Iraia OIARZABAL

LOS MEDIOS Y LA JUSTICIA, ANTE EL RIESGO DE REPRODUCIR VIOLENCIA MACHISTA

Tras la violación grupal en los sanfermines de 2016 y el posterior juicio a los cinco miembros de «La Manada», las profundas taras que presentan el sistema judicial y el sector mediático han sido desnudados frente al espejo social. Que absorban en su estructura el «yo sí te creo» extendido en la sociedad sigue siendo la tarea prioritaria.

La semana que hoy termina arrancaba con la noticia del inicio de un juicio por una agresión sexual múltiple ocurrida en Bilbo en enero de 2017. El caso no había trascendido públicamente hasta ahora, por petición expresa de la víctima, y el juicio que previsiblemente finalizará la semana que viene se celebra a puerta cerrada con el objetivo de preservar los derechos y la intimidad de la denunciante.

La sombra del más que cuestionable proceso judicial por la violación grupal de los sanfermines de 2016 aparece inevitablemente ante juicios de este tipo. De hecho, Nekane San Miguel, la magistrada que preside el tribunal de la Audiencia de Bizkaia que juzga los hechos firmó el pasado año una carta pública dirigida a la víctima de «La Manada» en la que muestra su rechazo a la sentencia por reducir a abuso lo que fue una violación. El posicionamiento público de esta magistrada y otros tantos integrantes del sistema judicial que han manifestado su desacuerdo con la decisión del tribunal y con el propio proceso evidencia que estamos ante un problema estructural y que el debate tiene por tanto que abordarse de forma integral. ¿Qué falla para que quien se sienta cuestionada sea la víctima? ¿Cuál es el motivo para que la creencia generalizada sea que los casos de violencia machista no se tratan con la necesaria contundencia?

La investigadora y activista feminista Nerea Barjola ve claramente que la raíz del problema es la base desde la que se aborda la violencia machista: «Que algo sea estructural significa que sostiene, que es la base sin la cual no podría mantenerse. El material del cual está construida la estructura social es machista». Partiendo de ahí, señala que los discursos y sus significados son formas de comunicar violencia y a su vez construyen conductas. «Todas las representaciones, estereotipos, mitos, orientan nuestras acciones y conforman nuestros pensamientos. El conjunto social produce y reproduce violencia machista porque forma parte del sistema, es endémico», explica.

Los efectos de todo ello son más que constatables en casos como el de «La Manada», aunque no se trata de hechos aislados, sino que es una práctica más que común: el cuestionamiento de la víctima, su exposición pública o el no priorizar siempre sus derechos son algunos ejemplos.

En esta dinámica hay un segundo actor, el mediático, que en demasiadas ocasiones contribuye a que lo que es un problema social de primer orden se reduzca a acontecimiento aislado alimentando además discursos que una vez más ponen el peso sobre las propias mujeres y no en las causas de la violencia machista. Repasar la hemeroteca de los principales medios de comunicación de Euskal Herria y el conjunto del Estado español basta para confirmar que se han traspasado muchas líneas rojas.

El relato del peligro sexual

Vayamos al punto de partida. En el momento en el que se denuncia una agresión se generan diversas narrativas en el conjunto de la sociedad. La periodista Samara Velte, que acaba de publicar el libro “Nik sinisten dizut”, explica que en el caso de «La Manada» ciertas narrativas se reflejaron claramente en los medios de comunicación. Uno de ellos fue el discurso de la excepcionalidad, que Velte vincula con la necesidad instintiva de buscar una razón o una lógica a lo sucedido. «Pero creo que también funciona como exculpación porque se quita de encima la responsabilidad colectiva. Resulta más fácil señalar a unos individuos concretos como culpables, que por supuesto lo son, pero a su vez nos tenemos que preguntar, como sociedad, qué hace posible que se den este tipo de agresiones», incide.

Esto coincide con la reflexión de Barjola cuando marca la primera línea roja en la responsabilidad social que tenemos los medios de comunicación y como integrantes de la sociedad. «Como conjunto social debemos responsabilizarnos de la violencia sexual, de los asesinatos cometidos en nombre de y por la ideología machista, posicionarnos frente a ella. Los medios de comunicación tienen una importante labor al respecto pero tampoco podemos escondernos tras el monstruo frío, el ente difuso que supone decir ‘medios de comunicación’ en genérico. Aquí hay también una responsabilidad individual, es preciso tener formación feminista, que en esencia es antirracista y anticapitalista, que proporcione la humanidad, la dignidad y el posicionamiento político-feminista necesarios para informar de los casos de violencia machista», expresa.

Por otro lado, Velte destaca que amenudo prevalece el pensamiento de que estas agresiones se producen por las circunstancias concretas de las personas implicadas. Y ello nos lleva poner el foco directamente sobre la víctima. «Qué ha hecho la víctima, qué podía hacer para evitarlo... E indirectamente se pone una parte de la responsabilidad sobre ella. Entramos en el debate sobre la credibilidad que en el caso de ‘La Manada’ se utilizó de una forma muy consciente. En los tribunales de violencia machista se pone en duda la palabra de la víctima sistemáticamente, más teniendo en cuenta que en la mayoría de estos casos el único testigo es la propia víctima», apunta.

En el libro “Microfísica sexista del poder. El caso Alcásser y la construcción del terror sexual” Barjola analiza minuciosamente la influencia de los medios a la hora de extender socialmente ciertos discursos. «Los relatos que se construyen son narraciones políticas que buscan aleccionar al resto de mujeres, nos proponen normas y pautas de comportamiento. A partir de las representaciones sobre el peligro sexual las mujeres limitan sus espacios, sus horarios, sus actividades; ese es el objetivo», advierte.

Informar desde el feminismo

Con estos precedentes surge la siguiente pregunta: ¿Celebrar los juicios a puerta cerrada puede ser la vía para abordar casos de violencia machista? Barjola considera que sí. «La intimidad de la superviviente, su deseo y su voluntad deben primar sobre cualquier otra cosa. Nuestra función es acompañar siempre, y redirigir y politizar el debate o la reflexión desde la perspectiva y la crítica feminista. El morbo, los detalles, las exclusivas forman parte del sistema heteropatriarcal capitalista, entrar ahí es usar la misma violencia que el sistema».

Velte también cree que de este modo se cuida la intimidad de la víctima aunque advierte que a su vez ello hace que los medios dependan de las versiones de quienes están en ese juicio, teniendo en cuenta que se trata de partes que tienen sus propios intereses. «Se trata de acertar con la cantidad de información que necesitamos para tomar posición en casos como estos. El caso de ‘La Manada’ ha demostrado que tener más datos no significa estar más informado. No es necesario que juicios como este se conviertan en acontecimiento mediático», apunta.

En busca de la fórmula adecuada para luchar también desde los medios contra la violencia machista, Barjola destaca que estamos en un momento de reabsorción del discurso feminista por parte de las instituciones y de los discursos políticos. Aboga por proponer nuevas fórmulas poniendo el foco sobre la raíz: «El papel del feminismo ha sido históricamente ser radical, autónomo y producir herramientas y significados de vanguardia, al feminismo lo que le interesa es la estructura, no los parches ni la pintura».