Joseba VIVANCO
Elkarrizketa
CARLES VIÑAS Y NATXO PARRA
AUTORES DE «ST.PAULI. OTRO FÚTBOL ES POSIBLE»

«El St.Pauli encarna el fútbol popular que todos deseamos»

«Que el dios de la revolución nos conserve muchos años al St.Pauli siendo como es», rubrica Quique Peinado el prólogo de esta introspección a las entrañas del icónico club de fútbol Sankt Pauli, ejemplo de rebeldía, y que con minuciosidad y amena lectura nos acercan el historiador Carles Viñas y el abogado Natxo Parra. Hoy presentan el libro en Katakrak de Iruñea (19.00).

St.Pauli, otro fútbol es posible. ¿De verdad otro fútbol es posible o estamos ante una aldea gala?

Sin duda lo es, aunque también cabe decir que es complicado, sobre todo por la legislación actual y por cómo se estructuran la mayoría de clubes o sociedades anónimas deportivas. Desde la década de los noventa, a raíz de la creciente comercialización que progresivamente sufrió el fútbol, todo intento de regresión, es decir, de revertir las imposiciones del llamado fútbol moderno con todo lo que el mismo implica, encarecimiento de entradas y abonos, marginación de los aficionados, mercantilización... se tornaron más difíciles. En este sentido, el St. Pauli, junto a otros clubes, son un halo de esperanza.

¿Se refieren al Rayo Vallecano o al Amedspor kurdo, por poner dos casos con ciertas similitudes?

Es complicado establecer paralelismos. Cada club obedece a un contexto sociopolítico y a una historia determinadas, por tanto, extrapolar realidades es algo arriesgado. Sí que es cierto que existen similitudes, como el intento de apoderamiento de las hinchadas, entender la grada como un espacio de reivindicación, alto grado de politización, activismo vinculado a causas o movimientos sociales... aunque cada uno tiene su propia concreción. No es lo mismo la gestión en el Rayo, convertido en Sociedad Anónima, que la existente en el St. Pauli.

Un club con muchísimo seguimiento fuera del propio barrio...

El éxito de este sentido se cimenta en la concreción del denominado ‘mito St. Pauli’, que desde finales de los años ochenta convirtió al ‘club pirata’ en el equipo de referencia de la izquierda y los movimientos sociales a nivel internacional. Toda una marca que se explotó profusamente convirtiendo a un equipo perdedor, pero quizás por ello, a la par, simpático, en el segundo club de muchos hinchas. Quizás encarnaba todo aquello que querían que representara su club. Esa es la principal razón de la popularidad del St. Pauli, los valores que sin ningun tipo de complejo preserva, exhibe y trata de transmitir.

Con también sus detractores, y no solo hablamos de sus «enemigos» sobre el terreno de juego...

Evidentemente, desde su transición a club de culto, el St. Pauli se granjeó diversas enemistades. La mayoría basadas en el antagonismo político. La emergencia de este renovado St. Pauli coincidió, a mediados y finales de los ochenta, con el auge del neonazismo en Alemania. Un resurgimiento que fue a más tras la caída del Muro y la reunificación del país. Justo entonces, cuando las gradas de los campos se empezaron a poblar de neonazis, el St. Pauli se erigió en un referente del antifascismo y el antirracismo. Por tanto, fue entonces cuando se convirtió en el club más odiado del país por los hinchas ultraderechistas. De hecho, como explicamos en el libro, fue habitual que seguidores radicales neonazis de diversos equipos unieran sus fuerzas para atacar Hafenstraße, un símbolo de la comunidad okupa de Hamburgo, una calle situada en el barrio de St. Pauli y muy vinculada a su hinchada.

Un club pionero en muchas cosas, desde su fanzine, sus colmenas para hacer miel, su hinchada, su «Nunca caminarás solo»...

Siempre trata de ser creativo, tanto en campañas publicitarias como dando apoyo a causas sociales. En este sentido, este año, por ejemplo, pidió a los vecinos y vecinas del campo que colocaran macetas con flores para lograr aumentar la colonia de abejas de la zona, en peligro de extinción. El resultado ha sido una miel, ‘‘Ewaldbienenhonig’’, que ha recibido un nombre que jugaba con el apellido del actual entrenador, Ewald Lienen, y la palabra abeja en alemán. Pero como hacen esto, para mantener y estrechar su vínculo con el barrio, también se implican apoyando causas sociales, como por ejemplo ahora en el tema de la acogida de refugiados, a los que han invitado a su campo. Han recogido material de primera necesidad para ellos, les han regalado material deportivo o, incluso, han oficializado la incorporación del FC Lampedusa, un equipo integrado por jóvenes refugiados de diversos países que viven en la ciudad, como una sección del club.&discReturn;

¿Qué es lo que más les sorprende tras bucear en su historia?

