Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Verano en Brooklyn»

Los hijos de la deshumanizada especulación urbanística

Del mismo modo en que Woody Allen ha sido todo un experto en ascociar el paisaje urbano con las relaciones personales, Ira Sachs alcanza la maestría con “Little Men” en su estudio constante del modo en que los cambios en la arquitectura de los barrios de las grandes ciudades afectan a las vidas de sus habitantes. Ya lo había reflejado en su anterior “El amor es extraño” (2014), con la madura pareja gay que se veía obligada a renunciar al apartamento en que habían sido felices durante décadas para poder asegurarse la vejez, y que a su vez conectaba con la temática homosexual expuesta en “Keep the Lights On” (2012). Los tres títulos han sido escritos por Sachs en colaboración con el brasileño Mauricio Zacharias, quien aporta el contenido autobiográfico a la nueva historia nacida de su perfecto y total entendimiento.

Brooklyn es presentado como un espacio multicultural donde tradicionalmente la convivencia ha sido buena, y dentro de esa armonía la comunidad latina ha podido integrarse sin mayores problemas hasta no hace mucho. Pero la especulación inmobiliaria y la transformación urbanística han traído consigo conflictos vecinales, como el que aquí se expone. La amistad entre dos chicos de trece años será puesta a prueba, cuando sus respectivas familias se enfrenten por la subida del alquiler de la propiedad del padre de uno de ambos, ya que la madre del otro, encarnada por la gran actriz chilena Paulina García (“Gloria”), solo puede sacar adelante su pequeño comercio con la renta antigua del local.

El problema se suscita a raíz de la muerte del casero, quien había prometido a la arrendataria su permanencia en el inmueble, algo que los herederos no pueden cumplir por culpa de la crisis. En el fondo todos son víctimas de la situación, ya que el nuevo dueño es un actor de teatro sin un sueldo fijo. Para los preadolescentes de “Little Men” el mundo adulto es mezquino.