Ugarte, Amaia

«Me balearon hasta en el suelo, estoy vivo de casualidad»

Un día yo estaba en el bar La Vía, que quedaba en la esquina de Luis Alberto de Herrera y Monte Caseros, hablando con algunos compañeros legales para preparar lo de las libras de Mailhos [un asalto cuantioso planificado por los tupamaros]. Yo tenía la información y me ocupaba de manejar el contacto que debía pasar un compañero ya fallecido, de apellido Filippone, o algo así, que era funcionario de Mailhos en esa casa aparentemente común y corriente donde estaban las libras.

Y bueno, estando en ese boliche preparando el operativo, de pronto entró una patrulla de la [Policía] Republicana. Después, supimos que alguien había llamado por teléfono, quizás nuestros movimientos no le gustaron a alguno y fue por eso que llamó. Hubo un tiroteo y caí herido. De ahí me llevaron al Hospital Militar. Tiempo después, la organización supo quién había llamado y fue ajusticiado en la calle. Yo la pasé muy jodido, estuve tres meses en el hospital. Tengo seis balazos, me balearon hasta en el suelo, estoy vivo de casualidad. De repente, si me salvé fue porque el Hospital Militar quedaba cerca del bar. Perdí un montón de sangre. Algunos de los balazos me atravesaron el bazo, de modo que me operaron y me lo sacaron. Hubo gente que vio cómo me baleaban mientras yo estaba tirado en el suelo.

Y bueno, al final fui a dar a Punta Carretas. Había quedado con una eventración muy grande, pero no quisieron operarme por segunda vez para darme tiempo de que me recuperara de todo lo que había pasado. Tuve problemas con la sangre, se me cayó el pelo, al poco tiempo me llevaron de nuevo al Hospital Militar; en fin, la recuperación resultó muy complicada.

En la cárcel de Punta Carretas estuve varios meses, hasta que después se dio la fuga. La primera, la que nosotros llamamos «el abuso». De modo que me fui. Como yo seguía con esa eventración muy grande, los compañeros pensaron operarme clandestinamente afuera, en un hospital de campaña, así que me llevaron a un local en Malvín, algo así como un depósito, para que me repusiera antes de la nueva operación. Y fue en ese mismo local que me agarraron por segunda vez, antes de que me operaran.

Volví a Punta Carretas y ahí planificamos la segunda fuga, la que se hizo por el hospital de la cárcel, y otra vez me fui. En total éramos alrededor de treinta, nos fuimos como la primera vez por un túnel, pero esta vez el túnel se hizo de afuera hacia adentro. Después caería definitivamente en los preámbulos de la dictadura. Me agarraron las Fuerzas Conjuntas en Instrucciones y San Martín, yo estaba haciendo un contacto. Fui a jeder al Batallón Florida. Consabida tortura, etc. Antes, cuando había caído preso por primera vez y había pasado como un chorro (ladrón) común, me habían torturado a muerte, pero esta vez me deshicieron. En el Batallón Florida estuve un tiempo, después me llevaron a algún otro cuartel, también estuve un tiempito en La Paloma, después en Punta Rieles, y al final en el Penal de Libertad. Hasta que un día me sacaron de ahí y empezó la otra historia».