El ambiente positivo, la alegría y al ambiente que genera su hinchada en Millerntor (su mítico campo). Siempre decimos que si vas una vez al campo, ya estás perdido porque te engancha, te seduce, la gente, la banda sonora del partido, los tifos y, sobretodo, su forma de entender el club. “Si ganamos nos vamos de fiesta para celebrarlo. Y si perdemos nos vamos de fiesta para olvidar la derrota”, es su lema. En un fútbol profesional volcado al negocio, encontrar esta pasión desvinculada del éxito deportivo, envuelto en todo esto que hemos comentado, es altamente atrayente.&discReturn;

Porque... más allá de lo que hoy represente, no se puede entender sin el barrio del que surge. ¿Hasta qué punto es determinante esa simbiosis?

Lo cierto es que sin la fisonomía del barrio, sin su experiencia, sin su vitalidad no existiría el club, tal y como lo conocemos. St. Pauli es el barrio, su gente, los movimientos que surgen en él. El surgimiento del St. Pauli como club kult fue posible por la conjunción de diversos factores que coincidieron temporalmente, entre ellos el bagaje de un barrio rojo, portuario, obrero y cruelmente golpeado por el desempleo, y la posterior gentrificación. Fueron los movimientos autónomos, okupas y ecologistas, fundamentalmente, los que iniciaron el cambio y la transición de lo que era un club anodino hasta lo que es en la actualidad. Y ha sido la afición, la grada, la que ha creado la singularidad y la vinculación total y absoluta con el barrio en el que reside. De hecho, en la actualidad, las principales líneas de funcionamiento del club aprobadas en asamblea definen, en primer lugar y sobre todo, al club como una entidad del barrio. Por ello podemos decir que no se entiende el club sin el barrio, de la misma forma que en la actualidad tampoco se entiende el barrio sin el club.

Un club estandarte para muchos, y, sin embargo, con una evolución llena de contradicciones, donde se mezclan un origen burgués, un presidente con pasado nazi, una zona VIP con bailarinas semidesnudas, las banderas arcoiris, apoyo a los refugiados, defensa de las minorías, una ardua labor social... Lo que lo enriquece más...

Efectivamente, el St. Pauli no es un club perfecto. Pero sí que podríamos concluir que, en nuestra opinión, es el club menos imperfecto de los que existen. Evidentemente hay contradicciones (publicidad, mercadotecnia, orígenes...) que han sido superadas y que intentan superarse, y ello es lo que ha hecho avanzar al club. Tenerte que posicionar como afición frente a la publicidad de tu campo, en el sentido de admitirla o no porque es sexista o tiene vínculos con la industria armamentística, además de afrontar de cara el problema del negocio en el fútbol, permite adoptar decisiones plenamente conscientes, con sus pros y sus contras. Y esa lucha contra las contradicciones inherentes en un club que pretende mantener su esencia social y que participa dentro del deporte profesional, no sólo permite superarlas sino crear conciencia de errores pasados para que no vuelvan a ocurrir.

Un club que hoy, como ayer, sigue debatiéndose consigo mismo entre el fútbol por el fútbol y los objetivos deportivos, entre seguir siendo un club con principios pero pobre o abrir las puertas a la publicidad, el dinero exterior y crecer económicamente...

Es indudablemente la lucha actual, la que iniciaron los Sozialromantiker y la que se mantiene hoy en día. Debemos tener en cuenta, no obstante, una premisa previa: nadie discute que el club tenga que tener esa vinculación enorme con el barrio, ni que se defina como antifascista y contrario a cualquier forma de discriminación, ni que tenga que solidarizarse y ayudar a la comunidad refugiada, a la Rote Flora –centro cultural okupa– o a cualquier minoría. No obstante, sí que existe la tensión entre aquella parte de la afición que pretende mantener inalterada la esencia, rechazando, entre otras cosas, cualquier tipo de publicidad que mínimamente pueda ser contraria a alguno de los valores defendidos y destinando todos los beneficios económicos a causas sociales, y aquellos aficionados que quieren primar la parte deportiva, de forma que los beneficios se destinen a fichajes o que no se rechace determinada publicidad si supone una fuerte entrada de ingresos, con el objeto de llegar a ser competitivos en la Bundesliga. Es la pugna actual que, tras vivir unos años convulsos, ha conseguido encauzarse. Y ello gracias, en parte, a la actual directiva encabezada por el presidente Oke Göttlich, que procede de la Südkurve, la grada más animada y politizada.

