Raimundo Fitero
DE REOJO

Revilla

No existe precedentes de un telepredicador populista que consiga batir récords de audiencia cada vez que aparece en un programa sin necesidad de decir otra cosa que lo que dice mi cuñado en la taberna a partir del tercer txikito. Miguel Ángel Revilla le dio el miércoles a “El Hormiguero” ser el programa más visto del día. Además, en el arranque se mantuvo con una tensión teatralizada magnífica de tal modo que obligó a Pablo Motos a retrasar la entrada de la publicidad. Manda en los platós.

Cada vez que aparece en la tele y acostumbra a ser casi cada día me asalta la misma duda, ¿sigue siendo presidente de Cantabria? Institucionalmente no sé cómo andará, no existen noticias de escándalos gordos, pero pregunto si alguno de los presentes es capaz de mencionar a un miembro de alguno de sus gobiernos. Nada se sabe, apenas se conocen algunas acciones puntuales que Revilla se encarga de promocionar por la tele. Sí, parece ser lo que convenimos en llamar un hombre campechano, sin ínfulas, parece asequible, pero no hay que despistarse: es una estrella mediática que vende perfectamente sus mensajes ecuménicos, como si su pasado, su idea conservadora del mundo fuera adaptable al canal televisivo donde le contratan o tan flexible que puede parecer una cosa al principio de la frase y otra al finalizar

Se podría pensar que se le invita porque da audiencia y se le trata como si fuera un entretenedor, no como un político de fuste que analiza y hace proposiciones sustentadas en alguna ciencia social. Hasta hay momentos en que parece como si se rieran algo de sus apreciaciones pasiegas de los acontecimientos más noticiosos del día. Lleva muchas horas de televisión. Siempre da juego. El efecto Revilla es un placebo populista. Lo simplifica todo de tal manera que hace parecer un estadista a Rivera.