Ana Larraza y Amaia Amilibia
Altsasu Gurasoak.
KOLABORAZIOA

Decenas de años y kilómetros de injusticia

Hace un año volvimos a vivir momentos de terror. Era la víspera de la segunda detención. Esa tarde del cuatro de junio, agentes de paisano estuvieron persiguiendo e intimidando a nuestros hijos. Fue una noche negra, tan oscura como el fondo de una sima. Al día siguiente, martes cinco de junio de 2018, veintisiete vehículos con 88 agentes pertenecientes al Servicio de Información, Grupo de Acción Rápida, en cumplimiento del auto judicial de la Audiencia Nacional, se personaron en Alsasua para detener a cuatro de nuestros hijos. Angustia, indefensión, miedo. Semejante despliegue ¿para qué? Hubiera sido suficiente con una citación porque se hubiesen presentado voluntariamente al igual que lo estuvieron haciendo durante año y medio dos días por semana en el Juzgado de Paz.

Les llevaron a Madrid atados con bridas. Vuelta a empezar. Otra vez la locura penitenciaria.

De los siete encarcelados tres llevan más de novecientos días en prisión, se dice fácil: desde el catorce de noviembre de 2016. Y los otros cuatro más de cuatrocientos días.

Y aquí estamos. Ha pasado un año y cada día que pasa el dolor se agudiza, se va haciendo insoportable porque nuestros hijos son inocentes de las imputaciones por las que han sido condenados, y además porque no se les respetó el derecho a tener un juez ordinario como dicta el artículo 24 de la Constitución. ¿Y el derecho a un juicio con todas las garantías? ¿Y el derecho a la presunción de inocencia y al honor cuando en primera página de un periódico de gran tirada salían las fotos de nuestros hijos como si fueran criminales?

Al principio todo era terrorismo. Dos años y medio después, dos sentencias lo han descartado. Las acusaciones también decían que lo que ocurrió aquella desgraciada noche fue planificado, pero nunca quedó acreditado: no hubo ni llamadas, ni mensajes entre ellos. Aun y todo las sentencias de la Audiencia Nacional dicen que son responsables de una «brutal paliza», pero la brutalidad de la agresión no es compatible con las lesiones efectivamente objetivadas, ni con las declaraciones de 56 testigos y once peritos que han sido ignorados en las dos primeras sentencias. Y además agrava las penas haciendo una aplicación retorcida de la agravante de «discriminación ideológica». ¿De quién hacia quién?

¿Para qué tanto empeño y tantas fake news? ¿Quién sale ganando? ¿En qué ha mejorado nuestra sociedad con tener a inocentes en la cárcel?

Nuestros hijos no son héroes, tampoco queremos que sean mártires, pero a día de hoy, lo que sí que está claro, es que son víctimas. Sabemos que hay muchas injusticias, no somos los únicos. Esta sociedad tiene mucho que mejorar. Y en este caso en concreto hace mucho tiempo que deberían estar en casa. #freeAltsasu #AltsasukoakAske

Los días se convierten en meses./ Ha llovido tanto./ La tarea, tan dura./ Ya sé;/ los frutos cuando maduran, se acercan./ Cuando todo acabe;/ será mejor, y más bello que antes./ Llegaréis/ como el arco iris.