Gilles SIMEONI
Presidente del Consejo Ejecutivo de Corsica

«Seguridad pública e integrismo islamista», una mirada desde Corsica

Extractos del discurso del «Primu Ministru» en el debate de una resolución de urgencia en torno a los ataques yihadistas, sus derivadas en la isla y la respuesta de fondo que deberían dar los corsos.

Día tras día, tragedia tras tragedia, el dolor se hace más agudo, la angustia más fuerte, el duelo más sombrío y más pesado.

Mis primeras palabras y mis primeros pensamientos se dirigen, por supuesto, a todos aquellos y a todas aquellas que han muerto o han sido gravemente heridos por los ataques perpetrados por el terrorismo islamista en las últimas semanas, en Francia, en Europa y en el mundo, así como a sus familias.

Algunos estábamos ayer en la Catedral de Aiacciu para un momento de recogimiento y rendir un homenaje interconfesional al padre Jacques Hamel, salvajemente asesinado. Las mujeres y hombres allí congregados eran de todas las creencias, o ateos o agnósticos.

Tenían simplemente la necesidad de estar juntos. Para orar. Para pensar. Para decirse a sí mismo y decirle a su vecino que por encima de religiones, lenguas, colores de piel... está el ser humano. Y está la vida.

Los fanáticos pueden quitar vidas. Pero fracasarán siempre en quitarnos nuestra humanidad. Y nuestro deseo y nuestra voluntad de vivir juntos.

Este es nuestro primer deber: compactarnos, cohesionarnos, unirnos. Cuando nos golpean o amenazan gravemente los lugares en los que tenemos un ser querido, o parte o la totalidad de nuestros lazos familiares o emocionales, hay que hacer frente a la situación. Y debemos afrontarla juntos. Y eso es lo que nos une. Frente a una ideología destructiva y negadora de la noción misma de la humanidad, es infinitamente más importante y más fuerte que lo que pueda oponernos.

Nuestro segundo deber viene de la mano de la urgencia absoluta. Hay que tomar todas las medidas útiles para luchar eficazmente contra el fanatismo islamista y la barbarie. Alguna de estas medidas está en manos de los poderes del Estado. Pero las instituciones de Corsica tienen el deber y la responsabilidad de garantizar que estas medidas se apliquen correcta y eficazmente, tanto en el ámbito de la prevención contra el riesgo de ataques terroristas en nuestro territorio o en la lucha contra el islamismo radical en sus expresiones ideológicas.

Para ello, cuando mantengo reuniones importantes con el Gobierno francés o con representantes del Estado en la isla, siempre he abordado la cuestión de una vigilancia especial para asegurar el territorio de Corsica, en vista del número de evidencias objetivas que pueden exponer a nuestra nación a un aumento del riesgo. Pienso por ejemplo, y sin querer ser aquí exhaustivo, en la ubicación de Corsica en el Mediterráneo, en la presencia de la base aérea de Solenzara, a la masificación del verano y sus múltiples reuniones festivas, en la multiplicidad y el gran enraizamiento popular de las fiestas patronales y religiosas...

Luchar contra el fanatismo y la barbarie es impedir el paso al acto terrorista, es luchar política y militarmente, en el ámbito de las relaciones internacionales, contra las organizaciones y Estados que financian o practican el terrorismo, pero es también –y esta es el otra cara de la moneda de la seguridad– prohibir la propagación y difusión de la ideología que lo nutre.

Esta acción debe llevarse sin debilidad ni complacencia. No puede haber relajamiento o inercia frente a la incitación al odio, la exclusión o el cuestionamiento de la igualdad entre mujeres y hombres. Es competencias del Estado poner en marcha medidas coercitivas que prohíban toda presencia o manifestación de fundamentalismo religioso. Sea, por ejemplo, la expulsión de imanes extranjeros que tengan ese discurso o el cierre de locales de reunión donde se propague.

Corsica es, desde Pasquale Paoli, una tierra de libertad de culto. Así seguirá siendo. Pero no aceptará ni el comunitarismo ni el integrismo. Este rechazo de cualquier enfoque excluyente o fundamentalista de la religión es compartido por casi todos los musulmanes que viven en Corsica. Muchos de ellos han nacido y han optado por construir sus vidas aquí, y por tanto, están en su casa. A este respecto, saludo la actitud de los representantes musulmanes de Bastia e Isula Rossa que, hace unos días, prohibieron el acceso a los lugares de culto a predicadores salafistas. Es una actitud valiente.

Tras la necesaria unidad, tras el necesario reforzamiento de la seguridad pública, es también el momento de fijar en qué términos se ha de dar una respuesta política de fondo para ganar la lucha contra el fanatismo y la barbarie.

Todos los analistas coinciden en que la guerra declarada por el islamismo, especialmente por Daesh, no solamente busca causar pérdida de vidas, inseguridad generalizada y terror. También tiene como objetivo, y es la base de la estrategia que Daesh ha teorizado desde hace muchos años, romper la cohesión de las sociedades atacadas y generalizar una lógica de guerra civil e interconfesional.

Las atrocidades cometidas golpean incluso a los musulmanes, en nombre de la única distinción que vale a los ojos de los fanáticos: la que existe, de acuerdo con la lectura delirante que han establecido, entre fieles e infieles.

