Carlos GIL
Analista cultural

Delirante

Atrocidades monstruosas, escuálidos desdentados que atrapan con sus aletas a los prófugos de un barco a la deriva. Tengo restos de mezcal en mi sentimiento delirante sobre la desmemoria, sobre la falta de un archivo, de un centro de documentación donde alguien, alguna vez, pueda hacer el relato de lo que fue la cultura en los finales del siglo de las luces y su incardinación con lo que acabó siendo el siglo del pataleo y la inacción. No hay referencias, no hay otra cosa que un posible naufragio en las hemerotecas, nunca se quiso centralizar esa documentación que serviría para estudiar nuestros antecedentes para poder entender nuestro presente tan chato.

Delirante situación que uno llega a pensar que ha sido planificada con cierta disidencia con los datos verídicos porque se lee o se escucha cada aberración sobre la historia reciente de las artes escénicas que solamente puede ser fruto de la ignorancia más alimentada por la incompetencia o fruto de la decisión de borrar todo vestigio de buscar algo de verdad para interpretar esos tiempos no tan antiguos como fundamentales, para no dejarlo todo reducido a una evolución casi mercantil, sin contar con las transformaciones sociales e  ideológicas que influyeron en los modos de producción y en la oferta artística que han ido configurando un mapa de estructuras, espacios y creadores diferente que se nos antoja minado de demasiadas incongruencias e insuficiencias para hacer sostenible unas políticas culturales y teatrales más ambiciosas y actualizadas.

Pero todo es fruto de una análisis delirante, que nadie se soliviante. Esperamos nombramientos para que todo siga igual.