Las entrañas populares de la fiesta, una sorpresa para los «guiristinos»
Los sanfermines están inundados de guiris, de extranjeros que llegan a las fiestas de Iruñea y se pierden entre la horda de sanfermineros. Sobre ellos pesan numerosos clichés y prejuicios, como el de que no saben disfrutar de los sanfermines reales, que solo les tira la sangría y el alcohol. Pero, ¿qué ocurre cuando un guiri deja de ser guiri? ¿Qué siente un migrante la primera vez que se topa con los sanfermines y qué siente cuando lleva varios a la espalda?
«Guiri». Así se llama coloquialmente al turista extranjero en sanfermines. Según la RAE, guiri sería un apócope del euskara «guiristino» (cristino), nombre con el que los carlistas designaban a los partidarios de la reina Cristina y a los liberales. Otros sugieren que también podría venir de «guirigay» o del turco «guiur», infiel o extranjero. Pocos saben que «guiri» tiene una segunda acepción en el diccionario, que es «miembro de la Guadia Civil». Aun así, en sanfermines, todo el mundo sabe quién es un guiri y qué guiris sobran, pero ¿qué hay de la gente que vino a Iruñea de guiri y luego se quedó a vivir aquí?
Hay guiris que desde sus primeros sanfermines entraron hasta el fondo de esta locura llegando a ver lo que había detrás del escaparate; esas fiestas que no están basadas en el individualismo consumista, sino que se disfrutan en común. Sin embargo, la mayoría confiesa que no vio con los mismos ojos sus primeros sanfermines y los que llegaron después.
El hecho de que todo iruindarra y extranjero se vistan de blanco y rojo llama mucho la atención de la gente en sus primeros sanfermines. Entre ellos se encuentra Colm Candon, que vino a Iruñea en 1992 y ahora trabaja en el colegio Doña Mayor de la Txantrea. Él es de Irlanda y su ciudad natal es Dublín. Candon cuenta que lo que más le chocó fue la transformación completa que tiene la ciudad de un día para otro.
Natalia Nilo, obrera precaria que estudia euskara en IKA, vino de Chile hace diez años. Nilo cuenta que su primer año le llamó poderosamente la atención, porque le pareció una fiesta «como de cartón piedra». «Parece una fiesta superartificial, llena de turistas; algo pensado para el consumo y nada más».
Quien no pensaba quedarse a los sanfermines pero al final le convencieron es Luis Soldevilla. Este alicantino llegó a Nafarroa en 2003 para jugar a hockey sobre patines en el San Antonio y hoy en día trabaja en Katakrak. Explica que la imagen que tenía era de suciedad y alcohol, pero un amigo le introdujo en seguida en la «trastienda»: peñas, almuerzos y demás. Aquello le deslumbró muy rápido. Por otra parte, conoció la horizontalidad de la fiesta que hasta ese momento no conocía. Según Soldevilla, las hogueras de San Juan y los Moros y Cristianos, que son las fiestas que conocía hasta ese momento, «representan un modelo mucho más privado y elitista». Así, en Iruñea conoció modos de autogestión, y guarda buen recuerdo del último año de txosnas en autobuses.
A Haisul, pintor taiwanés que prefiere que se le conozca únicamente por su nombre, los primeros sanfermines le parecieron muy sucios porque se le pegaban los zapatos. Llegó hace diez años y, según explica, «es posible que la cultura sobre la limpieza de Taiwan choque con eso, pues nosotros nos quitamos los zapatos al entrar en casa». La gente se metía con él y eso le hizo tener una primera zambullida tímida y negativa.
Para Beltxa, cantante del grupo Benation, lo más impactante de sus primeras fiestas fue la alegría de la gente. Aunque al senegalés que llegó en 2005 también le chocó el hecho de que «el escaparate que se vendía no era la fiesta real».
Cambios y entrañas
Después de ese primer año de toma de contacto, todos cuentan que para ellos las fiestas han ido cambiando. Algunos remarcan el hecho de haber conocido las entrañas de las fiestas y otros comentan que la ciudad también ha cambiado. Candon, que da importancia al hecho de haber ido conociendo el tejido social de la capital, acepta que ya ha entrado en otra fase: la de los sanfermines con hijos.
Nilo, al igual que Candon, remarca que ha ido descubriendo el tejido popular y la «fiesta bonita», la de los espacios alternativos y «todo aquello que ha sido represaliado». En cambio, Soldevilla comenta que les ha ido encontrando sus lados oscuros también a los espacios alternativos: «baboseo, mozopeña orco, gente agresiva, etc». Sin embargo, acepta que siempre existirán las contradicciones que hay que ir superando. Según el mozo de Alicante, «estos primeros sanfermines del cambio han abierto posibilidades para recuperar cierta potencia cooperativa autogestionaria, aunque es imposible dar todos los pasos en tan poco tiempo».
Hacer amigos y comprender la cultura fue lo que cambió los sanfermines de Haisul. Además, estudió euskara, pues cree que «es un acto de respeto aprender el idioma local». Cuenta que se siente identificado, ya que Taiwán vive una situación parecida en cuanto a los idiomas minoritarios. Por su parte, para Beltxa los amigos también son un aspecto clave de las fiestas, pero por distintas razones. «Es un encuentro para africanos que no nos hemos visto durante mucho tiempo, muchos vienen a trabajar», apunta. Aun así, al igual que Soldevilla, Beltxa se ha ido dando cuenta de la cantidad de agresiones que hay, «muchas causadas por gente borracha violenta».
Para gustos, colores
Nilo prefiere el patxarán al kalimotxo y nunca se ha vestido de blanco, pero admite que un pañuelo contra las agresiones sexistas sí se pone. Está en contra de las corridas, y anima a las peñas a que den pasos para su abolición. Mientras, a Haisul y Beltxa lo que más les gusta de los sanfermines es el ambiente. Los dos dicen que la gente de fiesta se alegra y se abre. Según el senegalés, «eso conlleva que el racismo disminuya, aunque nunca desaparece».
Soldevilla ama los momentos de «absurdo», los momentos de «carnaval real que rompen las reglas de la ciudad». Candon, al contrario, donde más a gusto está ahora es en los gigantes, kilikis, conciertos y demás. Soldevilla cuenta la vez que en la plaza de toros hicieron una carrera con camellos gigantes de cartón pasándolos mano a mano.
Queda claro que el paso del tiempo trae consigo la desguirización del extranjero o extranjera. ¿Pero, y la del nativo? Principios del siglo XXI, y son muchos los que siguen viviendo los sanfermines como un guiri, sin conocer su propia cultura.