Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Mi perfecta hermana»

El nivel de exigencia que anula el crecimiento personal

La premiada ópera prima de la joven cineasta sueca Sanna Lenken debe tener bastante de autobiográfica, porque esta mujer ya había abordado la problemática de los trastornos alimenticios en las chicas adolescentes en un corto previo. Por lo contemplado en “Mi perfecta hermana” no es que esté obsesionada con el tema, sino que le sirve para reflexionar sobre el desarrollo de la personalidad femenina dentro de la competitiva sociedad actual. La originalidad de su primer largometraje, así como su verdadero potencial, reside en el elaborado trabajo de la perspectiva, del punto de vista. En lugar de tratar la anorexia y la bulimia en primera persona, prefiere fijarse en cómo ven los demás a quien padece la enfermedad, y todo ello siempre a través de los ojos de la hermana pequeña de la afectada, lo que equivale a la observación de los conflictos de la adolescencia y su entorno cercano desde la innata curiosidad de la niñez.

Hay que hablar por lo tanto de un protagonismo indirecto, asumido de forma harto sensible por la actriz infantil Rebecka Josephson, nieta nada menos que del gran Erland Josephson, uno de los actores predilectos del maestro Bergman. Esta niña regordeta de unos once años mira con admiración a su hermana mayor, porque es en la que todos se fijan. Se supone que posee el cuerpo perfecto para dominar el patinaje artístico, pero esa aparente perfección esconde un secreto. El nivel de exigencia y la presión externa la han empujado a hacer mucho ejercicio físico y a no comer en una combinación letal para su salud.

La confirmación de que los modelos educacionales están equivocados la encontramos en la actitud de los padres, que permanecen ciegos ante lo que ocurre, porque han idealizado a su hija patinadora, mientras la otra ha de descubrir la cruda realidad por sí misma. No se atreven a ir al hospital, y a que un diagnóstico médico trastoque sus sueños de fama deportiva.