Alberto PRADILLA
CARACAS

La baja afluencia y la presión externa marcan la victoria de Maduro

Nicolás Maduro resultó vencedor en las elecciones presidenciales en Venezuela con más de 6 millones de votos. La clave, sin embargo, está en la participación, de un 46%, la más baja desde 1958. La oposición desconoce los resultados, convoca movilizaciones y exige nuevos comicios en un plazo de seis meses. Diversos actores internacionales incrementan la presión sobre Venezuela, que sufre una grave crisis económica.

Nicolás Maduro competía contra tres elementos en estas elecciones: sus candidatos rivales, Henri Falcón, Javier Bertucci y Reinaldo Quijada; la oposición dura, que llamaba a la abstención; y la grave crisis económica, que ahoga a buena parte de la población. Pasó la prueba, venciendo en los comicios con más de seis millones de votos de un censo de veinte. Sin embargo, se ha dejado millón y medio por el camino.

En estas elecciones, en las que votaron 9.132.655 de venezolanos, se registró la participación más baja desde que fue derrocado Marcos Pérez Jiménez en 1958, con un 54% de abstención. Todo ello, en medio de un contexto de hiperinflación que es lo que verdaderamente preocupa en el país. «Esta es nuestra última oportuni- dad», en relación a resolver las estrecheces monetarias, es un comentario que se escucha mucho entre las bases chavistas.

En cifras absolutas, Maduro obtuvo 6.190.612 votos, mientras que el segundo en liza, el exgobernador Henri Falcón, logró 1.917.036 sufragios. Por detrás, el expastor evangélico Javier Bertucci, con 988.761 votos y Reinaldo Quijada, con 36.246.

Hace cinco años, Maduro se enfrentó a Henrique Capriles, ahora inhabilitado y entonces líder de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), sobrepasó los 750.000 votos, sacando más de 250.000 a su rival con una participación que rozó el 80%.

Bajo perfil

Las movilizaciones son un termómetro que se basa en sensaciones, no en datos empíricos. La celebración del domingo en el palacio Miraflores mantuvo el tono de la campaña: bajo perfil. Nada que ver con las dos últimas presidenciales, en las que las inmediaciones del palacio gubernamental se colapsaban con una tremenda fiesta. Había gente, sí, pero el ambiente era más frío. El chavismo se debate entre el triunfalismo (quizás excesivo, teniendo en cuenta lo que se deja por el camino) y cierta decepción por la baja participación.

«Maduro debe mejorar los recursos que ha dado al pueblo, tiene que mejorar la economía y otros asuntos en los que ha fallado», decía María Moreno, una mujer entrada en años que participaba en la celebración.

Eduardo Rothe, periodista de TeleSur, considera que estos son «los seis millones puros y duros» de votantes chavistas. Los que salen adelante con la maquinaria del PSUV bien engrasada. Un apoyo firme, cree, que se basa en la confianza en las medidas que pueda poner en marcha el Gobierno para levantar la economía.

En su opinión, estas se basarán en «atacar a los sectores especulativos». Descarta, por tanto, fisuras en el bloque de Maduro, más allá de las que se produjeron en el pasado, con la marcha de Marea Socialista y otros sectores afines.

El domingo, en Miraflores, el reelegido presidente se mostró triunfante. Abrió la puerta al diálogo con sus rivales y marcó una hoja de ruta basada en la economía. No podía ser de otro modo, ya que esta es la gran preocupación en las calles.

División de la oposición

La oposición llegaba a los comicios dividida entre quienes concurrieron a las urnas, como Falcón, y sus antiguos aliados de la MUD, que abogaban por abstenerse. El día después de elecciones, ambos sectores se unieron al desconocer los resultados.

El candidato lo hizo antes incluso de que Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral, anunciase los resultados, pasadas las 21.00 horas (03.00, en Euskal Herria). El Frente Amplio Venezuela Libre, donde se agrupan Voluntad Popular (el partido de Leopoldo López), Primero Justicia (de Julio Borges), y sectores de la sociedad civil y la Iglesia católica, ya tampoco reconocen los comicios.

El presidente de la Asamblea Nacional, Omar Barboza, anunció protestas para el sábado. No dio más detalles. Las últimas convocatorias no han sido exitosas. El miércoles, apenas un millar de personas se reunió en el este de Caracas para pedir la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA). El domingo, en las iglesias del este de la capital, estaban convocados actos de rechazo a los comicios, pero no tuvieron impacto.

Falcón y los opositores que pedían abstenerse no solo coinciden en deslegitimar las elecciones. También se han puesto de acuerdo en reclamar nuevos comicios para dentro de seis meses. Habrá que ver si se sientan con el Gobierno a negociar, pero tras el fracaso del diálogo de febrero, en el que debían fijarse las condiciones para la cita con las urnas del domingo, resulta impensable que el chavismo acepte unas nuevas presidenciales.

