanda y el aumento de la oferta.

Desde mediados de septiembre y hasta finales de octubre, el sonido de las tijeras y el continuo trajinar de cubos llenos de uva han sido una constante en los viñedos de Euskal Herria. Es el momento de la vendimia, de recoger el fruto del trabajo permanente en la viña. Este año se ha retrasado respecto a las vendimias más próximas y las previsiones se han cumplido con una cosecha menor que en los últimos años, aunque de una calidad excepcional.
En algunos puntos arrancó a mediados del mes de septiembre, como en el caso de Biurko Gorri, en Bargota, donde se puso en marcha el día 9 con la variedad Sauvignon y el día 13 con el vino tinto después de comprobar que «venían lluvias, que había una zona más temprana y después de hacer un chequeo», explica su gerente, Ramón Llorens.
En el caso de Bodega Luis Cañas, ubicada en Eskuernaga, la vendimia comenzó el pasado 16 de septiembre, con «un retraso respecto a los dos últimos años, pero hay que decir que esos fueron especialmente tempranos», señala Rubén Jiménez, su director de Viticultura.
En otros lugares, como en la Bodega Itsasmendi de Gernika, el momento llegó más tarde, ya que, como indica su director técnico, Garikoitz Rios, «este es uno de los años en los que la paciencia es lo más importante, porque la naturaleza no nos quiere ayudar en la gestión y la planificación. Está siendo un año tortuoso en la climatología, dificultando algunos días la maduración y el acceso a los viñedos. Vamos en la línea de lo que eran aquí antiguamente las vendimias».
Lo mismo sucede en Bodega K5, en Aia, donde su gerente, Amaia Arguiñano, indica que «este año ha tenido que ser hacia la segunda semana de octubre», aunque siempre dependiendo «del tiempo. Además, controlamos el grado y cómo está en general la maduración de la pepita y, con esa información, decidimos cuándo vendimiar».
Desde la cooperativa Irulegiko Sotoa, el viticultor de Baigorri Betti Haristoy indica que la vendimia comenzó el 2 de octubre para prolongarse una semana y que es «la cooperativa la que realiza la programación dependiendo de la calidad de la uva».
El momento del día en el que se desarrolla la vendimia ofrece ciertas variantes dependiendo de las zonas y el tipo de uva. Lo más habitual es que arranque hacia las 8 o las 9 de la mañana y se prolongue hasta las 16:00 o 17:00 horas. Pero existen casos como el de Biurko Gorri, donde «el blanco lo hacemos por la noche, porque necesitamos una temperatura muy baja en las uvas y durante el día nos podemos llegar a encontrar con 25 grados en septiembre. Así que vendimiamos por la noche, ya que las temperaturas en nuestro pueblo, en Bargota, son de 14-15 grados», detalla Llorens.
En Euskal Herria, durante esas semanas se recogen variedades de uva como Tempranillo, Garnacha y Graciano, en el caso de los tintos, aunque en Luis Cañas también han recuperado algunas como Cadrete, Morate, Garró, Benedicto «o desconocidas como Malpuesta», desgrana Jiménez. Para los blancos y txakoli, tenemos principalmente Hondarrabi Zuri, Hondarrabi Zuri Zerratie y Sauvignon Blanc, junto a uvas como Viura y Ojal. En Irulegiko Sotoa solo tienen uva negra, mayoritariamente bordelesa y también ‘axeria’ o Cavernet Franc, y un poco de Sauvignon.
EL APOYO DE LOS TEMPOREROS
Lo más habitual es que para la recogida de la uva se recurra a temporeros, que se suman a los equipos con los que ya cuentan las bodegas. En K5 suelen contratar «directamente a unas 25-30 personas», más o menos el mismo número al que recurren en Bodega Luis Cañas y que se eleva a 45 personas externas en Itsasmendi. En Baigorri participan «unas 25 personas como mucho en una vendimia de forma artesanal, sin utilizar maquinaria».
Encontrar temporeros se está empezando a complicar a causa de la falta de relevo generacional, aunque en el caso de Luis Cañas, su director de Viticultura señala que «no nos afecta directamente, porque contamos con un equipo de fijos-discontinuos que no solo nos ayudan durante la época de la vendimia, sino todo el año con las labores propias de cada estación, como poda, espergura, desniete... Es un equipo sólido y fidelizado».
