Koldo LANDALUZE
«Frantz»

El legado de los fantasmas que vagan entre las trincheras

François Ozon siempre es un autor a tener en consideración, sobre todo por la perspectiva que otorga a su proyectos. Cinéfilo hasta la médula, su discurso es una constante apuesta por el riesgo a la hora de subvertir lo que otrora vio en la pantalla, lo cual siempre le otorga un plus mayor de ese riesgo que siempre se agradece. En esta su nueva apuesta por jugar con los clásicos del melodrama, Ozon se escuda en la fórmula del remake del filme dirigido por Ernst Lubitsch “Remordimiento” (1931) para llevar a cabo un melodrama de corte muy clásico. En realidad, el filme no deja de ser un respetuoso acercamiento a los códigos de este género y para ello el cineasta regresa a una Europa surcada por las cicatrices que legó la Primera Guerra Mundial. Al contrario de lo que nos descubrió otro François, Dupeyron, en su excelente “El pabellón de los oficiales”, las heridas que ahora se revelan no son físicas ni sicológicas sino íntimas; un encadenado de emociones elaboradas mediante un puntilloso blanco y negro que respeta al máximo los códigos del melodrama en su faceta más folletinesca. Este respeto se traduce en un proyecto que, bajo su entramado academicista, incluye elementos notorios como la brillante ejecución del montaje y algunas escenas muy bien elaboradas. En la faceta interpretativa, destaca Paula Beer en detrimento de un Pierre Niney excesivamente encorsetado.