Como se dice en la introducción, una lucha incesante contra sus propias contradicciones y defectos... quizá como la misma Izquierda a lo largo de su historia.

Sí, podría hacerse un paralelismo histórico con la Izquierda y la discusión por superar sus contradicciones. De hecho, como ya hemos comentado, el carácter, la idiosincrasia del club no puede entenderse sin la evolución del ‘barrio rojo’ por excelencia de Hamburgo. Sin embargo, podemos concluir que el St. Pauli es un ejemplo de éxito y de superación de contradicciones internas y de obstáculos que van surgiendo paralelamente a la extensión del capital y al paso de un capitalismo puramente industrial a uno financiero. Es uno de los casos que mejor ejemplifican el empoderamiento de la afición y el mantenimiento de este ascendente dentro del club, la resistencia contra la actitud pasiva y clientelar que tratan de imponer las máximas instancias del fútbol europeo y mundial.

Y es que si no existiera el St. Pauli habría que inventarlo, todo un «club de culto».

Lo es porque ha conseguido aunar aquello que muchos de nosotros desearíamos: deporte y conciencia social, fútbol popular contra un modelo de negocio que aplasta cualquier alternativa. Y ello en un ámbito que excede el del deporte amateur, en un nivel profesionalizado –milita en la Segunda división alemana–. Para muchas personas supone el poder del aficionado en el devenir diario, el mantenimiento de unos vínculos muy sólidos con la comunidad del barrio en el que se encuentra, el trabajo con los menores y las personas con pocos recursos, el apoyo a los excluidos, la lucha contra la discriminación de género y por la inclusión de cualquier persona. El club es, sobre todo y por encima de todo, una entidad social más del barrio. El St. Pauli, por lo tanto, es modelo de alternativa frente a la mercantilización del deporte. Es la traslación del ‘no todo vale’ para ganar. Significa la posibilidad de interponer barreras al capitalismo que avanza en el fútbol en particular y el deporte en general. En definitiva, nos ha permitido vislumbrar que otro fútbol, de la gente, popular, no deslocalizado, es posible.

¿Es latente el «mito St.Pauli»?

Queda el mito, pero también la realidad. Para nosotros sigue siendo el mejor ejemplo posible. No el ejemplo perfecto, pero es el que más se ajusta a lo que entendemos por fútbol popular dentro del deporte profesional. La afición sigue empoderada, tiene voz y voto. Esto se debe al barrio. De hecho, el club está muy vivo, y continúan trabajando para seguir democratizándolo. Ejemplo de todo ello es la importancia cada vez mayor que se otorga al fútbol femenino, una de las grandes asignaturas pendientes de la entidad. El club y la afición no se han quedado embelesados mirándose al espejo y contemplándose como un ejemplo único, sino que se ha presionado y trabajado para que el fútbol femenino tuviera la importancia que merece. Así, se ha podido pasar de partidos a los que sólo asistían familiares a encuentros con una asistencia que ronda el centenar de personas y a la creación de hasta dos peñas o grupos de animación exclusivos del equipo femenino. Y por otra parte, se ha conseguido profesionalizar también esta sección. Podemos afirmar con rotundidad que el St. Pauli no es sólo un mito, sino una realidad palpable.

Pero lo mismo que su icónica calavera Jolly Roger se debate entre convertirse en una imagen más de merchandising o no, ¿ese mito corre el riesgo de morir de éxito, de perder su esencia?

Es evidente que el club se ha erigido en un producto que vende, en un negocio que se explota y que, por tanto, corre el riesgo de acabar siendo una marca comercial, como ocurre con la imagen icónica del Che. De hecho, esta es la gran contradicción que se vive hoy en día en Millerntor. Una gran parte de la afición está en contra, por ejemplo, del turismo de grada. El campo se ha convertido en una atracción turística más, de forma que cualquier persona que visita Hamburgo parece que tiene que asistir a un partido del St. Pauli. Es el gran riesgo que corre, morir de éxito. Que la extensión de su imagen, de la Jolly Roger, sea cooptada por el capitalismo y pervertida hasta vaciarla de contenido social.