«Quiero tratar de plantear valores antes que aleccionar»
Considerado como una de las voces más importantes de la cinematografía noruega de estos tiempos, con su tercer largometraje «El amor es más fuerte que las bombas», Joachim Trier apuesta por el inglés y un elenco internacional compuesto por Isabelle Huppert, Gabriel Byrne y Jesse Eisenberg.

Después de que formara parte de la competición por la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2015, “El amor es más fuerte que las bombas” se convirtió en el filme noruego mejor vendido de todos los tiempos. De manera que a unos 100 países llegará esta película dirigida y co-escrita por Joachim Trier (Copenhague, 1974), quien apostó por rodar en inglés y con un elenco internacional.
Proveniente de una familia con pedigrí cinematográfico, quien creciera en Noruega entre tebeos, pequeñas películas de animación en súper 8 hechas con su padre y gusto hacia el giallo italiano, Trier (que poquísimo tiene que ver con Lars von Trier) ya había llamado la atención en 2006 con “Reprise”, la historia de un aspirante a escritor; pero fue tras “Oslo, August 31th” (2011), que capta un día en la vida de un exdrogadicto, cuando su nombre empezó a figurar en esas listas esperanzadoras de nuevos talentos de la cinematografía mundial.
“Louder than Bombs” se centra en un padre (Gabriel Byrne) y sus dos hijos (Jesse Eisenberg y Devin Druid), quienes se ven confrontados con sus sentimientos y recuerdos hacia la madre fallecida (Isabelle Huppert), una famosa fotógrafa de guerra que en vida se debatió entre su trabajo y su familia.
Formado en la National Film and Television School de Londres, con su tercera película, Joachim Trier se había trazado un complicado plan de ruta: se desentendió de la cola del cometa que le prometía llevarlo a la meca del cine, y eligió continuar junto a su co-guionista de siempre, Eskil Vogt, a quien conoció de jovencito compartiendo el trabajo de recogedor de cables en un programa de concurso de la televisión noruega. Y aquella decisión también significaba permanecer con lo que él mismo llama «el grupo de Joachim Trier», un equipo compuesto por «antiguos colaboradores que comparten conmigo la misma percepción y gustos», cuenta el realizador sentado en un sofá blanquísimo en un chiringuito playero de lujo de los que abundan en Cannes.
¿Cómo surgió la idea de este proyecto?
Después de que “Reprise” fuera distribuida por Miramax, decidí hacer una película en Estados Unidos. Me llegaron muchas ofertas, muchos guiones listos para producirlos, pero ninguno de ellos era realmente lo mío. Algunas personas hasta me propusieron tomar una historia determinada y hacerla como mis películas anteriores. Pero para ponerme a trabajar en algo tiene que existir una conexión, porque no se trata simplemente de poner espías en una película de suspense. Me dije que tal vez fuese mejor que me pusiera a escribir ‘mi propia película americana’. Y eso fue lo que hice. Sin embargo fue un proceso bastante duro porque le dediqué mucho tiempo con mi co-guionista Eskil Vogt, que es un viejo amigo mío, para hallar la perspectiva correcta de la historia; teníamos muchas ideas, y en realidad no somos muy buenos creando argumentos, lo cual es terrible. Por otra parte, también quería evitar el cliché de trasladar mi forma muy europea de hacer cine a esta historia.
¿Qué intenciones tenía con una producción en inglés?
Tenía interés en una historia que tomara un camino internacional, con una madre fotógrafa de guerra que viaja a través del mundo, con un padre de la época post 80 con un toque hipster que escucha Talking Heads. Había ciertos aspectos culturales que quería explorar, así que escribimos y construimos a esos personajes que tal vez fueron a Woodstok, que se conocieron y formaron una familia, que viven en esa casa, y entonces todo aquello era imposible centrarlo en Noruega.
La trama de «El amor es más fuerte que las bombas» presenta diferentes temas, ¿cuál de ellos le gustaría resaltar?
Es difícil decidirse por un aspecto central, sin embargo puedo decir que es un planteamiento sobre la identidad y la memoria en un personaje múltiple como lo es esa familia, y de lo diferente que cada uno de ellos evoca sus recuerdos. Esta es una historia transgeneracional que toca la separación y la unidad en una familia moderna, de las dificultades que tienen sus integrantes para crear su propia individualidad, pero al mismo tiempo lo difícil que les resulta desligarse de esa estructura familiar de la que provienen. Toda mi vida he vivido con la ilusión de liberarme de muchísimas estructuras, con la idea de crear lo que me plazca, de hacer lo que quiera, pero consciente o inconscientemente llega el momento en el que la familia siempre viene a darme una patada en el trasero.
Plantea asimismo la relación entre el padre y sus hijos, pero también entre los dos hermanos. ¿Son los hombres incapaces de hablar de sus sentimientos?
De cierta manera quise explorar lo contrario. Si bien existen dificultades para comunicarse entre sí, los personajes son bastante emocionales. Quería evitar el clásico drama familiar con una figura patriarcal dominante, por ejemplo. Y esta historia se centra en la madre y el padre que se enfrentan a sus propias ambiciones en el esfuerzo de ser buenos padres, como también de cómo se revalúa la familia tras la pérdida de la madre. Pero bueno, no puedo negar que en todas mis películas parece que siempre los personajes tienen problemas emocionales (sonríe).
