Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
BORJA ESTANKONA
VOZ Y GUITARRA DE ESTANKONA

«El rock puede parecer un campo banal, pero solo en él me veo buscando algo»

Borja Estankona es un músico inquieto, sensible y reflexivo. Posee pensamiento, discurso y cultura, por lo que es placentero entrevistarle, tanto como escuchar sus discos, siempre diferentes a la tendencia, cuidados y sinceros. «Ardatza» es ozono para una escena musical contaminada.

Vive y trabaja en Bilbo, pero nació en Artea, valle de Arratia, que visita cada semana para estar con sus aitas y no perder contacto con el barrio en el que creció y su entorno. «Ardatza» suena más centrado que “Fruitua”, pero sin cerrarse. Y muestra a un músico que sublima lo que toca, canta y escribe. Puede ser un outsider o un forajido romántico, como también un música cálido, próximo y con las emociones en cada sílaba o púa. «Ardatza» es descriptivo, universal y hermoso. El disco de un guitarrista bien formado en las disciplinas del conocimiento.

«Ardatza» es su tercer disco en solitario, surgido tres años después de «Fruitua». ¿Cómo ha vivido este tiempo?, ¿qué preguntas sin respuestas?, ¿qué respuestas ha hallado?

Cuando empecé en solitario quería aprender a componer canciones sencillas, que pudieran ser tarareadas por la calle y reconocibles. Canciones acompañantes, que es como entiendo yo el pop. Puse mucho empeño en resolver el lado formal de cada canción. Más que dar con una fórmula y repetirla, buscaba desarrollar una capacidad intuitiva para componer música popular. Ese objetivo lo di por cumplido con “Fruitua”. El peligro de hacer música con esta filosofía es que las canciones pueden pertenecer demasiado al ámbito de la artesanía y poco al del arte. No me interesa que pertenezcan demasiado al ámbito del arte, pero lo contrario tampoco. En “Ardatza” esto cambia. Todo lo que le desborda a la forma es lo que hace que algo sea intenso y esté cargado de vida. En ese aspecto mis nuevas canciones están más conectadas con mi mundo interior y con la visión que tengo del mundo. Las fuentes de inspiración son más auténticas y las situaciones que me han llevado a componer son más emotivas. Y eso llega.

Un mundo interior influido por los viajes, emprendidos para perderse o encontrase.

No busco perderme. En estos últimos dos años he viajado en busca de lo que sé que me hace bien tanto personal como creativamente. Me he dirigido al Mediterráneo, que es muy generoso conmigo. He estado en Creta. Allí está la escuela Labyrinth, situado en un pueblo llamado Houdetsi. He formado parte en seminarios donde me he dejado contagiar por músicas de Creta, Turquía, los Balcanes, Oriente Medio… Ha sido muy enriquecedor conocer y tocar con gente de diferentes rincones. También organizan un festival y el pueblo se llena de conciertos con grandes músicos de Grecia, Afganistán, Israel, Irán, Palestina… Pero no toda mi estancia ha estado ligada a la actividad musical. El sol, el mar, la noche, la compañía, pescar, dormir debajo de un árbol… todo ha contado.

¿De ese viaje provienen el ritmo sutil y Mediterráneo de varias canciones, incluso de la sugerente, singular y extraña «Mozkortiarena»?

“Erregua”, “Kate arina”, “Bagoaz” sí son canciones que pertenecen a esos paisajes y vivencias pero “Mozkortiarena” no tanto. La melodía sí, pero no el ritmo. En su comienzo era una canción muy oscura y excesivamente larga y decidí hacer una caricatura de esa tristeza. Cambié el ritmo y lo convertí en una canción circense. “Alabama Song”, de los Doors, siempre ha sido una referencia en este aspecto. Tom Waits también me venía a la cabeza cuando le di ese carácter de tragicomedia.

Se acompaña de una excelente sección rítmica que le deja espacio para que brille con cortantes ritmos y singulares riffs de guitarra, pero ha cambiado respecto a «Fruitua». Ahora es más hiriente, más presente con la guitarra y menos sujeto a convencionalismos. ¿Qué ha ocurrido por el camino de cada traste?

Esos sonidos “hirientes” los buscaba a la hora de componer. Disonancias, ángulos agudos… Podríamos identificar como rasgos góticos si se quiere. He escuchado mucha música con ese carácter. Desde el flamenco, a la música tradicional de Creta, el King Crimson de los 90, Led Zeppelin… En Euskal Herria se hizo un disco de quitarse el sombrero hace 15 años: “Askatu korapiloa”, de Dut. También Mikel Laboa. Quizá él puede ser nuestro padrino en crear este tipo de música que no amansa a las fieras sino que las despierta. En cuanto a la sección rítmica, Koldo de Miguel ha sido decisivo en mi manera de interpretar las composiciones. Koldo y yo tocábamos en Arean hace años y tenemos mucha compenetración. Me he sentido muy libre y descuidado a la hora de expresarme. Iñaki Alonso también ha sido clave. Iñaki conoce a Koldo desde la niñez y a mí desde hace mucho. Interiorizó la idea muy pronto y ha sido decisivo para que nuestra química fuese más de banda que de cantautor.

