Alberto PRADILLA
Caracas
PROCESO CONSTITUYENTE EN VENEZUELA

RETOS DEL CHAVISMO Y ASES EN LA MANGA DE LA OPOSICIÓN

La votación de la Asamblea Nacional Constituyente abre un nuevo ciclo para Venezuela. Chavismo y oposición deberán reposicionarse. Los partidarios del Gobierno apuestan por «profundizar» en la revolución bolivariana, mientras sus detractores darán la batalla por deslegitimar el nuevo parlamento.

Sigue vigente la Constitución de Hugo Chávez con algunas modificaciones que hacen falta, sobre todo volver constitucional muchos de los logros y derechos obtenidos a través del Gobierno de Chávez para evitar que en cualquier cambio de Ejecutivo futuro se puedan echar atrás». Eduardo Rothe, periodista de Telesur, explica el objetivo de la Asamblea que saldrá elegida tras las elecciones de hoy. Los comicios suponen un punto y aparte en la que es, probablemente, la crisis más grave del proceso bolivariano desde 1998, al margen del golpe de Estado de 2002. A partir de mañana, tanto el Ejecutivo de Nicolás Maduro como la oposición, que se jugó todo a la carta irreal de suspender los comicios, deberán reposicionarse. La crisis política no parece que vaya a resolverse a pesar de la cita con las urnas.

La apuesta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) por la desestabilización comienza a desinflarse, aunque mantiene focos tanto en el este de Caracas como en zonas como Táchira, Lara o Mérida. Salvo milagro, no parece que hoy se vayan a multiplicar los exiguos manifestantes que en las dos jornadas de huelga y la frustrada «toma de Venezuela» salieron a la calle. Pero los opositores todavía se guardan dos ases en la manga. El primero, el de la batalla por la legitimidad. Aseguran que siete millones y medio de personas tomaron parte en la consulta autoorganizada el 16 de julio. Así que es previsible una guerra de cifras, dependiendo de cuántas personas acudan hoy a las urnas. Al mismo tiempo, los partidarios de la MUD están organizando un Gobierno paralelo en torno a la Asamblea Nacional de 2015, en la que obtuvieron mayoría pero que fue declarada en desacato por el Tribunal Superior de Justicia. Por decisión propia, no estarán representados en la Constituyente, por lo que no están dispuestos a avalar sus decisiones. Siempre han acusado a Maduro de convocar este proceso para pasar por encima de un Parlamento que no controla.

Descartada la asonada militar con la que sueñan algunos opositores, queda un segundo as en la manga: la presión internacional. Es un argumento que se escucha incesantemente en las barricadas que cierran el este de Caracas. Esperan que la salvación llegue de fuera, provocando el colapso del sistema. Un ejemplo: varias aerolíneas han suspendido sus vuelos a Venezuela en los últimos días, lo que genera una mayor sensación de aislamiento. Falta ver qué hará el presidente de EEUU, Donald Trump, quien ha amenazado con sanciones a partir de mañana, cuando se instale la Constituyente. Uniendo ambos puntos: ¿podría llegar un momento en el que Washington reconozca una administración diferente a la de Maduro?

La situación interna de la oposición no es fácil, a pesar de que intentan proyectar una imagen de fortaleza. Da la sensación de que están dispuestos a quemar el cronograma pese a que algunos pasos no les hayan salido como esperaban. Y esto puede abrir una crisis entre las diferentes familias. Es un sector de frágil cohesión, siempre enfrascado en luchas internas. En este contexto, los sectores más duros aprovechan para escalar posiciones acusando de tibieza a sus dirigentes. Recordemos que Leopoldo López, ahora en arresto domiciliario, ganó posiciones aprovechando que el entonces candidato, Henrique Capriles, era acusado de poco beligerante con el chavismo.

Problemas reales

Sería un error para el Gobierno bolivariano considerar que el descrédito de la estrategia opositora basta para garantizar su estabilidad a largo plazo. Son reales los problemas económicos, las ineficiencias y la eterna inseguridad. Un ejemplo: el jueves, decenas de personas hacían cola en Gato Negro, una comunidad del oeste de Caracas, a la espera de la llegada de un camión con alimentos básicos como harina pan, mantequilla o pasta. Allí se palpa el enfado, incluso en bases chavistas. Un descontento que se suma a la erosión natural de un movimiento que lleva en el poder casi dos décadas. En este punto, la beligerancia de la oposición vuelve a ser un «regalo» para el chavismo. Si se puede hablar así de un ciclo de confrontación que ha dejado más de 100 muertos. Existe un núcleo de personas que, aun no satisfechas con la actual gestión, no están dispuestas a seguir a Capriles o López. Los bloqueos y la violencia han servido para aislar a sus promotores, aunque fuera se vendan como la expresión de una revuelta contra un «Gobierno autoritario».

