Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Una herida abierta

La frontera no se cerrará, pero se controlará; palabra de ministro de Interior. La cumbre del G7 ya nos ha dejado la segunda visita oficial de un grande de la República: primero fue el propio Macron y ahora el jefe de la policía, Christophe Castaner, que se vio esta pasada semana con su homólogo, otro Grande aunque solo de apellido, para dar la imagen de coordinación entre dos países amigos, dos potencias coloniales venidas a menos que sin embargo siguen considerando que le Pays Basque es suyo de pleno derecho, tal cual el imperio del dragón entiende que el Tibet es históricamente chino, o como sucede con Crimea y la Rusia de Putin.

Ni Pekín ni Moscú estarán invitados en Biarritz a la fiesta de los países más ricos del mundo, en cuya preparación sí está la España de Marlaska, que junto con Castaner ha acordado cuántos miles de policías y militares serán desplegados a finales de agosto en este rincón de Euskal Herria, esta pieza del puzzle de Europa que París y Madrid cortaron hace siglos en dos, a la altura de los Pirineos, para integrar sus partes a su proyecto de una y grande, sin importarles ni su gente, ni sus tradiciones, ni su lengua, ni su cultura, ni el respeto a los derechos humanos.

Esos mismos que abrieron la herida de la frontera nos dicen ahora que no se cerrará. Como si no supiéramos que nunca dejarán que cicatrice.