Mikel INSAUSTI
EL TESORO

Hay que cavar hondo para encontrar la sedimentación histórica rumana

Si acabamos de hablar, como quien dice, de la triunfal vuelta a Cannes de Cristian Mungiu con “Los exámenes”, acto seguido nos toca referirnos igualmente al caso bien parecido de su compatriota Corneliu Porumboiu, que ha renovado los éxitos que tuvo en el mismo festival con “12:08 al este de Bucarest” (2006) y “Policía adjetivo” (2009), al resultar premiado en la sección Un Certain Regard con su última realización “El tesoro”. Todo ello sirve para disipar posibles dudas con respecto al cine rumano, cuya reciente valiosa aportación al cine de autor europeo no ha sido flor de un día, en contra de lo que preconizaban los agoreros y descreídos de turno.

Además “El tesoro” debe ser tomado como un ejemplo del tesón de un cineasta que termina por levantar un proyecto sobre otros anteriores que no pudieron ver la luz. La película definitiva nace de una idea fallida del actor y realizador Adrian Purcarescu, y del consecutivo intento también inviable por parte de Corneliu Porumboi consistente en contar la odisea inútil de su colega. Para no quedarse del todo en blanco, el segundo decidió centrarse en la anécdota que le había contado el primero sobre un tesoro enterrado por su abuelo en el jardín de la casa familiar a la llegada de los comunistas al poder.

No por casualidad dicha vieja casona pertenece a la localidad de Islaz, donde tuvo lugar la revolución liberal de Valaquia en 1848. Los protagonistas, por su parte, viven el tiempo presente como víctimas de un proceso que desde el cambio de dirección política acontecido en Rumanía en 1989 no ha dado los frutos prometidos. Así que la excavación para hallar la supuesta fortuna que permanece oculta bajo tierra se convierte metafóricamente en una laboriosa operación que va sacando al exterior las sucesivas capas de la sedimentación de la historia reciente rumana.