Con la antigua MUD sin contarse en las urnas, Falcón podía haber aprovechado para erigirse como líder de una oposición que aceptaba las reglas del juego. En un contexto de gravísima crisis económica, da la sensación de que la oposición carece de un plan, más allá de acudir a instancias internacionales. El agotamiento de las protestas y la violencia en agosto de 2017, con más de un centenar de muertos, han dado paso a un impasse en el que los contrarios al chavismo miran más hacia el exterior.

En ese campo, el diplomático, han tenido éxito y la cascada de reacciones de no reconocer los resultados electorales, como ya habían adelantado muchos países –con EEUU al frente– posicionándose junto a la MUD, no se hizo esperar.

Es habitual que se hable de la división dentro de las filas del chavismo y se establezcan diferentes familias, especialmente desde la desaparición de Chávez. Como en cualquier movimiento político, existen diferencias, aunque no se expresen en público. Sin embargo, no parece que estas vayan a aflorar en este contexto, en el que se percibe la amenaza exterior, lo que ha cohesionado el voto o, al menos, la posición de cara al exterior.

El reto para este sector está en cómo recupera el millón y medio de votos que se ha dejado cuando la situación económica se deteriora por momentos. Muchos ciudadanos no quieren saber quién es el responsable, sino poder tener un mayor desahogo. Lacras como la corrupción no favorecen a la hora de ganar confianza entre la población.

Cuestiones macropolíticas al margen, el lunes poselectoral deja una certeza: que la gran preocupación de los venezolanos está en el bolsillo. Las colas siguen formando parte del paisaje de Caracas, los precios mantienen el alza y el efectivo sigue desaparecido. Maduro ha ganado las elecciones y tiene urgencias por delante. Habrá que ver cómo gestiona un contexto en el que tratarán de aislarlo cada vez más.

Zapatero insiste en el diálogo y pide canalizar las denuncias

El expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero insistió en la necesidad «imperiosa» de un diálogo político para forjar acuerdos de paz entre el Ejecutivo de Caracas y la oposición y pidió a los candidatos derrotados, Henri Falcón y Javier Bertucci, canalizar sus denuncias ante el Consejo Electoral (CNE). «Tienen derecho a impugnar los hechos que han puesto encima de la mesa, forma parte del ejercicio democrático, y esa impugnación tendrá que sustanciarse a través de los cauces contemplados» en el CNE, señaló a Efe. Falcón y Bertucci denunciaron más de 1.000 irregularidades y pidieron repetir los comicios. Para Rodríguez Zapatero, «más allá» de esas denuncias «mañana tenemos un Gobierno, una oposición, unos problemas económicos muy importantes y unos problemas sociales que van a necesitar seguramente cambios por parte de todos».

El líder opositor Antonio Ledezma criticó la labor de mediación de Zapatero y le responsabilizó del «diálogo fallido» entre Gobierno y oposición.GARA

EEUU impone nuevas sanciones tras la «farsa»

EEUU, Canadá, la Unión Europea (UE) y una docena de países de América Latina habían adelantando que desconocerían los resultados y amenazando a Venezuela con un creciente aislamiento. EEUU fue más allá y prometió tomar «rápidas medidas económicas y diplomáticas» para «apoyar la restauración de su democracia», tras tildar de «farsa» las presidenciales. Una amenaza que Donald Trump materializó poco después al imponer nuevas sanciones al Gobierno venezolano, al limitar a Caracas la venta de deuda y activos públicos en territorio estadounidense y prohibir toda transacción económica con los organismos públicos, incluida la estatal petrolera PDVSA, que pueda servir para financiar al Estado.

El Gobierno español señaló que, junto a sus socios europeos, «estudiará la adopción de medidas oportunas», tras recordar que el 19 de abril, la UE detalló una serie de condiciones que debían cumplirse para que las elecciones fueran consideradas «libres, transparentes y creíbles». También Londres aseguró que las elecciones no fueron «ni libres ni justas».

Catorce países del Grupo de Lima –Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Perú, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Santa Lucía– acordaron llamar a consultas a sus embajadores y actuar para bloquear fondos internacionales destinados a Caracas.

Entre quienes felicitaron a Nicolás Maduro por su reelección, Pekín pidió que se respete la decisión del pueblo venezolano, mientras Vladimir Putin le transmitía a Maduro su disposición a seguir impulsando la cooperación bilateral. La Cancillería rusa acusó a EEUU de injerencia y de tratar de poner impedimentos a las elecciones.

Irán calificó los comicios de «gran éxito para la democracia» en el país y pidió a la comunidad internacional que respete los resultados.

Sus principales aliados en América Latina, Cuba y Bolivia, felicitaron a Maduro por su «contundente victoria» ante –en palabras de Evo Morales– «el golpismo y el intervencionismo del imperio norteamericano». El Salvador consideró estas elecciones «un paso fundamental en su avance democrático».GARA