Beñat ZALDUA
Elkarrizketa
IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA
PROFESOR DE CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD CARLOS III

«El miedo a compartir soberanía dentro del Estado es el talón de Aquiles del nacionalismo español»

En “La desfachatez intelectual” se metió con la clase intelectual española, en “La superioridad moral de la izquierda” diseccionó los valores –y fracasos– de la izquierda, y en “La confusión nacional” critica sin ambages la respuesta española a las demandas catalanas. A Ignacio Sánchez-Cuenca no le gusta el confort, lo que convierte en un ejercicio siempre estimulante el hecho de escucharle.

¿La sentencia del «caso Gürtel» explica el cambio en Moncloa?

La sentencia no cuenta nada nuevo, la novedad es que ha servido para coordinar a los partidos. Al mismo tiempo teníamos a Ciudadanos disparado en las encuestas, y eso asusta al PSOE y a los partidos nacionalistas. Esa combinación ha hecho más sencilla la coalición de intereses.

¿Cree que hay margen para que Sánchez cambie la política de fondo respecto a Catalunya?

El margen de ambas partes es mínimo, porque el Gobierno actual es muy débil parlamentariamente, no puede lanzarse a una reforma constitucional o a una negociación de alto nivel. Lo que puede lograr es detener la dinámica de polarización que se había generado entre el PP y el independentismo.

En “La confusión nacional” adjudica la principal responsabilidad al Gobierno español.

Creo que la responsabilidad máxima corresponde a las instituciones del Estado español, que pese a todas las advertencias que recibió no hizo nada por anticiparse a una crisis que era evidente. Las instituciones del Estado, tanto el Gobierno como el sistema judicial o la propia Monarquía, no entienden que lo que hay planteado es un conflicto en torno al demos. Es decir, en torno a quién es el sujeto que debe tomar las decisiones en democracia. En vez de entenderlo así y reconocer que hay un problema que merece un tratamiento político, lo que hacen es reducirlo todo al cumplimiento de la ley. Eso bloquea toda solución, lo que lleva a los independentistas a adoptar posiciones cada vez más extremas.

Por el lado del independentismo, creo que con el 1-O lograron un capital político muy elevado, con gran simpatía de medios y políticos internacionales, pero en vez de aprovecharlo para ampliar sus apoyos se lanzaron a una declaración unilateral. No tenían la fuerza suficiente para sostener el órdago, fue un salto al vacío que el Estado aprovechó para dar un golpe mortal con las encarcelaciones.

¿Qué hace que en España sea inasumible la solución posible en Quebec o Escocia?

Hay dos factores. El primero es que tenemos una tradición constitucional y jurídica distinta, mucho más rígida que la anglosajona. Pero eso no lo explica todo ni quiere decir que las manos de los políticos españoles estén atadas para la eternidad. El nacionalismo español, en general, es bastante tolerante, no tiene grandes rasgos xenofóbicos contra los inmigrantes, por ejemplo, pero tiene un punto ciego en el reconocimiento de la plurinacionalidad. Creo que obedece a una cierta conciencia de inferioridad, que le lleva a pensar que reconocer la existencia de más de una nación dentro del Estado comprometerá su existencia. Es un planteamiento erróneo, porque ya hemos visto que la nación puede sobrevivir a la cesión de soberanía hacia arriba, hacia Europa; sin embargo, no es capaz de entender o asumir que puede compartir soberanía con otras naciones dentro del Estado español. Es el talón de Aquiles del nacionalismo español.

Pregunta a pie de página: con el PP fuera del Gobierno y con los puertos italianos cerrados, ¿cree que existe un caldo de cultivo para que crezcan actitudes contra la migración?

Yo tengo una hipótesis muy especulativa que todavía no puedo sostener como afirmación. Tiendo a pensar que, a diferencia de otros países europeos en los que se representa al inmigrante como una amenaza existencial a la continuidad de la nación, aquí ya tenemos a la anti-España dentro. Ya tenemos al enemigo de la nación, que son los independentistas, y por tanto, no nos hace falta crear un enemigo adicional.

Volvamos a Catalunya. Si se mantuviese la cerrazón española y el independentismo lograse un 55% de votos, ¿la vía unilateral estaría justificada?

Me gusta recordar lo que escribió Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano, después del golpe de Estado de Pinochet contra Allende, cuando dijo que ganar con el 51% no significaba tener la fuerza suficiente para iniciar la transición al socialismo. Creo que, para una decisión con tantas consecuencias como la formación de un Estado, ni siquiera un 55% del voto tendría la suficiente fuerza de arrastre para convencer al resto de países.

El independentismo está ahora cerca de un 38% de apoyos respecto al censo. Un 55% del voto mejoraría algo esa cifra, pero estaríamos todavía bastante abajo. Creo que una condición mínima para que los independentistas tengan la fuerza suficiente para provocar una profunda crisis que desemboque en la creación de una República es alcanzar al menos el apoyo del 50% del censo. Que la mitad más uno de los catalanes, no de los votantes, lo quiera. Eso sí crearía un fenómeno imparable capaz de lograr un reconocimiento internacional.

¿Todos los proyectos políticos expresados pacífica y democráticamente son realizables en pie de igualdad en el Estado?

En pie de igualdad es evidente que no, pero tampoco sacaría una conclusión universal a partir de lo que ha ocurrido en la crisis catalana. Con un Gobierno diferente nunca se habría desenvuelto como hemos visto. Reformularía la respuesta: con un gobierno de derechas, hay proyectos políticos que son inviables, de hecho no son ni planteables. Si en unas nuevas elecciones hubiese una mayoría amplia entre Podemos y PSOE, creo que las cosas se desarrollarían de otra forma, no creo que España sea constitutivamente irreformable. Avanzar hacia la plurinacionalidad es muy difícil, pero no es imposible.

En el libro propone una reforma constitucional sobre la estructura territorial con referéndum en todo el Estado. Si en Catalunya fuese rechazada, dice que debería celebrarse una consulta específica en Catalunya sobre la independencia. ¿Ve opciones a una propuesta así?

No inmediatamente, pero no lo descartaría en cinco o diez años. España no es constitutivamente irreformable. No soy muy optimista, pero creo que la opción del referéndum gana adeptos. Entre los españoles de menos de 40 años es una opción mucho más popular que entre la gente mayor. Aquí veo un motivo para cierta esperanza.