Ni Makwala ni Van Niekerk; Guliyev se cuela entre todos
Carter y Taylor lideraron el «doble doblete» estadounidense en los 400 metros vallas femenino y el triple salto masculino.

Pues ni Van Niekerk ni Makwala. El turco-azerí Guliyev se coló de rondón en una final de 200 metros de más emoción que calidad para «por medio tubular» –que dirían los viejos cronistas del ciclismo– llevarse el oro, siendo este el segundo triunfo para un atleta blanco tras el logrado en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 por el sospechoso velocista heleno Kostas Kenteris.
Resultó un fin de fiesta algo anticlimático, y más tras las dos finales anteriores, con «doble doblete» estadounidense, así en el triple salto masculino como los 400 metros vallas femeninos. En la prueba de velocidad, por cierto, otra sorpresa que saltó, ya que la campeona olímpica Dalilah Mohammad se vino abajo en la recta final en favor de su compatriota Kori Carter, que se llevó el oro corriendo desde la calle nueve. Entre los saltadores, en cambio, el favorito Christian Taylor supo gestionar la presión al que lo fue sometiendo Will Claye –de hecho, Claye tuvo una final mucho más regular, casi siempre por encima de los 17,50 metros–, para llevarse su tercer entorchado mundial, gracias a un brinco vencedor de 17,68 metros, solo cinco centímetros más lejos que su compatriota. Eso sí, los 18,29 metros de Jonathan Edwards, presente en el Estadio Olímpico, siguen presidiendo el ranking de todos los tiempos de esta especialidad.
Sin jamaicanos desde 2003
Por primera vez desde 2003 la final del doble hectómetro se presentaba sin jamaicanos. Y a partir de la curva, Isaac Makwala, que en la presentación fue, junto con el británico Mitchell-Blake quien más aplausos se ganó, tampoco compareció.
Agotado tras hacer dos carreras en la víspera y soportar un nivel terrible de estrés, los últimos metros se le eternizaron al botswanés, al tiempo que Van Niekerk, que en semifinales padeció para llegar a la final, parecía postular por el oro.
Guliyev y el tleta de Trinidad y Tobago Jereem Richards, empero, dijeron que nada estaba escrito, e impidieron al sudafricano emular a Michael Johnson. Al menos sí el euroasiático, porque el caribeño se tuvo que conformar con el bronce por una milésima de segundo.
En comparación, la mejor final fue la de triple salto, con Claye y Taylor instalados por encima de los 17,50 metros, al tiempo que los 53,07 de Kori Carter en la finalísima de los 400 metros vallas fueron los mejores registros individuales de las finales de anoche.
A Dalilah Mohammad, que partía antes de la final con el aval de tener la sexta mejor marca de todos los tiempos, le pudieron las ganas. Su arrancada emuló al noruego Warholm, solo que Kory Carter, de a poco, fue poniéndose a la par de su compatriota para encarar así juntas –por la calle nueve y la cuatro– la recta final, que es el potro de tortura de toda carrera de 400 que se precie.
Cuando se suponía que la lógica se iba a imponer, pues no lo hizo. Carter siguió a lo suyo, al tiempo que el bajonazo de Mohammad fue evidente. En la pelea por la medalla de bronce, la jamaicana Tracey fue más consistente que la checa Hejnová y pudo dar una pequeña alegría a una isla del caribe que vive un Mundial algo gris.
Un trío para 200 metros
De cara a la jornada de hoy, las semifinales de 200 metros femenino dejó un triple empate entre Dafne Schippers, Marie-Josée Ta Lou y la bahameña Shaunae Miller-Uibo –que no se lesionó, sino que la privó del oro de los 400 metros el agotamiento puro y cruel– clavaron sendos registros de 22,50 segundos para llevarse sus respectivas series, de forma que parecen las claras favoritas para esta noche.
Hubo alguna que otra marca grande, más allá de las finales. El alemán Johannes Vetter superó los 83,00 que exigía la organización para acceder a la final de lanzamiento de jabalina hasta dejar esa marca en una miniatura: 91,20 metros, cuarta mejor marca del año. Con 94,44 metros, Vetter ostenta el mejor registro de la campaña; de hecho, suma dos de los cuatro mejores tiros, siendo su compatriota Thomas Röhler su gran rival. Aunque Röhler, que acredita más de 93 metros este año, ayer se conformó con pasar por escasos centímetros lo mínimo que se exigía para la final.
Como siempre ha de haber alguna sorpresa, esta saltó en las primeras rondas eliminatorias de los 1.500 metros masculinos. Nada menos que el campeón olímpico en Río, el norteamericano Matthew Centrowitz se quedó sin gas en una carrera lentísima, dejándose sus opciones en los 100 metros finales. Sin llegar a ese extremo, el keniano Ronald Kwemoi, que este año acredita sobre los tres minutos y medio, calificó por tiempos y de puro milagro.

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