Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «Descontroladas»

Evasión o cautiverio

Después de una ruptura amorosa traumática y humillante, la ya-no-tan joven Emily convence a su no-tan-mayor madre para pasar juntas unas vacaciones que les ayudarán a desconectar de sus problemáticas vidas... y quién sabe si a fortalecer los lazos de sangre. Hasta aquí todo bien; todo apetecible. De hecho, durante los primeros días de escapada, la experiencia se descubre como un acierto total. El Sol brilla, los paisajes cautivan por su belleza, el alcohol es barato y hasta parece que el amor sonríe de nuevo a las antaño desdichadas... Hasta que llega ese punto de inflexión. El que tanto temen las protagonistas; el que tanto espera la audiencia.

El nuevo film de la factoría Paul Feig bebe del carisma (no tanto del ingenio) de uno de los astros de la comedia femenina moderna. Amy Schumer protagoniza y coescribe el guion de esta alocada aventura de supervivencia en la que una madre y una hija en permanente crisis, deberán aparcar sus diferencias para escapar de las garras de una peligrosa banda criminal que pretende secuestrarlas.

La película es una clase magistral de economía cómica. Vista y analizada con frialdad, llegamos a la conclusión de que los golpes de efecto que deben provocar nuestra risa se pueden contar con los dedos de una sola mano. Lo que pasa es que el director Jonathan Levine los explota de manera mucho más sabia de lo que muestran sus atropelladas apariencias. Sin que nos hayamos podido dar cuenta, la propuesta se ha convertido en una oda al “running gag”. Es decir, a esas bromas que se repiten, una y otra vez, aumentando su intensidad en cada réplica. Con esto y poco más, se obra el -discreto- milagro de la relatividad. Hora y media de metraje se antoja como poco menos de diez minutos. Un lapso de tiempo insignificante que, en efecto, poco o nada nos ha aportado... aparte, claro está, de ese sentido de divertida evasión que le pedimos siempre a nuestras vacaciones.