Iraia OIARZABAL
DONOSTIA
Elkarrizketa
ENCARNA BODELÓN
PROFESORA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BARCELONA

«La Justicia debe enviar un mensaje de no tolerancia a la violencia machista»

Es profesora titular de Filosofía del Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona y desde el Grupo Antigona trabaja en la investigación sobre género y derecho. La pasada semana visitó Iruñea en el marco del Congreso Internacional sobre Violencia Sexual, donde defendió la necesidad de cambiar de raíz el sistema jurídico.

Hay que modificar patrones de razonamiento en el ámbito del derecho y romper con los estereotipos que mantienen el peso de la carga en las víctimas de la violencia machista. En entrevista con GARA, Encarna Bodelón plantea repensar los principios del sistema jurídico desde una perspectiva feminista.

Principalmente tras el caso de «La Manada», pero también por otros en los que la protección a la víctima queda cuestionada, se viene incidiendo en la necesidad de cambios en el sistema jurídico con respecto a la violencia machista. ¿Cuáles son los retos?

El derecho tiene varios problemas. Se creó en un momento histórico en el que las mujeres no estábamos y asumió eso que nosotras llamamos unos rasgos androcéntricos. Está pensado para una estructura en la que quien tiene el poder y domina socialmente es un tipo de individuo. Eso, ¿qué requiere? Pues no solo lo que se ha hecho históricamente, que es meter a las mujeres en el derecho, sino que requiere transformar el derecho. Por ejemplo, la configuración de las agresiones y abusos sexuales en el Código Penal es clarísimamente un ejemplo del derecho androcéntrico. El hecho de que se exija unos determinados requisitos, que se interprete de una determinada manera lo que es violencia o lo que es intimidación, que no se ponga el centro en la manera en cómo las mujeres pensamos la agresión sexual, que no es la violencia e intimidación sino que es el consentimiento.

Otro ejemplo: en el año 2004 se hizo una reforma muy tímida del Código Penal para agravar muy levemente algunas penas en el caso de algunas figuras penales de malos tratos hacia las mujeres. Pero no eran todos los tipos de violencia machista. Nos encontramos con que si te golpea tu marido eso sí que está agravado, pero el hecho de que en otro ámbito una persona desconocida te agreda sexualmente no está agravado por motivos de sexismo. Incluso cuando se hacen reformas esos patrones de sexismo perviven.

Y luego tenemos el androcentrismo de los operadores jurídicos. Son personas inmersas en la cultura patriarcal a las que no se ha formado para desmontar esos estereotipos. Cuando hablamos de estereotipos a veces la gente cree que es algo inocente, pero no lo es. Es como si un médico en vez de diagnosticar con criterios científicos se basara en sus creencias. Un jurista igual, no puede valorar una acción en función de sus creencias. Hace falta formación para poner barreras a equis estereotipos y hoy por hoy no existe.

Tenemos un elemento más, que es que el derecho no funciona solo. Funciona con políticas públicas y las que hemos tenido en gran parte del Estado han sido muy débiles.

Comentaba que existen ciertas resistencias, por ejemplo, en parte de los operadores jurídicos. En los últimos meses se ha hablado de reformar el Código Penal y de la necesidad de formar a los profesionales. ¿Existen riesgos de que esas resistencias lo impidan?

Claro que existen riesgos. Hemos visto que el tratamiento judicial de las agresiones sexuales está lleno de estereotipos. Y me refiero a cosas muy graves: por ejemplo, cuando una mujer no puede inmediatamente ir al juzgado o la Policía luego la sentencia no otorga credibilidad a su testimonio. Esto es irracional, porque cualquier experto en agresiones sexuales te va a decir que lo más normal es que no vayas corriendo a la Policía y denuncies, sino que busques primero el apoyo emocional de tu entorno. O el tratamiento de las sentencias de menores: es espantoso cómo influyen los prejuicios y estereotipos.

¿Va a cambiar eso por la presión social del movimiento feminista? Yo creo que ayuda. Probablemente ahora una parte de los operadores jurídicos esté empezando a entender que el consentimiento es fundamental. Pero eso no va a modificar patrones de razonamiento judicial, necesitamos formación e incluso otro tipo de controles de sentencias. Necesitamos empezar a plantearnos que hay sentencias que no pueden tener determinados razonamientos, y eso tiene que estar por escrito.

Unido a las políticas, ¿qué valor tienen figuras como el Pacto de Estado contra la Violencia Machista?

El Pacto de Estado no es una ley, es un acuerdo político en el que se plantean una serie de cambios. Pero luego el PP no cambió nada. Fue un canto al viento. Si se hiciera todo lo que dice este pacto, se producirían avances importantes. También había alguna carencia importante. Tanto la legislación internacional como desde el movimiento feminista nos han dicho que tenemos que cambiar la ley de 2004, que no puede ser que tengamos una ley de violencia de género centrada en las violencias de pareja, que necesitamos una ley que abarque todas las violencias machistas. Esto no se lo plantea el Pacto de Estado. El Gobierno de Sánchez parece que tiene intención de ir asumiendo ese pacto y este verano se ha aprobado un decreto que introduce algunos cambios muy importantes, como la modificación de la acreditación que las víctimas de violencia de género necesitan para acceder a recursos. Esto va a permitir que las mujeres accedan a los derechos de la ley de 2004 sin necesidad de interponer una orden de protección o una sentencia. Parece que se ha abierto una línea de cambio, pero nos queda mucho por hacer. Lo ideal sería modificar la ley de 2004 para incluir la violencia sexual.