¿Y cuánto ha mirado hacia atrás buscando y cuánto hacia delante para ser?

El rock puede parecer un campo banal, pero en mi caso es el único terreno donde me veo buscando algo. Y ahora lo que busco vuelve a ser algo mágico, como la “fuente de la juventud”. En este sentido conecto mucho con el entusiasmo que tenía hace diez años. En el disco hacemos una versión de una canción de Arean y no es casualidad. Hoy en día, en directo tocamos sobre todo las canciones del nuevo disco. Incorporamos dos temas más de Arean y contadas canciones de mis anteriores discos en solitario. Es como un retrato entresacado de toda mi trayectoria, pero la selección está al servicio de la energía que desprende mi último disco, “Ardatza”.

El disco es rico en matices sobre ritmos medios, en los que da la sensación de que se mueve cómodo, tanto cantando como arpegiando o en puro riff. También denota entrega en la creación de nuevas sonoridades, envolturas...

He buscado crear música más compleja, con melodías más entrelazadas. Quizá por ello los arpegios están más presentes en este disco. “Ostargia”, “Etena” y “Kate arina” son un ejemplo. Pero todas estas canciones tienen, antes o después, alguna canción bastante minimalista. “Atzera biderik gabeko eguna” se desarrolla en un solo acorde. “Kolpatzea autatzen dut” casi también, y la batería insiste en los mismos golpes de caja a lo largo de la canción. “Bilera” es muy básica. Un disco tiene que ser digerible. Me gusta la música elaborada y compleja, pero no llevo bien cuando un músico o grupo musical no es consciente de que se necesitan momentos de reposo y simplicidad formal en un disco o un en directo. Este es un error que no lo tolero bien.

Se podría hablar también de un cierto clima de aire post-rock, al margen de otros trazos y colores.

El post-rock siempre me ha tocado más de cerca. Me gustan Come, The Jesus Lizard. Me gusta mucho el último de Portishead también. Me encantan Blonde Redhead, de vez en cuando escucho Fugazi, Helmet… No todos los que acabo de citar son post-rock. Pero ya nos entendemos. Ummm, me gusta también Tori Amos.

Es un guitarrista muy elegante tocando. ¿Quién dejó huellas en sus dedos?

Gracias. Mis primeros y únicos profesores de guitarra me hicieron aprender canciones de Eric Clapton, por ejemplo. Podría ser peor. Me gusta Jimmy Page (Led Zeppelin), Robby Krieger (The Doors). Los guitarras de Come, Blonde Redhead, Jesus Lizard... Ahora bien, asimismo me gustan los guitarristas que no son muy instrumentistas, pero que hacen lo más grande que se puede hacer con una guitarra: canciones bellas. Me refiero a Leonard Cohen, por ejemplo.

 

«Tripas (culebra), respiración (árbol), autoestima (águila), mente (sol)»

Le percibo pletórico en «Erregua», de letra inquieta por su redención, desnudez, dolor… «Ostargia», con ese fugaz juego de voces que también le sienta, «Kolpatzea hautatzen dut», el instrumental «Aurrera», la entrada arrebatadora de «Kate arina» y el ambiente que le sigue…

Gracias. “Erregua” es en mi opinión también la canción que más redonda nos quedó en el disco. Es por ello que la elegimos para hacer el videoclip. “Kate Arina” también es unos de los singles del disco. Le tengo mucho cariño. Es una canción que compuse muy rápido, tanto guitarras como letra, y cuando la toco puedo viajar a ese día y revivir aquella tarde con mucho detalle. “Aurrera” es una canción muy importante para el disco también, porque va rápido. Inspira la fuerza de alguien que sabe lo que quiere, va a por ello y nada le detendrá. Y está feliz porque cree en sí mismo. El disco necesitaba una canción así.

El empaquetamiento está muy cuidado, digipack de doble cuerpo con una enigmática portada con símbolos.

Hace tiempo me fijé en que los gráficos que el programa Protools mostraba, puestos en vertical parecían esculturas. Tótems de nativos americanos, menhires, esculturas de Brancusi… Esta portada es una variante de estas ideas visuales sobre mi música. La culebra, el árbol, el milano y el sol son seres que en cualquier cultura tienen un valor simbólico importante. Para mí lo tienen también. Una vez que las dibujé alineadas, me di cuenta que son como cinco chacras que la música se encarga de pasarte el test. Tripas (culebra), respiración (árbol), autoestima (águila), mente (sol).

¿Qué equipo ha usado para «Ardatza»?

Se grabó con dos amplificadores: Sovtek y Fender Blackface de los 60. El Fender Backface ha sido decisivo para el sonido de la guitarra en el disco. Me lo dejó un amigo. El Sovtek es mi amplificador hoy en día. Pedales solo utilizo uno, de distorsión. Mi guitarra es una Fender Telecaster, pero me dejaron una Fender Jazzmaster y una Stratocaster.P.C.