Mikel INSAUSTI
LA DOCTORA DE BREST

David se hace mujer y vence al gigante Goliat

Fue la película inaugural de la pasada Sección Oficial en Donostia, y en mi opinión estuvo muy bien elegida, a pesar de las protestas de una crítica cada vez más conservadora y que tolera menos el cine de denuncia. A la realizadora Emmanuelle Bercot se le acusó injustamente de sensacionalismo, cuando lo único que hace en “La doctora de Brest” es cogerle el pulso de la noticia a un caso reciente que provocó un gran escándalo en el Estado francés. Con un estilo narrativo de urgencia ágilmente trazado y una potente actuación estelar, no sé qué más se le puede pedir.

Emmanuelle Bercot venía nada menos que de dirigir a Catherine Deneuve en “El viaje de Bettie” (2013) y “La cabeza alta” (2015), a lo que le ayudó mucho el ser también actriz. Por eso sabe sacar lo mejor de la danesa Sidse Babett Knudsen, que ya se ha hecho un sitio en el cine francófono por su perfecto dominio del idioma, y que no tiene ningún problema en hacer de bretona enfrentada a las autoridades médicas parisinas. Si en su día se alabó el trabajo de Julia Roberts en “Erin Brokovich” (2000), no entiendo por qué no se le reconoce su gran mérito en la dinámica caracterización de una luchadora como Irène Frachon.

Ya en 2007 esta doctora comprobó la relación entre los fallos en los pacientes con dolencias cardíacas y el uso del medicamento Mediator 150 mg., pero en sus sucesivos intentos por advertir del peligro chocó con los intereses de la poderosa industria farmacéutica, hasta que en 2011 un tribunal finalmente le dio la razón en sus apelaciones contra el lobby que tenía enfrente.

La película describe todo lo que esta mujer tuvo que dejarse en el proceso, incluso renunciando a su vida familiar. Y para ello tuvo que tirar, cómo no, del orgullo y amor propios, llegando a tomarse el asunto como una cuestión personal.