El título orginal de “Ramen Teh” responde a la denominación del plato que plasma la fusión culinaria entre la cocina japonesa y la de Singapur, ya que surge de la creatividad y del aprendizaje de un joven cocinero formado en Japón pero con raíces familiares en Singapur. Sabido es que el ramen son los fideos japoneses en caldo hecho con carne, miso y salsa de soja, más el añadido de guarniciones que suelen incluir el alga nori, la cebolleta y carne de cerdo. El “bak ku teh” son costillas de cerdo en una sopa acompañada de té. La receta que combina ambos platos tradicionales sirve de metáfora sobre el mestizaje y hermanamiento entre dos culturas asiáticas distanciadas por la memoria histórica en relación a la invasión nipona durante la II Guerra Mundial.

No es de extrañar que los festivales internacionales de cine se hayan disputado una película tan apetecible en sus secciones gastronómicas, y así “Ramen Teh” llegó a la sección Culinary Zinema del SSIFF, tras su paso por la Berlinale en un apartado similar. El viaje del protagonista a la tierra de sus antepasados por vía materna le lleva a descubrir otras tantas recetas heredadas de su abuela, que repudió a su madre cuando se casó con un cocinero japonés. Entre otras muchas, hay arroz con pollo, curry con cabeza de pescado, laksa, o cangrejo con chili.

La lección que se desprende de la película es que todos los conflictos necesitan de tiempo para solucionarse, y un buen ejemplo de la paciencia oriental la encontramos en la preparación de platos de cocinado lento. El “bak ku teh” se lleva la palma, porque hace falta media jornada para prepararlo, entre once y doce horas. En los tiempos modernos, y más para alguien criado en Japón, supone un reto y un viaje en el tiempo a otras formas de vida.