Deprisa, demasiado deprisa
Hubo un tiempo no tan lejano en que para tener parte médico de heridos del encierro había que esperar a las 10.00, para ver fotos del encierro había que pasarse por la Plaza del Castillo a mediodía y para repasar la carrera por televisión si a las 8.00 estabas dormido no había otra opción que esperar al Telenavarra o el Teleberri de mediodía.
Ahora todos estos tiempos se han acortado, forzando los límites hasta extremos que van en contra del sentido común y rigor; por ejemplo, ha habido mañanas en que el parte urgente de la Cruz Roja (a eso de las 8.09) hablaba de una persona trasladada a hospital y han terminado siendo casi media docena, porque algunas personas no acuden a los puestos de socorro hasta que se les pasa el susto de la carrera y se cercioran de que tienen alguna herida.
Visto lo anterior, la reflexión hecha ayer por Jokin Zuasti, tras ser herido en la carrera, sobre que en el encierro actual todo va excesivamente rápido tiene muchísimo sentido. Esa urgencia extrema empieza en la calle, con los toros y los mozos en competición contra sí mismos y contra el cronómetro; sigue en los medios de difusión que no parecen reparar en que las prisas merman la credibilidad: y acaba condicionando incluso la comunicación sanitaria, que requeriría otros ritmos y formas de hacer.

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