Ramón SOLA
IRUÑEA

Un encierro «made in Miura» para despedir a Rastrojo y Chichipán

Todo olía ayer a Historia, y también a despedida, en el último encierro sanferminero de 2017. Los Miura corren por Iruñea desde el siglo XIX; el mito está justificado solo con ello. Y Miguel Araiz Rastrojo lo ha hecho detrás de esos morlacos, vara en mano, desde hace 45 años, cuando no había televisión, ni antideslizante, ni siquiera gateras en el callejón (se abrieron hace 42). Tampoco se le queda muy a la zaga Vicente Martínez Lezano Chichipán, 33 años arriesgando la vida para llevar a los bureles a los corrales cuanto antes. Estos dos pastores de Caparroso, los más conocidos del encierro de Iruñea junto a Miguel Reta, decían adiós ayer. Se despiden por cuestiones de edad, que no de forma física. Y los Miura les homenajearon con una carrera de las suyas: brutal sí, limpia también. La más rápida, pero con nada menos que trece hospitalizados. Se resumió todo en una escena, espeluznante, tremenda, made in Miura. Los seis astados habían dejado atrás a los cabestros, como acostumbran, y enfilaban ya cuesta abajo hacia la Plaza sin haber pegado una cornada en los 700 metros anteriores. Sin embargo, en la leve curva de Telefónica un grupo de mozos se quedó atrapado en el vallado, en el peor punto posible. El impacto sonó aterrador e hizo temblar las tablas: eran seis torazos lanzados como balas de cañón (el llamado Nevadito dio 660 kilos en la báscula) contra seis chavales inermes, ocho-diez veces menos pesados y notoriamente acojonados.

Volvió a ser cuestión de milímetros. Las elevadas astas «afeitaron» a tres de ellos, rozándoles el rostro; otra impactó en el pantalón de uno de los mozos que estaba subido al vallado, sin enganchar carne; uno más de los jóvenes salió literalmente volando y cayó al suelo tras acunarse sobre dos fieras. Fueron apenas dos segundos, en los que se condensó toda la brutalidad del encierro y también toda la limpieza de los Miura, que no entienden de saña cuando los echan a las calles de Iruñea. De hecho, uno de los seis, de nombre Hurón y 620 kilos, quedó rezagado tras el golpe y tuvo a varios corredores a su merced, pero no hizo nada por cornearlos y decidió seguir a sus hermanos de manada.

Metros antes y metros después hubo otros dos sustos morrocotudos. Primero fue un corredor, de profesión veterinario taurino, quien resultó arrollado por la manada y notó el asta en su cuello. Antes de caer, tuvo tiempo de agarrar el cuerno en un gesto de puro instinto. Y Ya al llegar al callejón, había tanto bípedo apilado que se intuía que los cuadrúpedos tendrían problemas para pasar. Terminaron atropellando a varios mozos en la parte derecha, de nuevo sin cornada. Fue ahí donde un estadounidense de 30 años resultó muy mal parado, con una fuerte herida en la cabeza y un tremendo varetazo (golpe con el cuerno, pero sin cornada) en la espalda. El reloj se paró en dos minutos y doce segundos, que vienen a suponer el encierro más rápido de este año auténticamente vertiginoso. Quedaba solo despedir a Rastrojo y Chichipán. Especialmente emocionado se mostró el primero, sobre todo cuando su familia se acercó a saludarle hasta los corrales de Santo Domingo apenas diez minutos antes del cohete. Araiz cogió en los brazos a su nieto, una de las razones que le ha invitado a «cortarse la coleta».

Cuero cabelludo levantado

De los trece trasladados a hospitales, el peor es ese estadounidense que tiene parte del cuero cabelludo levantado y una herida que se definió como «aparatosa» y que le hizo sangrar profunsamente. Hubo que esperar casi tres horas para confirmar que no tenía cornada, aunque sí el citado varetazo. El traumatismo craneal es muy fuerte.

Trauma de cráneo tenían también un corredor francés de 27 años llevado desde Mercaderes, un navarro de 32 años desde Telefónica y dos de Castellón de 26 y 48. A un participante de Milán (Italia) de 28 le diagnosticaron traumatismo en hombro; a un vecino de Ezkaroze de 26, posible luxación acromioclavicular; a un iruindarra de 44, traumatismo en la rodilla derecha; a un estadounidense de 36, traumatismo torácico-lumbar; a otro navarro de 46, en el húmero... Concluye así una feria con siete corneados, a menos de pitonazo por día. Buen balance.