Denunciar es vital. Viendo casos como el de «La Manada» o el de mujeres que habiendo presentado denuncia acaban muriendo a manos de sus agresores, ¿en qué situación se encuentran las mujeres que dan el paso de denunciar?

Es una de las deficiencias del marco legislativo de 2004. Si yo planteo que todos los derechos dependen de la orden de protección de la denuncia, ¿qué pasa? Dejo sin derechos a un montón de mujeres. Parece que esto se va a corregir porque necesitamos que las mujeres puedan acceder a los recursos y dar apoyo a sus estrategias de salida de la violencia. Porque aquí de nuevo tenemos una idea errónea: las mujeres no somos idiotas, no queremos estar sufriendo. Una cuestión es que la violencia de género te pueda atrapar emocionalmente, pero las mujeres acaban siendo conscientes de esa situación y quieren salir de ella. Tenemos que ofrecerles los recursos y es el problema que teníamos, que estaban condicionados a la denuncia penal.

Por otro lado, cuando la violencia implica un grave peligro y esa mujer necesita protección, la manera que tenemos de hacerlo es mediante el uso de los aparatos del Estado. Esas medidas tienen que estar bien diseñadas y ser eficaces. Hay un montón de casos con órdenes de protección a los que no se hace un seguimiento efectivo.

Y luego, obviamente, creo que habría un tercer nivel: esto no pasaría si también las mujeres tuviéramos una tercera horquilla de protección que fuera su entorno social. A partir del momento en que una mujer está comunicando a su entorno social que sufre una situación de violencia, si el agresor no ve reconocida su forma de violencia esto es un factor de protección para la mujer. Desgraciadamente los agresores ven reconocidas sus creencias. En nuestra sociedad muchísimas personas siguen pensando que vivimos en un mundo de denuncias falsas, que las mujeres instrumentalizan a los hijos, que exageran todas las formas de violencia, que las mujeres utilizan la legislación para obtener recursos…

Con esto que acaba de mencionar, unido a lo que decía al comienzo de la entrevista sobre las valoraciones o lecturas que se hacen desde la Justicia de conceptos como violación, abuso, intimidación o consentimiento, se lanza un mensaje muy concreto a las mujeres.

Por supuesto. Es clave esa horquilla de protección social, incluso desde la divulgación de esas resoluciones judiciales si enviaran un mensaje de que no hay tolerancia hacia esa violencia. Siempre pongo el mismo ejemplo: la gente no se va saltando semáforos en rojo porque sabemos que hay una tolerancia cero y tenemos una conciencia de que eso es algo dañino y peligroso. ¿Aquí por qué se saltan esos semáforos? Primero, porque hay un mensaje de fondo que está diciendo a los agresores que pueden saltárselo. Y a las mujeres se les está enviando en mensaje de que en el fondo es mejor que esto no lo modifiquen, no lo denuncien, y que cuando lo hacen se están exponiendo a nuevas violencias. Y esta es la realidad.

En muchos casos, salir de la violencia tiene toda una serie de complicaciones que no son un camino fácil para las mujeres. Pero obviamente, también se tiene que decir que es un camino necesario. Tenemos que avisar a las mujeres que van a ir tanto a la red de intervención como a la red judicial que tienen un riesgo de victimización. Yo diría que esa exposición va a producir un daño, pero si no la situación de violencia va a ser un contínuum que va a acabar dañando tu vida. La diferencia fundamental es que cuando una mujer se siente maltratada en un juzgado o en un servicio lo identifica enseguida y se rebela.

Es decir, el peso sigue recayendo sobre la víctima. ¿Cómo cambiar ese desequilibrio?

El trabajo tiene que ser social. Por ejemplo, si observamos el sistema educativo y qué estamos haciendo con las niñas y niños para trabajar la igualdad y la violencia, ahí tenemos el peso. Si hay un rechazo social continuo hacia esa violencia la carga va a estar del otro lado.

Ha estado recientemente en Iruñea, donde ha habido una gran movilización y trabajo institucional ante la violencia machista. También en otros puntos del Estado, sobre todo tras la sentencia de «La Manada» o el pasado 8 de Marzo. ¿Hay motivos para la esperanza en este despertar social?

Sí, creo que obviamente ha influido todo el trabajo que se ha hecho en el movimiento feminista, o mejor dicho en los movimientos feministas; me parece muy importante resaltar el plural. Porque ahora mismo estamos en algunos debates dentro del feminismo en que algunas compañeras afirman que defender algunas cosas no es feminista. Cuidado con esto. Me parece peligrosísimo que en debates sobre la prostitución se afirme que no se es feminista por defender una política de derechos hacia las trabajadoras sexuales. Eso no quiere decir que pensemos que lo deseable como relación sexual sea una relación a través del intercambio económico. Hay una generación no solo de chicas sino de chicos que van a seguir con esto y es muy importante que hablemos de la pluralidad del movimiento feminista, de los disensos, de que no todas analizamos muchas cosas de la misma manera. Articular esos disensos es muy importante en un momento en que el feminismo está teniendo una gran visibilidad social.