Pablo GONZÁLEZ
Periodista
ELECCIONES PRESIDENCIALES

Rusia, condenada al éxito de Vladimir Putin

La victoria en las elecciones presidenciales del actual mandatario ruso, Vladimir Putin, despeja varias dudas de golpe. Los comicios han sido del agrado del Kremlin, el apoyo al candidato oficial ha sido masivo. Por otro lado, la oposición clásica se desinfla y hace más urgente la necesidad de buscarle una alternativa funcional.

La victoria de Vladimir Putin en las elecciones presidenciales rusas era un hecho desde el momento en el que decidió presentarse. Por obra propia y demérito de sus oponentes, nadie iba a poder cuestionarle la victoria en un panorama político esquilado a medida. Por ello, cobraban importancia otros números como la participación, el apoyo total que iba a recibir, o su papel en las grandes ciudades, especialmente la capital Moscú. Todos estos indicadores debían hacer termómetro sobre la aceptación con la que empezaría su última, teóricamente, etapa en el poder.

El primer triunfo ha sido la participación, un 67,49% del electorado ha acudido a depositar su voto. Es el mayor nivel de la era Putin a excepción de sus primeras elecciones presidenciales, en 2000, cuando el 68,7% acudió a las urnas. Este porcentaje ha sido una sorpresa para los expertos, que auguraban una participación en torno al 60%-65%. Sin embargo, los mejores números, récord en la Rusia postsoviética, los ha obtenido en porcentaje y número total de votos. Nadie, ni el propio Putin, ni siquiera Boris Yeltsin, había conseguido antes el apoyo de 56,4 millones de electores, es decir, el 76,69% de los votos.

Por todo ello, era lógico que, que sobre las 23:00 horas, cuando apareció por primera vez ante las cámaras, Putin mantuviera una sonrisa casi permanente, algo que no es tan habitual en el líder ruso. Y en esa primera aparición ante su equipo en estas elecciones dejó varios titulares que despejaban algunas dudas sobre su futuro. Dado que en Rusia la ley no permite más de dos mandatos consecutivos, Putin se encontraría, en teoría, ante su última etapa presidencial. En 2008, prefirió ser primer ministro a hacer cambios constitucionales, algo que le hubiera sido más que sencillo con un Parlamento entregado en el que Rusia Unida dominaba con mayoría absoluta.

Preguntado sobre si tiene pensado llevar a cabo reformas constitucionales ahora que ya ha sido reelegido, aseguró que «todos los cambios tras la inauguración (de la legislatura), pero (en relación a la permanencia en el cargo) no planeo ninguna reforma». Acto seguido se le preguntó si en ese caso tenía pensado volver en 2030. Putin recurrió a la ironía para decir: «Eso tiene gracia, ¿tengo que estar hasta los 100 años? No, no». Con estas dos preguntas y respuestas se despejaba, aunque sea de momento, la principal incógnita, la de si Putin tenía en mente cambiar de opinión con unos buenos resultados ya en la mano.

Más tarde tuvo su baño de masas en el concierto organizado con motivo de las elecciones cerca de la Plaza Roja. Hizo una aparición corta, como casi siempre en actos públicos en escenarios abiertos, pero si hace seis años el presidente electo soltó unas lágrimas, esta vez dejó un eslogan bastante llamativo al dirigirse a los presentes: «¡Estamos condenados! ¡Al éxito! ¿Sí?». Y la multitud le devolvió un sonoro «¡Sí!». Este fue el fin de fiesta de unos comicios que, además, dejaron un enorme incremento del apoyo a Putin en Moscú, donde obtuvo un 70,88% de los votos frente al 46,95% de las elecciones de 2012.

Dato curioso fue el registrado en la península de Crimea, donde el reelecto presidente ganó con el 92,15%, el segundo porcentaje más alto de todas la regiones rusas. La UE ya ha anunciado que no reconocerá las elecciones en Crimea, algo que automáticamente debería suponer el no reconocimiento de las presidenciales en su conjunto, pero eso es algo que no va a ocurrir y le resta peso a la reacción europea. Incluso los rusos residentes en el extranjero o los que se encontraban de vacaciones acudieron en gran número a votar a los consulados. Los medios rusos otorgaron especial relevancia al 52% de los votos cosechados por Putin en Londres, donde reside gran número de exiliados políticos rusos.

Tras la victoria, lo primero que hizo, ya ayer, Putin fue reunirse con los demás candidatos para informales de sus intenciones. Sus prioridades para este mandato van a ser la defensa y la economía. En el primer ámbito lleva tiempo invirtiendo y eso le está dando buenos dividendos políticos en el país, deseoso de volver a tener un músculo militar poderoso como en la época soviética. Pero este esfuerzo en defensa no le sienta bien a la economía rusa, y menos en una época de guerra abierta con Occidente de sanciones y contrasanciones. Quizás por ello, una de las primeras declaraciones del Putin vencedor fuera remarcar la «estratégica relación» con China, un campo en el que seguirán ampliando la colaboración.

Entre los demás candidatos, pocas sorpresas. Han obtenido los resultados que más o menos les pronosticaban los expertos. El populista Vladimir Zhirinovskiy es a quien peor le han sentado. No ha perdido muchos votos, unos 300.000 (0,6%), pero fue el más crítico con «un sistema donde no hay elección real». El candidato del Partido Comunista, Pavel Grudinin, no ha repetido el resultado del formación de hace seis años al perder más de 3 millones de papeletas (5,5%), pero se mostró resignado y menos combativo que Zhirinovskiy.

Otros tres candidatos –Boris Titov, Maxim Suraikin y Serguei Baburin– no han llegado ni al 1% de los votos. Y en el duelo liberal, el veterano Grigori Yavlinskiy (1,04%) ha perdido la batalla frente a la primeriza Xenia Sobchak (1,67%). Eso deja a la estrella televisiva en buena posición dentro de la parroquia opositora extraparlamentaria.

Ella intentó reforzar su éxito –su 1,2 millones de votos lo es, sin duda– acudiendo al plató donde se encontraba Aleksei Navalniy, el líder opositor más popular y quién, por una decisión judicial, no pudo participar en los comicios. La jugada no le salió como esperaba.

En una emisión por internet en directo, Sobchak ofreció a Navalniy colaboración plena en un proyecto político común. Algo a lo que él se negó al acusar a Sobchak de ser cómplice del Kremlin. Además, Navalniy desveló en directo que la propia Sobchak le dijo que le habían ofrecido una gran cantidad de dinero por participar en las presidenciales. Sobchak lo negó todo e intentó no polemizar con la figura más popular entre los opositores a los que ella quiere liderar. Lo va a tener difícil. Figuras como Boris Nemtsov, Mijail Kasyanov o Garri Kasparov, con más experiencia y apoyo, ya han fracasado antes.

Es pronto todavía para hablar de la sucesión de Putin, pero este será sin duda uno de los temas claves de su última y larga etapa en el poder. Llega el tiempo de las quinielas según su elección para puestos claves del Gobierno y en las regiones. Vladimir Putin sabe que tiene el crédito necesario para poder pensar con calma cómo y quién le va suceder. Seguro que es un apartado que traerá sorpresas.