Mikel ZUBIMENDI
MOVILIZACIÓN POR UNAS PENSIONES DIGNAS

UN TERREMOTO DE VITALIDAD CON SU EPICENTRO EN BILBO

LOS PENSIONISTAS DIERON OTRA LECCIÓN. BILBO VIVIÓ UNA NUEVA SACUDIDA DE UN MOVIMIENTO QUE TIENE SU EPICENTRO AQUÍ. LOS DATOS HABLAN POR SÍ SÓLOS: EN LA SACUDIDA DEL 5 DE MAYO, EN ARABA, BIZKAIA Y GIPUZKOA SE MOVILIZARON 65.000 PENSIONISTAS, EN EL RESTO DEL ESTADO NO PASARON LOS 25.000.

Puños alzados, fervor popular, lazos marrones, cartones reivindicativos al aire, una explosión frenética de rebelión se apoderó ayer de las calles de Bilbo. Arrugas, cabello cano y mucha tralla a las espaldas, la generación que se partió la cara ante los grises, ahora ya jubilada, volvió a demostrar su potencial. Multitud de plataformas de todas las comarcas de Bizkaia, con una muy significativa ausencia de logos y banderolas de partidos y sindicatos, congregaron a miles y miles de pensionistas para hacerse dueños de la plaza pública.

Variedad de acentos, coordinación y agitación a raudales, canciones que van desde el "Resistiré" del Dúo Dinámico al "Imagine" de John Lennon en una multitudinaria manifestación amenizada también por una veterana banda de txistularis. Un movimiento social vibrante, que rompe esquemas, entre otros el del determinismo biológico que atribuía Salvador Allende a la juventud, que ayer destacaba por su ausencia, o el que con la edad la gente se hace más sumisa y conservadora.

José Miguel, Gabe y Luis, de la plataforma de Trapagaran, observaban con cierta preocupación que no les acompañara un bloque juvenil fuerte, «han vivido unos años muy cómodos, les hemos mimado demasiado». Pero estaban convencidos de que al final acertarían con la fórmula, porque «si algo tenemos los jubilados es paciencia, por fortuna no tenemos que ir a trabajar, estamos entrenados y ya nos encontraremos». Como ya lo han hecho con las mujeres, «la brecha salarial nos coloca en la misma trinchera».

Sacudida de indignación

En un ambiente eléctrico y combativo, la indignación se hacía evidente. Se oían lemas como «PNV-PP, vuestro pacto mierda es». Alberto, de Barakaldo, comentaba con este periódico que «somos muchos pensionistas, muchos votos, no pedimos el apoyo para ningún partido, solo pedimos que no se lo den a quien no nos escucha y se está riendo de nosotros», mientras su mujer afirmaba que «cuando menos vivamos mejor para ellos, menos pagarán». Otro compañero barakaldarra se acercaba al redactor y nos perdía la oportunidad de compartir su opinión: «El Gobierno salva a los bancos con nuestro dinero y estos endeudan las pensiones con sus préstamos. Hay que romper el círculo vicioso».

La energía que ayer se respiró en Bilbo era contagiosa, apelaba a las conciencias. Pero, ¿hasta cuándo seguirá esta sacudida? Para unos hasta que caiga Rajoy, otros no ven la opción de un cambio ni correlación que lo haga posible en el Estado. Todos ponen la pensión mínimo de 1.080 euros como referencia y algunos hablan de un repliegue ordenado en verano para salir con fuerza en otoño. Lo que ayer se vio en Bilbo no es un movimiento gaseoso y pasajero. Fue un terremoto de vitalidad que puede tener fuertes réplicas.