En Bodega Itsasmendi también cuentan con «un grupo de gente que lleva trabajando para nosotros varios años y hasta el momento no hemos tenido dificultad para encontrar personas».
En Biurko Gorri, «antes teníamos cuadrillas, primero familiar y luego se fue haciendo con migrantes, pero hace unos años cogimos una máquina de cosecha pequeña, que va con tractores, porque solo tenemos nuestras hectáreas», explica Llorens. Este método exige hacer «una selección previa y la cosechadora ya va sobre vendimia seleccionada, directa».
MENOS KILOS...
Con temporeros o de manera mecanizada, se ha realizado una vendimia que ha recogido una cosecha inferior respecto a los años anteriores. En K5, Arguiñano apunta como motivo de ese descenso a que «la floración fue bastante larga, no hubo muchos días de sol. Se produjo lo que se llama corrimiento, que consiste en que la flor no se fecunda bien y se cae, perdiendo un poco de cosecha. En nuestro caso es lo que ha influido en esa bajada».
Jiménez, desde Luis Cañas, habla de una «producción muy corta. Como dice el dicho popular, “cuando hay poco, hay menos” y va a haber menos cantidad de lo esperado. La cosecha ya venía corta, con un menor número de racimos y un menor número de granos por racimo. Estas últimas semanas, las uvas han ganado en concentración y han perdido un poco de peso por las condiciones climatológicas».
Haristoy avanza unas previsiones de «un año intermedio, porque el tiempo no está ayudando mucho. El año pasado fue muy especial y tremendamente difícil por las enfermedades que tuvimos. En general, en la cooperativa Irulegiko Sotoa vendimiamos solo el 50%. Este año será más, puede que un 80%. Esperamos que sea un año casi normal».
En Itsasmendi, Rios señala que «el total de kilos depende del tiempo. Sí que hay algunas pérdidas, pero cuando nos jugamos la cosecha es si llueve mucho y la uva se pudre, porque hay unas mermas muy grandes. Pero si el tiempo levanta y aguantamos la producción que tenemos, nos va mejor. De todos modos, podríamos estar hablando de en torno a un 15 o un 20% de reducción».
A esas cifras apunta también Llorens desde Biurko Gorri, quien achaca ese descenso a que «los campos y los frutos no son de un año, son ciclos. Y en este caso, en la viña lo que ha pasado es que ha sufrido las consecuencias de sequías y producciones anteriores, y aunque el tiempo ha ido bien, la rotación ha sido más pequeña».
...PERO BUENA CALIDAD
En relación a la calidad de la uva recogida, señala que «la cosecha va a ser buena. En nuestro caso, es de las mejores que he visto en bastantes años. Hemos controlado y vendimiado justo en momentos anteriores o posteriores a la lluvia, con lo que vamos a mantener la calidad».
Algo parecido han hecho en la bodega Luis Cañas, donde «afortunadamente nos hemos adelantado en la recolección. La cosecha se anunciaba sobresaliente, aunque por las lluvias se ha visto un poco comprometida. Con lo que todavía queda, hay que estar muy pendientes de lo que pueda pasar: pequeños ataques de mildiu, vendimiar únicamente la uva madura y sana, y controlar la entrada de uva a bodega con las mesas de doble selección (racimo y grano)... Con dedicación y mucho trabajo se augura un vino excelente este año».
Arguiñano apunta a una calidad «muy buena. La uva está muy sana ahora», después de «trabajar mucho en el campo, algo que se va haciendo durante todo el año. Son los trabajos para que la uva llegue sana, como que haya aireación, que las humedades del verano no le afecten mucho, eso siempre se hace».
Una cosecha «buena» es lo que espera el viticultor de Baigorri, quien añade que «la uva está sana, aunque le falta sol. Normalmente septiembre suele ser un mes estupendo, soleado y con viento sur. Pero este año siempre estaba lloviendo y la uva ha crecido lentamente. Está sana, pero queríamos buen tiempo para mejorar. Las primeras uvas son para el vino rosado y las que se utilizarán para el tinto necesitan más tiempo de maduración».
Por su parte, el director técnico de Itsasmendi prefiere «no decir que todas las añadas son excepcionales, muy buenas» y considera que «la calidad es algo subjetivo, porque ¿qué es mejor, un año que tiene más grado alcohólico y menos acidez o un año que se remarca más la acidez?».
