¿QUO VADIS?
LLEGA UN MOMENTO EN QUE ALGUNAS IDEAS SE VUELVEN OBSOLETAS, SIMPLEMENTE CUMPLEN SU FECHA DE CADUCIDAD Y DEJAN DE FUNCIONAR. LOS CUARTETOS DE STANLEY CLARKE Y LARRY CARLTON ESCENIFICARON EL AGOTAMIENTO DE UNA FÓRMULA EN UN DESANGELADO MENDIZORROTZA.

Durante algún tiempo las hombreras parecieron una buena idea, moderna y estilosa. Tan cierto como que su tiempo pasó y no volverá, mal que les siga pesando a algunos diseñadores con bastante sentido del humor. Salvando las distancias, es el mismo dilema que se nos presenta cuando este festival de jazz recibe por enésima vez a artistas como Stanley Clarke y Larry Carlton o, si me apuran, Marcus Miller, Pat Metheny… Ven a dónde quiero llegar.
Ayer mismo evocaba en estas páginas la película “Atrapado en el tiempo”, para tratar de explicar mis impresiones tras la primera sesión en Mendizorrotza. Anoche fui más lejos y comencé a fantasear con la posibilidad de que Bill Murray irrumpiera en el escenario, si no para sentarse al piano al menos para animar un poco aquel trámite eterno. Ojalá. Al menos habríamos tenido algo que contar con cierto relieve. De acuerdo en que nada hacía presagiar que el resultado sería diferente, pero siempre es preferible dejar los prejuicios en casa antes de ver y opinar. La cruda realidad es que el momento de estos músicos ya hace tiempo que pasó; hicieron su aportación más o menos relevante y han quedado completamente desfasados. Es de tontos negar su virtuosismo, pero más allá de eso su música hoy no aporta nada ni parece ir a ningún sitio.
A Larry Carlton le corresponde subir en primer lugar, y lo hace en solitario. Tras la edulcorada introducción se van sumando los músicos de su banda europea –también vestidos con camiseta, vaqueros, y una actitud igual de relajada e informal–, para aportar algo de groove al elegante sonido de su ES 335. Por momentos nos hace pensar en el Wes Montgomery más movido, aunque la cosa va tomando un cariz de smooth jazz con pretensiones de blues-funk que en adelante ya dominará todo el repertorio.
Todos tocan fenomenal, pero nadie suda ni empuja al jefe a desmelenarse, el piloto automático lleva el control. Se suceden algunos clásicos propios (“Sunrise”, “Walk with me”, “Smiles & Smiles To Go” y, por supuesto, “Room 335”), pequeños respiros en forma de baladas y composiciones que remiten al trabajo de Carlton en teleseries de los años ochenta. Pero, aunque agradable, todo suena excesivamente blanco y falto de picante.
Autocomplacencia
El inicio de la segunda mitad de la noche se demoró bastante, así que el descanso entre concierto y concierto fue más largo de lo habitual, pero sin el alboroto característico de esos momentos de compadreo. Significativo. Lo peor estaba por ocurrir: Hastío e incomodidad. Músicos tocando para sí mismos con una autocomplacencia irritante y, lo peor, con un sonido molesto y estridente. Música que se celebra a sí misma, pero no sabe a dónde va ni parece contar nada en absoluto.
Consiguen destruir la belleza atemporal de “Goodbye Pork Pie Hat” (Charles Mingus) o “Black Narcissus” (Joe Henderson) con arreglos de sintetizadores de dudoso gusto, Mike Mitchell aporrea su batería sin cuartel y Stanley Clarke hace de Stanley Clarke. Al menos “Brazilian Love Affair” (George Duke) nos permitió disfrutar del buen hacer de Cameron Graves al piano acústico, la única sorpresa agradable en medio del tedio.
Una reflexión tras una noche agotadora, propiciada por un simple vistazo a las desangeladas gradas del polideportivo: acerca de la vigencia de algunas fórmulas, su tirón popular y un criterio que a veces parece inasequible a las críticas y al propio paso del tiempo. Ese tiempo que transcurre para todos, el mismo tiempo que se encoge y estira en noches tan desalentadoras como esta para los que amamos el jazz.

El Patronato del Guggenheim abandona el proyecto de Urdaibai

El PP amenaza con el exterminio político a EH Bildu y sin tener turno de palabra

El exalcalde de Hondarribia fichó por una empresa ligada a Zaldunborda

«Tienen más poder algunos mandos de la Ertzaintza que el propio Departamento»
