Mikel CHAMIZO
Música contemporánea

La nueva música también hay que tomársela en serio

El Ciclo de Música Contemporánea de la Quincena Musical nos ha acostumbrado muy mal. Aunque pase casi desapercibida para los melómanos donostiarras, en sus últimas ediciones han actuado aquí muchos de los mejores grupos y solistas del panorama europeo de las nuevas músicas: el Ensemble Recherche, los Cuartetos Diotima y Arditti, los Neue Vocalsolisten de Stuttgart, Exaudi, Christophe Desjardins o Marino Formenti, junto a otros de ámbito más cercano pero de gran calidad como Iñaki Alberdi o Sigma Project. Este mismo año se han presentado los magníficos Moscow Contemporary Ensemble y la pianista fuera de serie Tamara Stefanovich.

No es el que el Ensemble NeoArs Sonora sea un mal grupo, pero está muy por debajo de la calidad media de este ciclo. Las versiones que hicieron de seis obras, de estéticas totalmente distintas, fueron tan solo correctas en el mejor de los casos. Tras la breve “Mirrors”, de Kaija Saariaho, abordaron el trío “Sonos” de la algortarra Isabel Urrutia, expuesto con un lirismo ortopédico y constantes errores de conjunción, a pesar de contar con la ayuda de una directora. Fue algo mejor “Rabel” de Gabriel Erkoreka, a pesar de los constantes errores de emisión de la violinista en los armónicos y de cierto desequilibrio dinámico hacia los instrumentos de viento. “Nubes”, de Alfredo Aracil, salió igualmente bien, aunque la obra parece tan fácil como aburrida.

La mejor muestra de que NeoArs Sonora no se estaba tomando demasiado en serio el marco en el que estaba actuando fue cómo presentaron “Vox balaenae” (Voz de la ballena) del norteamericano George Crumb. Al ser la obra más conocida de la velada, muchos de los allí congregados sabíamos que está escrita para trío de flauta, violonchelo y piano eléctricos, o que en su defecto se suelen amplificar los instrumentos acústicos. Pero los miembros de NeoArs Sonora decidieron interpretarla sin amplificación, a pelo acústico, perdiéndose cientos de detalles y hasta rozando el ridículo en algunos pasajes, como el pasaje inicial cantando a través de la flauta. Si se anuncia una obra y al final se ofrece un sucedáneo, qué menos que dar una explicación al público.