Mosquitera
Nos imparten clases de climatología y biología aplicada en cada informativo. De baja intensidad, como para despertar vocaciones tardías de meteorólogos o entomólogos. Descifrar porque en un mismo plano y dos frases subordinadas sabemos de las nevadas neoyorquinas y de la ola de calor porteña es llegar a conclusiones que quizás estén escritas en los pergaminos encerrados en las tumbas faraónicas que se van descubriendo a estas alturas de la arqueología posmoderna. Las temperaturas más altas de la historia y las más bajas, a la vez, en cada hemisferio. La estadística nos dice que el año pasado, 2015, fue el más caluroso desde que se tiene noción de sus mediciones fiables.
Si hay más calor, hay más mosquitos. Y cuando parece que se ha controlado el Ébola, van y nos aseguran que el dengue está atacando de una manera muy agresiva y masiva y nos nombran a otro mosquito, el zika, que es el titular de un virus que provoca microcefalias fetales. Como estoy en estudios previos no sé si es un mosquito diferente, si es el mismo que transmite el dengue o de su propia familia, pero con otros formularios y aunque se nos dice que se reproduce con mayores posibilidades de éxito en lugares tropicales, se nos ilustran las informaciones con imágenes de casos cercanos a nuestro lugar de destino en lo farmacéutico.
Es decir, todos con mosquitera por la calle, con repelentes hasta en el teléfono portátil, convirtiendo el vuelo de un mosquito en un anuncio del apocalipsis. Todos cantan con diferentes ritmos el no me molestes mosquito que se puede traducir en una metáfora de la situación política española, en donde todos los novatos que ocupan el escalafón institucional están revoloteando sobre un cuerpo inerte que no se sabe si es ya un cadáver o simplemente está dormitando después de unas cuantas cañas.

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