EDITORIALA
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Lo que el Estado español teme es la democracia

La cumbre Unión Europea - Balcanes Occidentales se celebró ayer en Sofia sin la presencia del presidente del Ejecutivo español, Mariano Rajoy. En su lugar participó como representante del Estado el embajador español ante la UE. La razón de la ausencia de representantes del Gobierno fue la presencia de Kosovo en dicha reunión. Como es bien conocido, el Estado español es de los pocos países del mundo que todavía no han reconocido la independencia de este pequeño país balcánico. Esa actitud resulta todavía más incomprensible cuando en dicha cumbre sí iba a participar Serbia. Ridículo. Es más, el anfitrión, el primer ministro búlgaro, esperaba lograr avances en las relaciones entre Serbia y Kosovo.

Según filtraron fuentes diplomáticas españolas, ni siquiera el reconocimiento por parte de Serbia sería condición suficiente para modificar su posición. Esta cerrazón revela los complejos que arrastra España con respecto a la independencia. Complejos que son fruto de la absoluta incapacidad para dar una respuesta política a la cuestión nacional. Las élites españolas han dinamitado cualquier atisbo de Estado plurinacional y en este momento no tienen oferta política ni para Catalunya ni para Euskal Herria. Tal es la debilidad de su posición política que precisa seguir inventando operaciones policiales, allí donde no debería haber más que cumplimiento de resoluciones judiciales, simplemente para continuar estirando la imagen de conflicto violento a fin de esconder sus propias miserias.

La independencia es una palabra maldita en el diccionario español. Bloquea cualquier manifestación de cordura, cualquier juicio ponderado o cualquier declaración razonable de sus dirigentes; y lo que es peor, desata todos sus miedos atávicos, todas las desconfianzas y todas las obsesiones acumuladas durante siglos. Pero a lo que realmente temen sus dirigentes es a lo que subyace, a la perspectiva de perder sus privilegios, a la verdadera democracia y a la toma de decisiones por los pueblos y la ciudadanía.