Tampoco se puede pasar por alto que en el chavismo existen grietas. Por un lado, quienes consideran que Maduro no ha sido lo suficientemente contundente con los promotores de las «guarimbas». En el otro extremo, los que no comparten la convocatoria de la Constituyente.

Ahí está, por ejemplo, la deserción de Luisa Ortega, fiscal general del Estado, antigua aliada del Gobierno y actual azote del proceso. ¿Podría ella representar a un sector descontento con el actual estado de las cosas pero que no quiere acercarse a la oposición tradicional? El chavismo mantiene un bloque de votantes fiel y nada desdeñable. Sin embargo, recuperar a los sectores descontentos con la marcha del país en los últimos años es la garantía para que el proceso siga adelante.

La «profundización» es una de las palabras que más se escuchan en las bases bolivarianas. Pero eso tiene que concretarse en políticas públicas que reviertan las dificultades que padece actualmente la población venezolana y que incidan en la universalización de derechos como la sanidad, la educación o la vivienda. Con un bloque opositor dispuesto a boicotear todo el proceso, no lo tendrán fácil los 545 asambleístas.

 

Votos clandestinos en las zonas controladas por la oposición

«Nos vamos a quedar en Fuerte Tiuna por seguridad, aunque personalmente no tengo miedo; en 2002 (cuando tuvo lugar el golpe de Estado contra Hugo Chávez) ya me tocaron las cacerolas y me grafitearon la casa». Así habla una mujer anciana, miembro de mesa de un centro de votación del este, que tuvo que desplazarse al Poliedro, en el suroeste, para organizar las votaciones. No es la única. Miles de personas deberán acudir a las urnas en dos centros de contingencia o en colegios que no les corresponden porque los suyos están cerrados por opositores o amenazados. «Me han mandado mensajes avisando de que si me atrevo a salir mañana me arrepentiré», explica. La situación es delirante. Esta señora habrá dormido fuera de su casa por miedo a sus vecinos, ejercerá como miembro de la mesa durante toda la jornada y está preocupada por cómo movilizar a los pocos chavistas que residen en su barrio, que no quiere identificar. Propone un plan: salir de dos en dos, con la excusa de ir al mercado o a dar un paseo, y ser trasladados al Poliedro, un centro de convenciones convertido en gran colegio electoral para quien no puede votar cerca de su casa.

Otra mujer se suma a la conversación. «Yo votaba enfrente de mi casa. Pero ahora está cerrado y estamos instalando las mesas en el Poliedro», dice. Es vecina de la Parroquia El Valle, uno de los pocos puntos en el oeste donde los opositores se han hecho fuertes. Resignada a depositar su papeleta a varios kilómetros de su casa, se pregunta qué ocurriría en otro país en una situación similar. «Eso de quemar vivas a las personas, apuñalarlas... Nunca en 67 años lo había vivido», argumenta, señalando que ni siquiera puede salir de su casa con una camiseta roja, identificada con el chavismo.

Un tercer caso. Una joven que tenía que votar en el Estado Trujillo se desplaza hasta Caracas para unas gestiones. Cuando va a regresar le advierten de que en las inmediaciones de su domicilio han cerrado las vías y que no podrá regresar. Así que ha acudido al Poliedro para preguntar si puede depositar su voto en Caracas. Finalmente, podrá hacerlo, ya que ese lugar está habilitado para los municipios amenazados, incluso si están fuera de la capital.

Aunque el territorio netamente controlado por la oposición se limita a los barrios pudientes del este, también se producen ataques en zonas populares. Es el caso de Petare, barriada humilde de más de 800.000 habitantes. Allí, Yesith Castillo, portavoz de la comuna socialista 4 de Febrero, muestra los daños registrados en un infocentro (lugar público con ordenadores) que iba a ejercer de colegio electoral. Jóvenes del barrio («pagados», asegura) le atacaron e intentaron prenderle fuego. Esto ha obligado a trasladar el material electoral a un centro cercano. La preocupación de Castillo ayer era garantizar la seguridad de todos los que acudan a votar. Votar de modo clandestino en un país en el que gobierna tu opción política es uno de esos fenómenos surrealistas de esta Venezuela donde todo no es lo que se presenta con brocha gorda.A. PRADILLA