Carlos GIL
Analista Cultural

Al lado de todas las probabilidades

Sigo firmando manifiestos y escribiendo obituarios de amigos y conocidos. La vida sigue entrelazada con la historia, con el tiempo y la memoria que se encabrita. Si hay que seguir reclamando lo obvio, defendiendo lo esencial, propiciando lo necesario es que andamos en un momento histórico bastante complejo, delicado y poco exigente con las actitudes de los individuos en su colectividad. Entre la amnesia, la magnesia, la gimnasia y la procacidad de lenguajes vetustos que vuelven a convertir la cultura en un instrumento utilitario, no en ese eje vertebral de cualquier sociedad, colectivo, pueblo que se precie, aparece una absurda globalización, pero en el sentido de tirar globos de colores sin otro criterio que el coste y los colores.

Estamos aquí, justo al lado de la vía láctea donde confluyen todas las posibilidades y estrellas fugaces, pero no somos capaces de organizar un planeta Cultura que contenga todas las inquietudes, todos los anhelos, toda la imaginación condensada en un do, un plié, una semicorchea o un verso suelto con siete sinalefas. Un planeta donde la diversidad de estilos, de técnicas, y estéticas, de objetivos sea tan amplia como la de especies animales y vegetales hubo en el paraíso. Sin cánones ni comisarios encorsetadiores. Libertinos, desnudos de etiquetas, gozosos, sabiendo que siempre nos quedará un resquicio para nuestra invención o nuestro compromiso con la comunidad de la que emanamos y a la que volvemos de manera irremediable. Estamos justo al lado, muy cerca, pero nos falta un último impulso. O dos. Y una revolución cultural incruenta.