Xole ARAMENDI
IRUÑEA
Elkarrizketa
GIOCONDA BELLI
POETA Y NOVELISTA FEMINISTA

«Las mujeres jóvenes tienen una posición muy destacada en la rebelión»

Confiesa que la escritura y el ejercicio de la política no son sino el intento de entenderse a sí misma. «Trato de vivir una vida que tenga sentido y sentir que cuando me muera no lo haga con las manos vacías», afirma. Ayer presentó en Iruñea «Rebeliones y revelaciones» (Txalaparta), obra donde hilvana retazos de sus experiencias como mujer, escritora y militante. [Vídeo resumen (10') | Avance de su último libro]

En ocasiones una teme conocer a una autora querida por miedo a una posible decepción. Preferimos quedarnos con su obra y no ponernos frente a frente con la persona que está detrás. No es el caso de Gioconda Belli. Llega a la cita con su inconfundible melena rizada –no aparenta los 70 años que cumplirá en unos meses– y en un primer momento en su rostro destacan la viveza de sus ojos y la generosidad de su sonrisa. Durante la conversación esa sonrisa se convierte en una risa llena de franqueza. Hablamos del oficio de escribir, de la Revolución Sandinista, de nietos –tiene cuatro hijos y cinco nietos– y nos encontramos con una mujer llena de curiosidad –al final de la charla nos pregunta por la situación del euskara–, de vitalidad y de optimismo. Una mujer que sonríe a la vida pese a sus embates.

¿Cómo ha vivido los últimos acontecimientos de su país?

Es una coincidencia que el libro salga en este momento en que en Nicaragua estamos teniendo una rebelión. Desde el 19 de abril estamos teniendo una verdadera insurrección cívica de la población contra once años de Daniel Ortega en el poder. Yo pensé que no lo iba a ver. Vivimos una revolución bella y difícil y vimos que alguien que era compañero nuestro se convirtió

en el tirano otra vez y que los símbolos que uno amaba –la bandera, la música– fueron manipulados para convertir el sandinismo en una marca personal de un tipo. Yo pensaba que era difícil quebrar eso que era como un embrujo sobre la gente, pero al final nos dimos cuenta que el embrujo no era tal, sino miedo.

Los acontecimientos la pillaron en Madrid, acompañando a Sergio Ramírez, y no vuelve a Nicaragua hasta junio. ¿Es duro vivirlo desde la distancia?

Alguien dijo que la revolución no iba a ser televisada, y ahora sí lo es. He estado fuera pero he estado viendo todo gracias a las redes sociales. Ha sido muy hermoso, cientos de miles de personas han salido como nunca se había visto. Hemos visto cómo una protesta pacífica contra una reforma de la seguridad social ha sido atacada y reprimida muy duramente. Mandaron una pandilla a acallar a la gente. Ya lo habían hecho anteriormente, pero esta vez fue filmado y es lo que originó esta ola de indignación nacional. El resultado ha sido más de 50 muertos en un mes, en su mayoría muchachos jóvenes, porque ha sido una insurrección desarmada contra una Policía que ha permitido esta impunidad hacia a las bandas que envía el Gobierno a saquear y a matar. Ha sido bien duro, pero también esperanzador, porque te das cuenta de que hay un germen que quedó de la Revolución. La gente no quiere más tiranía, no está dispuesta a volver a esperar otros 45 años para liberarse de esta tiranía.

¿Siente orgullo?

Me provoca el sentimiento de que valió la pena hacer la Revolución. Se ve que ha quedado en la memoria colectiva.

¿Cómo se vive que Daniel Ortega, compañero en la lucha sandinista, y su mujer Rosario Murillo, a quien usted acogió en su casa, ejerzan así el poder?

En el congreso de 1994 se dio la ruptura cuando nosotros pedimos la democratización del partido. Él se negó y fue tomando cada vez más poder. Manipuló la información, consiguió aislarnos a todos nosotros. Ambos son bien expertos en manipular la información. Nos acusaron de ser agentes del imperialismo, de ser de la derecha y en aquel momento él tenia una gran autoridad moral, algo que le habíamos dado nosotros.

¿Cuál es la lección a aprender?

Hay que tener cuidado en crear sistemas en los que no haya supervisión del poder, división del estado y del partido.

¿Cómo ve el movimiento feminista en su país?

Está muy fuerte. Después de la Revolución nos empezamos a organizar más y hemos logrado crear un movimiento muy respetable con bastantes logros. Hemos conseguido crear un observatorio sobre los femicidios. Es un esfuerzo por cambiar el marco legal y también el social.

¿Y el movimiento #MeeToo?

No lo hemos trabajado tanto. Necesitas de una fuerza social que estoy segura llegará, pero en estos momentos no sentimos que tendría la efectividad que ha tenido en EEUU. Es difícil, porque tenemos una sociedad muy machista y todavía no hemos valorado bien cómo desarrollarlo. El presidente, por ejemplo, fue elegido a pesar de que su hijastra lo denuncio por abuso sexual. El abuso en la familia se da mucho allí. Todavía estamos luchando por cosas mas elementales, por ejemplo, el aborto terapéutico, que existía desde el siglo XIX y que Ortega abolió en su pacto con la Iglesia para llegar al poder. Cuestiones como la salud, la educación y las condiciones de trabajo están en primera línea.

En Nicaragua tuvieron una de las primeras presidentas de América Latina.