Uno de los aspectos que toca a través del personaje de Isabelle Huppert (Isabelle Reed) es cómo se ven afectados sicológicamente los fotógrafos de guerra al ser confrontados con la ética.
Absolutamente. Es una cosa que los medios de comunicación tienen que preguntarse continuamente, así como también quienes hacemos cine. Tal como lo dice el personaje en la película, en situaciones normales no te meterías en una casa para tomar fotos si escuchas gritar a alguien; entonces se pregunta por qué se hace y qué significa realmente. Recuerdo que en Oslo hubo un ataque terrorista en 2011, y uno de los periódicos más leídos del país publicó en la portada la fotografía de los cadáveres de las víctimas; no se les veían las caras, pero la cuestión era qué inmoral es mostrar esos cuerpos, y aún más sin el permiso de sus familiares. Y cada día vemos fotos de ese tipo to madas en otros países, en otras culturas. Aunque no quiero moralizar, como “contador de historias” me gustaría formar parte de la tradición humanística, quiero tratar de plantear valores antes que aleccionar.
¿Cómo logró reunir al elenco? ¿Estaba seguro de que habría química entre ellos?
Los actores llegaron después de haber escrito el guion. Es importante para mí poder elegir los mejores actores para la historia, no los más famosos para que la película pudiera conseguir financiación. Este es un filme de ensamblaje, y fue muy generoso de parte de cada uno de ellos querer trabajar conmigo sin tener el rol de protagonista, y precisamente ese aspecto les hizo una familia, cosa que no es fácil.
Hace años conocí a Isabelle (Huppert) en el Festival de Cine de Estocolmo, y además soy un fan de ella. Me pareció que en esa familia sería muy natural que la madre fuera francesa; cuando viví en Nueva York conocí a muchos franceses que también habitaban en esa ciudad. En cuanto a Gabriel (Byrne), he venido siguiendo su carrera desde siempre; para mí poseía la combinación correcta de calidez, humor e inteligencia para el rol de Gene Reed. Jesse (Eisenberg) es un tío muy divertido e inteligente, tal vez este sea un rol atípico para él (como Jonah Reed), porque es más dramático, con mucha vulnerabilidad, sin embargo me parecía que sería interesante que lo asumiera, y resultó. Sabía que sería difícil hallar a la persona perfecta para interpretar a Conrad, así que encontrar a Devin (Druid) fue un golpe de suerte.
Es además productor ejecutivo de esta película. ¿Fue difícil encontrar financiación?
Tenía la necesidad de mantener el control tanto de creación como de acción, en relación a la historia, al elenco, y todo eso hace que la financiación sea diferente, porque no se trata de una película de estudio, sino de un grupo de amigos de Dinamarca, Noruega y Estados Unidos que se juntan para hacer un filme.
Gabriel Byrne ha dicho que el trabajo de un adolescente es tratar de obviar las influencias de sus padres. ¿Cómo ha sido en su caso personal?
Es una cosa que siempre te ves haciendo, y que continuarás tratando de hacer durante el resto de tu vida. Independientemente de si han estado presentes o ausentes, o de la medida en la que han estado involucrados contigo, siempre vamos a luchar para intentar cambiar algo. Esa es una pregunta fundamental y humana bastante relevante que me hace reflexionar mucho, y quizá sea una de las razones por las cuales quiera hacer películas sobre esos temas.
Desde el punto de vista artístico, ¿siente que la influencia de la familia es fuerte?
Crecí en un ambiente en el que existía amor hacia el cine. Durante la Segunda Guerra Mundial mi abuelo (Erik Løchen) formó parte de la resistencia en Noruega, y quedó muy traumatizado por la guerra. Fue músico de jazz, en los 60 decidió hacer una película, “The Hunt”, y fue a parar en la competición en el Festival de Cannes junto a (Federico) Fellini, (Michelangelo) Antonioni, (Ingmar) Bergman y (Luis) Buñuel. Creo que mi abuelo no era muy consciente de a dónde había llegado, es que ni sabía lo que era la Nouvelle Vague. Lo que hizo fue experimentar, y un día llegó a casa y le dijo a mi abuela que iba a hacer una película… Para él fue muy duro desarrollar una carrera, porque en aquel tiempo no había ninguna infraestructura cinematográfica en Noruega. Ese era el padre de mi madre, quien también estuvo involucrada en ese mundo (como directora de cortometrajes), y mi padre fue técnico de sonido.
¿Qué línea quiere seguir en relación a sus trabajos futuros?
Quiero continuar haciendo películas personales, que se me deje desarrollar mi estilo, o los temas que me interesan. No me quiero ver forzado a tener que hacer la misma cosa, o que se espere de mí que haga lo mismo. Tal vez no seré capaz de cambiar, soy quien soy, y me gustaría que se me permitiera desarrollar mi personalidad como cineasta.
¿Es consciente de que al trabajar con grandes estudios le impondrán sus condiciones?
No estoy dispuesto a invertir seis años de mi vida en algo que no sea al menos personal; esa es mi naturaleza, y respeto el camino profesional de las otras personas. Pero tampoco sueño con hacer grandes producciones de estudio.

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