Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Las amigas de Ágata»

Aquellos días compartidos

Lo que un buen día en su origen surgió como un proyecto de fin de grado en la Universidad Pompeu Fabra y que ha contado con el respaldo del crowdfunding e Isaki Lacuesta y León Siminiani, ha supuesto la plasmación en la gran pantalla de un proyecto coral elaborado por cuatro cineastas –Laia Alabart, Alba Cros, Marta Verheyen y Laura Rius– que han sabido transmitir un buen puñado de emociones mediante un sutil tratamiento dramático respaldado por la sobresaliente labor interpretativa de un reparto que ha sabido catalizar mediante leves pinceladas y un gran despliegue de naturalidad, el progresivo desmantelamiento –o transformación– de una amistad nacida en el pasado y de lo que ello implica en el presente. Brillante en sus intenciones, “Las amigas de Ágata” centra su interés en un episodio que en nuestra conducta cotidiana podría resultar de lo más trivial pero que en manos de las autoras adquiere una oportuna dimensión épica enraizada en el adiós definitivo a un modelo de conducta que comparte un grupo de amigas que labraron su relación desde la infancia y que tendrá un punto de inflexión cuando una de ellas, y en su primer año como universitaria, conozca a un nuevo grupo de amistades.

En este punto de inflexión, la cámara ejerce labores de radiografía humana a la hora de adentrarse en las entrañas de esta relación y lograr que en esta relación compartida se asomen elementos que transforman a las protagonistas en una especie de entes extraños, como si aflorararan elementos que pasaron inadvertidos en su anterior y férrea relación. Todo ello se nos descubre mediante movimientos de cámara medidos y diálogos en catalán que exploran los recovecos más ocultos de una conducta dictada por los móviles y las redes sociales.