Rios añade que «estamos ante un año muy atlántico y esa es nuestra identidad, años frescos donde la acidez es la protagonista. Se trata de un perfil que es muy nuestro y además muy diferencial con respecto a otras zonas».
AFRONTAR UNA PROFUNDA CRISIS
Identidad y diferenciarse pueden ser las fórmulas para hacer frente a los difíciles momentos por los que atraviesa el sector, con una bajada de consumo, mientras, al mismo tiempo, aumenta la oferta.
Al respecto, la gerente de la Bodega K5 señala que «el consumo está bajando, en general, desde hace varios años, sobre todo del tinto, los blancos no tanto». Una situación que se debe a que «las costumbres han cambiado y ahora no se bebe tanto en casa», y a que otros productos ganan terreno, como ocurre con la cerveza.
Como receta para combatir esa crisis, Arguiñano apuesta por «intentar diversificar un poco los mercados, por ejemplo en exportación, ya que hay nuevos países interesados en el txakoli. Este año hemos conseguido entrar en Estonia, Corea del Sur, nuevos países en los que nunca habíamos vendido».
Sobre la cuestión de los malos tiempos que corren para el sector, Rios, de Itsasmendi, muestra su preocupación «por la demonización sin diferenciación que está sufriendo el mundo del alcohol en un contexto global. Considerar al vino por el único hecho de ser alcohol me parece una equivocación o una forma precipitada de abordarlo».
En este sentido, recuerda que «el vino es una profesión ancestral, que reúne aspectos como la cultura, la historia, la tradición, el respeto al paisaje, la naturaleza... Hay que educar a la gente joven, enseñarle, que su consumo sea racional, pero que sepa el origen de las cosas, de dónde vienen».
Añade que «somos conscientes de que somos una zona pequeña, una bodega cuyo volumen de elaboración es pequeño y donde somos un vino de nichos de mercado que hay que buscar, que hay que trabajarlos. Hay que atraer gente para que conozca nuestra cultura, nuestra identidad y creo que el futuro es apetecible».
Por su parte, el gerente de Biurko Gorri asegura que «en 35 años que conozco de bodega, nunca he visto una crisis así, que los vinos no se puedan vender, que no haya precios, que las uvas estén tan baratas. Ya llevamos cinco o seis cosechas así y es demasiado».
Apunta a varios factores como origen de esta complicada situación. Por un lado, «una bajada de consumo clara a nivel mundial, porque la gente no está siguiendo la cultura del vino de las generaciones mayores, que van desapareciendo y no hay una renovación».
Además, asegura que «se ha hecho muy mala política con las planificaciones, dejando plantar en mil sitios, a lo loco y sin ningún tipo de control, de tal manera que se ha fracturado el mercado. El consumo tendría que haber crecido para absorber ese aumento tan grande y en realidad ha bajado, así que hay un claro desequilibrio».
Pero considera que «el principal problema es que las bodegas prácticamente controlan los precios y pagan por debajo del coste. Esto no está justificado por la bajada de consumo. En parte, sí, pero no a esos niveles. Esto es liberalismo. Como la oferta es más grande por la bajada de consumo y la cantidad de producción, las bodegas están controlando el tema como quieren».
Una bodega familiar como la suya «también sufre, porque la competencia en precios es muy grande y tienes que vender más barato el producto final, porque todo el mundo está bajando los precios. Pero tenemos la ventaja de que controlamos la producción, el producto, todos los procesos y se aguanta bastante mejor que una bodega que tenga muchas cargas sociales y mucha financiación».
El caso de Irulegiko Sotoa es diferente, porque no tiene suficiente uva para responder a la demanda. «Los últimos dos años han sido malos en cuanto a la cantidad. Tenemos poco stock y no está creciendo. Nuestro principal problema es que no tenemos un buen año para recoger una buena cantidad de uva. Esperamos que este sea un año normal, después de las enfermedades de 2023 y las heladas del año 2022», indica Haristoy desde Baigorri.
Son las diferentes casuísticas que existen dentro de un sector que vive del trabajo de la tierra mirando constantemente al cielo, mientras busca adaptarse a los nuevos tiempos manteniendo tradiciones ancestrales como la de la vendimia.

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