Sí, y en la Revolución tuvimos una gran cantidad de mujeres que tuvieron posiciones militares importantes. La mujer de Ortega ha hecho una cosa muy interesante y manipuladora, ha puesto muchas mujeres en el Gobierno, pero no hablan, nadie las conoce. Áreas como la educación, la salud… están en manos de mujeres, tenemos ministras en el Gobierno. Managua también tiene alcaldesa. Hay cuotas y un día vimos que éramos el sexto país del mundo en el ranking de la liberación de la mujer. Pero el poder no está en manos de ellas, sino de los hombres.

¿Está en contacto con las nuevas generaciones de mujeres?

¡Sí, son tremendas! En esta rebelión que se está dando han tenido una posición sumamente destacada. Es importante que tengamos el relevo.

Define como simbiótica la relación que tiene con su país, de lo que fue consciente al regreso de su exilio en México, en la dictadura somocista. Tras vivir a caballo entre EEUU y Nicaragua, se instaló en Managua.

Ahora que he vuelto a Nicaragua soy mucho más feliz. Tengo una relación con el aire, el calor, las nubes, el verde, el olor… para mí la relación con Nicaragua es más sensorial que intelectual, casi como un cuerpo. Por eso digo que Nicaragua es mi hombre con nombre de mujer.

¿Cómo fue vivir entre dos culturas?

En parte por eso tenía desesperación por volver a Nicaragua. Es muy difícil vivir en un idioma y escribir en otro. Nunca escribí en inglés, cuando no estaba en Nicaragua, mi patria era el idioma, el español. Cuando vives en otro idioma te afecta a lo que escribes y empiezas a perder la frescura de tu propio idioma. También uno es diferente, tiene una personalidad según el idioma, así lo sentía yo. En inglés no era la misma. Mi sentido del humor no lo podía traducir bien y el sentido del humor es fundamental para lo que es uno.

Su madre la animó a vivir una sexualidad libre de pecado. ¿Cómo influyó ella en su vida?

Me hizo no avergonzarme de quien era.

En sus primeros poemas hablaba de la menstruación y en su última novela habla de la menopausia, temas casi tabú.

Ha habido toda una mitología muy dura. En la edad fértil nos acusan de ser putas y cuando perdemos la fertilidad es como que nos devaluamos. Yo tenía mucho miedo porque se lo ponían a uno como que era el fin de la feminidad. Cuando llegué a los 60 años y de repente me sentía maravillosamente decidí que tenía que escribir de ello, ya que era una fabricación social. Me propuse desmitificar y deconstruir ese mito bien negativo. Más que el cuerpo manda la cabeza, no es lo físico sino lo mental.

Describe escribir poesía como un proceso intuitivo, súbito.

Muy rara vez me siento a escribir un poema. Tiene que haber un impulso primario que no controlo, algo me provoca el primer verso. Es un rayo que me parte. Mientras que la novela es un trabajo cotidiano. Soy disciplinada al escribir y cuando no hago una novela me siento desempleada. La imaginación es como un caballo desbocado y la disciplina le da un cauce a la imaginación, a ese don.

 

«Se identifican con una mujer que se cuestiona su vida y su lugar en el mundo»

Se cumplen 30 años de la publicación de su primera novela, «La mujer habitada» (Txalaparta). ¿Cuál es su vigencia?

El libro fue mágico, lleva 29 ediciones. Tiene el idealismo. Se identifican con una mujer que se cuestiona su propia vida y su lugar en el mundo, su manera de vivir, su relación con el amor y con el país. Yo creo que eso todavía es vigente. En la historia cambian muchas cosas pero los sentimientos humanos perduran en el tiempo. Nos mueve el amor, el odio, la pasión, la aspiración, la ambición… Por eso la literatura nos lleva a través de los siglos. Uno lee a Virginia Wolf –es mi escritora preferida–, a Shakespeare, a Lope de Vega... y siente lo que cuenta, porque hay ese lenguaje universal que tiene que ver con el sentimiento humano.

La lucha de las mujeres por encontrar su sitio en la sociedad es una constante en su obra literaria.

Las mujeres todavía estamos tratando de encontrar una identidad femenina que no sea sometida, marginada, que nos permita desarrollar todo nuestro potencial. Esa búsqueda de esa identidad pasa por una parte interna, de uno mismo, que la tiene que encontrar y otra parte externa, que es la lucha que uno tiene que llevar a cabo para que lo reconozcan y esa identidad pueda existir dentro del medio en que uno habita. Es muy importante que las mujeres expresemos nuestra voz. Han sido ellos los que han escrito sobre nosotras y las mujeres no hemos escrito lo suficiente sobre nosotras mismas. Darle voz a esa mitad de la humanidad, que ha estado silenciada, ha sido importante para mí. Y más desnudar esa identidad, porque la mujer se ha presentado muy velada debido a los prejuicios, convenciones… Ha tenido que manejarse dentro de esos perfiles aceptables. Yo quise manejarme en unos perfiles más desafiantes y más reales.

Lavinia y Sofía, personajes de sus novelas, reflejan su propia lucha. Sus primeras poesías fueron un escándalo y su primer marido prohibió publicarlos.

Cuando se dio el escándalo y criticaron mi obra pensé ‘qué hipocresía más grande, es problema de la sociedad, no mío’. Mi primer marido me dijo 'no vas a publicar nada sin mostrármelo primero'. ¡Prefiero guardarlos todos en un cajón y no publicar nada! X,A.