Ramón Zallo
Catedrático de la UPV–EHU
GAURKOA

28-A: punto de inflexión

Los resultados del 28A anuncian lo que parece un cambio de ciclo, con algunas incógnitas ya despejadas, favorables a las fuerzas progresistas y soberanistas –con reajustes internos– y en perjuicio de unas derechas que han regalado el espacio templado. A no olvidar que continúan los destrozos de la gestión pepera de la crisis económica o el 155 judicial con su mecánica de largo plazo desde el imperio del «gobierno de jueces» (una degeneración de la democracia).

Con ello no volvemos hacia atrás de 1977 pero tampoco es seguro que vayamos más allá de desandar algunas políticas del PP. No son probables una reforma constitucional progresista ni –más allá de avances competenciales– saltos soberanistas ni una neta política social de izquierda, visto el programa del PSOE y la caída de Unidas-Podemos. Pero, con todo, temáticamente hay movimientos poderosos –soberanismo, feminismo, pensionistas, sindicatos…– con influencia que de no atenderse pueden minar la base de este nuevo tiempo.

Un factor clave ha sido el miedo social a la ultraderecha (Vox) y a la derecha devenida ultra en los últimos meses (PP y C’s). El renacido nacionalismo español al que ha recurrido el trío calavera no le ha hecho obviar a un 55% del electorado el deterioro de nivel de vida, de los servicios públicos y libertades o de la captura bancaria de las políticas.

El éxito del PSOE –el gran vencedor a escala estatal con copo del Senado incluido– no ha sido ni por programa ni por trayectoria. El temor colectivo a los caminantes blancos obligó al resto a refugiarse en Invernalia. Incluso el voto del PSOE en la CAE, Navarra y Catalunya ha sido más por ese factor que por el peso de la política anodina de Iceta, Mendia y Chivite. De paso se confirma que la memoria antifranquista sigue en la subjetividad colectiva.

Sánchez dice preferir gobernar en solitario con acuerdos preferentes con UP, PNV, Compromís o PRC, pero siempre le queda a posteriori la carta de C’s el otro partido ganador.

Unidas Podemos ha sufrido un fuerte correctivo por haber malgastado su fuerza en luchas internas y por el voto útil; pero sobrevive y asienta la coalición quizás en un punto más acorde con su implantación. Y no le conviene entrar en el Gobierno Sánchez. En eso Iglesias se equivoca. Perdería el punch de la calle y la referencia de que es posible una política distinta a la timorata que seguramente Sánchez aplicará. Esas serían sus dos grandes bazas para enmendar la tendencia. Una alianza de En Comú-Podem, ERC, EH Bildu y Compromís (62 escaños) podría arrancar reivindicaciones esenciales con presión social y negociaciones puntuales.

Los electorados vasco y catalán, en otras ocasiones, diferenciaban su voto entre los comicios internos y a escala de Estado, primando en las elecciones generales las siglas de ámbito estatal. Ahora, como fruto de la decepción por el ninguneo sufrido en beneficio de «intereses de Estado», ha decidido no jugar al bipartidismo de antaño ni al cuatripartidismo de hogaño y apostar por las fuerzas cercanas y fiscalizables que además pesan en el marco estatal. O sea, se comportan como demos independientes en espacio y cuerpo social a todos los efectos. Se trata de un movimiento centrípeto de autocentramiento en su espacio político, pero no de ensimismamiento puesto que ha ocurrido cuando sus fuerzas principales apuestan por hacer también política de Estado, pudiendo hacer coincidir sus estrategias (acuerdo ERC y EH Bildu).

En Euskadi salen reforzados EH Bildu, PSE –ha recuperado provisionalmente plazas como Barakaldo y Sestao– y PNV para afrontar las locales. De confirmarse ese apoyo electoral al PNV, y si de nuevo tuviera el Gobierno Vasco dificultades para aprobar los presupuestos, Urkullu podría adelantar las autonómicas. Por su parte el elector conservador de la CA de Euskadi se ha visto sacrificado en los mensajes centralistas y ha decidido ausentarse: la tríada reaccionaria ha conseguido cero escaños.

Es una incógnita saber si la ponencia de Estatuto continuará en la dirección del derecho a decidir con que se formuló en el acuerdo PNV-EH Bildu o hay un giro. Mucho me temo que el intenso cambio de cromos esperado en temas competenciales implicará para el PNV piezas a sacrificar en esta etapa como el derecho de decisión. Pero también depende de Elkarrekin Podemos hacer honor a su compromiso con el derecho a decidir y dejar de empeñarse, como en el último año, en ser flanco del PSE. Le ha llevado a perder un tercio de los votos (110.000, 11,5 puntos) en beneficio de PSE y EH Bildu.

En Navarra los resultados en escaños han salvado los muebles de la derecha: 2 sobre 5. Pero son engañosos porque no hacen justicia a los votos. Navarra Suma resta 20.000 votos, que se van a Vox, aunque es un retroceso para las derechas al haber aumentado sensiblemente la participación respecto a hace 4 años. Con todo, la derecha navarrista (UPN) aguanta y ahora tiene un akulu parafascista.

A diferencia del empuje de EH Bildu en Navarra que llega a 46.000 votos (gana 15.500) ha sorprendido la limitada implantación de Geroa Bai con 22.130 votos –gana 7.800 tras liderar años un Gobierno– y refleja un mapa escueto por comarcas aunque el tirón de Uxue Barcos puede suplirlo en unas autonómicas. Por su parte UP pierde 26.000 que serían necesarios para reeditar el cuatripartito navarro dentro de un mes. Se supone que las cuatro fuerzas mejorarán en niveles de coordinación respecto a lo que refleja el fracaso de Aldaketa (lista del Senado) tras el «pequeño» detalle de no haber hecho mailing de la papeleta «buena».