El miedo y la ira de estas atrocidades generan un repliegue confesional: a la división entre fieles e infieles se le responde con la división, igualmente inexacta y peligrosa, que opone a musulmanes y no musulmanes.

Esta lógica es peligrosa y mortal. Abre la puerta al racismo, a la xenofobia, a la desconfianza e incluso al odio. Es nuestro deber combatirla sin debilidad ni complacencia. En primer lugar, reafirmando los principios fundamentales que subyacen en nuestra visión del mundo y de la vida social: paz, democracia, humanismo, igualdad entre los ciudadanos.

A continuación, mediante nuestra capacidad colectiva para proporcionar respuestas de fondo al reto político y de civilización que plantea la situación actual. Debemos ser capaces de reexaminar el lugar de la religión y el laicismo en nuestra sociedad y de proponer un modelo de pertenencia ciudadana que dé sentido y cohesión a nuestro destino colectivo. Cada uno tiene un papel que jugar en este esfuerzo, incluyendo en la construcción de una práctica religiosa en consonancia con los valores fundamentales de la sociedad corsa.

Corsica es, por supuesto, un modesto protagonista de este debate que se plantea a nivel global. Pero puede una vez más, más allá de su peso demográfico y geoestratégico, ayudar a dar una respuesta política fuerte y tranquilizadora que pueda resultar válida en otros lugares, ahora o en el futuro.

Nuestra historia colectiva está, en efecto, caracterizada por una constante lucha por los valores de la democracia, la libertad y la apertura. Cada vez que ha sonado la alarma que llama a la defensa de la libertad, los corsos ha sido capaces de estar a la altura de la historia.

¿Cómo no citar las revueltas populares contra la opresión genovesa? ¿Cómo olvidar la Revolución corsa, de la Corsica paolista del siglo XVIII, que dio a la isla un papel destacado, de faro para la Europa de la Ilustración y para la construcción de la nación americana? ¿Cómo no recordar los sacrificios de toda una juventud en el horror de la Primera Guerra Mundial? ¿Cómo no invocar la llama de la gloria de la resistencia contra los nazis y la barbarie fascista?

No me cabe duda de que nuestro pueblo sabrá, una vez más, estar a la altura de lo que está en juego. Nuestra determinación es total. Nuestra capacidad individual y colectiva de hacer frente, sin parpadear o vacilar, a la barbarie y al fanatismo está fuera de toda duda.

Queda una pregunta: ¿qué podemos hacer, qué debemos hacer para luchar con eficacia y eficiencia contra el veneno del odio que esas atrocidades tratan de destilar en nuestros corazones y en nuestras almas?

Como ya dijimos en diciembre de 2015, la situación actual requiere la apertura de un amplio debate en nuestra nación en el que participen todas las fuerzas políticas y los representantes de los diversos cultos religiosos en torno al tema «Corsica y su pueblo: ¿qué modelo de sociedad y de pertenencia ciudadana?». Este debate será una oportunidad para aclarar el lugar que la religión y el laicismo deben tener en nuestra sociedad y decidir el modelo de pertenencia ciudadana que queremos promover.

Nuestra concepción es clara: para nosotros, el pueblo corso es una comunidad humana viva, que se caracteriza por su lengua, su cultura, su relación con un territorio determinado, que porta una colectiva de ser, organizada en torno a una visión abierta y nítida de la sociedad en la que queremos vivir.

La pertenencia a este pueblo trasciende religiones, orígenes o color de la piel. Está construida por la capacidad de hace suya la lengua, la cultura, los códigos de convivencia que nos han constituido a lo largo de los siglos en una comunidad humana originaria, con vocación de ser reconocida en posesión plena de sus derechos. Otras personas, por supuesto, pueden tener otra visión diferente a esta.

Ha llegado el momento de debatir entre nosotros, y de definir juntos, tras el intercambio de ideas y propuestas, el modelo de sociedad y de pertenencia ciudadana fuerte y armoniosa que ofrecemos a las mujeres y hombres que han elegido vivir en esta maravillosa tierra y abrazar su destino.

Debemos construir una Corsica en paz, fraternal, fuerte en sus valores y en su proyecto. Esta es la forma más segura de superar la estrategia mortal de odio, contra la que vamos a luchar y ganar.

Juntos, ante nuestro pueblo, y también la opinión pública francesa, europea e internacional, atentos a cada signo de esperanza, hagamos que nuestro voto en esta Asamblea sea el acto fundacional de una sociedad donde las mujeres y los hombres vivan en paz y armonía, ya sean creyentes o no.

De este modo, una vez más, Corsica será capaz de sorprender a Europa.

«Corsica y su pueblo: ¿qué modelo de sociedad y de pertenencia ciudadana? Hay que debatirlo y decidirlo entre quienes vivimos en esta maravillosa tierra y abrazamos su destino»

«A esa delirante división entre fieles e infieles se le responde con la división, igualmente inexacta y peligrosa, que opone a musulmanes y no musulmanes. Esta lógica es peligrosa y mortal»

«La lucha contra la barbarie debe llevarse sin debilidad ni complacencia, sin relajamiento ni inercias frente a la incitación al odio o el cuestionamiento de la igualdad entre mujeres y hombres»