Raimundo Fitero
DE REOJO

Una letra

Para muchos de los jubilados que salieron a la calle el pasado viernes les dices con tono tronante: letra y les da un pasmo. Antes se firmaban letras para comprar una mantelería, una nevera, un coche o un piso. Las famosas letras de cambio fueron una manera de entender un progreso que nos ha llevado a un encefalograma político plano. Por eso, a veces, una letra, en este negocio de juntarlas, puede ser el parnaso o la penitencia. Reinado y peinado. Una letra. No pongo más ejemplos.

Me encanta lo de los reyes españoles de cena en cena como la falsa moneda. Su reinado, por un peinado. La periodista se ha convertido en un personaje de un “Sálvame” sin calorías. El cuñado de Urdangarin es un bulto sospechoso que camina delante de la periodista y que discursea como si los súbditos fueran de cartón piedra. ¿Cuánto tiempo de peinado es necesario para que el pueblo soberano empiece a empoderarse de su propia soberanía? ¿Cuánto tiempo de reinado para demostrar su inutilidad?

Si la defensa de la monarquía española actual se hace con los argumentos del reprobado ministro de Justicia, ese que “El Bigotes” retrató de manera taleguera perfecta: «Va vendiendo chochonas por las teles pidiendo justicia ejemplar», significa que como todo es mentira, no hay verdad alguna. O sea, los electos tienen menos valor que los impuestos. No van a cenar Colau y Torrent con el rey zarzuelero por razones políticas, claro está. La huelga del día 8 es política, obvio. Catalá, el reprobado hace política, pero totalitaria.

Por eso la letra del rapero Valtonyc no me gusta demasiado pero sí sus argumentos para defenderse de una sentencia vengativa. Estuvo en La Sexta, acorralado por los impresentables ultras. Menos mal que Fito vino con sus letras a deletrear lo obvio: libertad no es censura. O viceversa.