Iratxe FRESNEDA
Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Los sueños de Miyazaki

E l viento se levanta! ¡hay que intentar vivir!” es una de esas frases, de Paul Valery, que me resulta imposible olvidar. La leí en el cine. Como aquella que me enseñó un amigo marinero y que trato de aplicármela como si de un ungüento energizante se tratase: “Si no hay viento, rememos”. Algo de ese espíritu tan vitalista y certero encuentro en las creaciones del maestro japonés de la animación Hayao Miyazaki. Sus piezas indagan en el viaje de la vida y las grandes hazañas que dibuja acaban llevándonos de la mano por una cotidianidad rebosante de magia.

Brujas y pilotos convertidos en cerdos contrabandistas, sus películas están habitadas por mujeres independientes y espíritus aventureros que generan identidades atípicas y a contracorriente en el cine. Hay algo de espíritu romántico en sus trabajos, hay mucha poesía en los vuelos de sus aviones, en su empeño por agarrarse al deseo de lo imposible. “Porco Rosso”, “El viaje de Chihiro” (Óscar a la mejor película de animación y Oso de Oro en Berlín), “La princesa Mononoke”, “Mi vecino Totoro”, “El castillo ambulante” o “Ponyo en el acantilado” son algunas de sus imprescindibles películas. Sigo enamorada de él, de su mirada, a pesar de que nos haya dejado huérfanas desde que decidió no volver a dirigir ninguna película tras presentar “El viento se levanta” (2013). Como en la película de Miyazaki, aferrémonos a la vida y olvidémonos de la muerte.