Mikel ZUBIMENDI
donostiA
DEBATES EN LAS PRIMARIAS DEMÓCRATAS

Carrera para confrontar con Trump, masiva pero ya con claros favoritos

Tras Miami, los veinte candidatos demócratas vuelven a verse las caras en los debates de Detroit. La carrera que dilucidará quién se enfrentará a Trump en 2020 acaba de empezar, será larga, agotadora y llena de obstáculos, pero ya se vislumbra un grupo de escapados del pelotón que ha conseguido la atención pública y, sobre todo, el dinero.

La carrera para ganar la nominación demócrata y enfrentarse a Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2020 ya está lanzada. Tras la primera etapa de Miami, el 26 y 27 de junio, hoy se celebra la segunda en Detroit (Michigan), en un formato de todos contra todos, con los 20 contendientes divididos en dos grupos de 10, con tres presentadores de la CNN moderando los debates. Tras haber recibido un mínimo de donaciones individuales de 65.000 personas y una intención de voto de más de un 1% en al menos tres encuestas como condición para poder participar, todos tendrán la oportunidad de presentar sus argumentos y de desmontar los de los demás.

Con doce debates programados y una criba entre medio tras la cual solo quedarán diez candidatos, la carrera se presenta larga y agotadora, sobre todo para los favoritos que tendrán que enfrentarse a grandes obstáculos a lo largo del estrecho camino hacia la victoria. Para hacerse con el premio de la nominación tendrán que ganar, o cosechar un muy buen resultado en las primarias demócratas de Iowa y New Hampshire, antes de triunfar o quedar segundo en las de Carolina del Sur, previstas para el 29 de febrero del año próximo, donde ya estarán claros los dos finalistas y en un cara a cara final disputarán el triunfo en la campaña de primarias demócratas.

Los veinte aspirantes, 14 hombres y 6 mujeres, son un exvicepresidente, senadores, congresistas, alcaldes y gobernadores de distintos estados, particularmente concentrados en los de las dos costas del país, la del este y el oeste. Joe Biden, Bernie Sanders, Elizabeth Warren o Bill de Blasio, son los más conocidos y experimentados; Beto O'Rourke, Kamala Harris y Cory Booker, las «nuevas figuras» que más atención pública concitan; y el resto del pelotón –Pete Buttigieg, Amy Klobuchar, Julián Castro, Tulsi Gabbard, Andrew Yang, Marianne Willianson, Kirsten Gillibrand, John Hickenlooper, Tim Ryan, John Delaney, Michael Bennet y Steve Bullock– bastante tiene con no caerse de la carrera a las primeras de cambio e intentar llegar con vida a la segunda fase, tras la gran criba que mandará a casa a la mitad de los participantes.

«Mr. Arréglalo todo»

Los dos primeros debates celebrados en Miami sacudieron el pelotón de la carrera hacia la nominación de 2020 y dejaron una primera conclusión: Joe Biden, el mejor posicionado en las encuestas y el que mayores donantes tiene a su favor, dejó de ser el favorito indiscutible y se unió al grupo de cuatro aspirantes –junto a Elizabeth Warren, Bernie Sanders y Kamala Harris– que disputarán el triunfo final. Biden pareció excesivamente educado, desapasionado, recibió golpes de todos los lados y lo apostó todo a proyectarse como el mejor candidato para vencer a Trump, evitando confrontar con sus adversarios.

Un mal debate no tiene por qué echar por la borda una campaña, pero lo cierto es que Biden está ahora lejos de ser considerado como el nominado inevitable para 2020. Sigue ofreciendo una promesa seductora: un nuevo comienzo tras la catástrofe de Trump. Sus credenciales como hombre de Estado experimentado y alejado del ala más izquierdista del partido le permiten atraer el voto demócrata de más edad, ha recibido el que más dinero en donaciones y parece que va a seguir apostándolo todo en seguir proyectándose como «Mr. Arréglalo todo»: el único que conoce cómo funciona un gobierno, el más cualificado de los aspirantes para ser presidente de EEUU, el que más sabe de política exterior.

El duelo Warren-Sanders

En los debates de Detroit también se espera un cara a cara entre los aspirantes que se presentan como agentes del cambio y la transformación de EEUU. Los más escorados a la izquierda, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, competirán para diferenciar sus visiones de futuro, para confrontar sus apuestas por cambiar de raíz la estructura impositiva y el contrato social del país.

Warren, senadora por Massachusetts, está intentando dejar atrás a sus competidores con propuestas políticas radicales, incluido su tema estrella, condonar la deuda estudiantil de 42 millones de estadounidenses. Su apuesta pasa por dirigirse a los demócratas que buscan una especie de pureza o integridad progresista de su candidato, incluida en la recaudación de fondos. Así, en su apuesta por los donantes de base, ha igualado con Sanders como únicos aspirantes que han conseguido más de un millón. Pero a diferencia de este, que apuesta sin tapujos por el «socialismo democrático», Warren, profesora de Derecho de 70 años, es un defensora de corazón del capitalismo y ha trabajado siempre para que el sistema funcione para la clases trabajadoras.

Bernie Sanders, a sus 77 años, sigue apostando por la base que asentó en su duelo con Hillary Clinton en la campaña de 2016. A saber, una potente combinación de organización popular y de dinero, con más de un millón de donantes y una media de 18 dólares por donación. Pero a diferencia de lo que ocurrió hace cuatro años, muchos de los aspirantes han hecho suyas las propuestas que antes eran marcas distintivas de Sanders. Con todo, sigue siendo el campeón en propuestas socialmente muy avanzadas, como la sanidad pública y gratuita, un salario mínimo de 15 dólares por hora o un impuesto inmobiliario de hasta un 77% para las fortunas que excedan el millardo de dólares, con el que espera recaudar 315 millardos en una década.

Una mujer de ley y orden

Según coinciden todos los analistas, en las primeras etapas de la carrera está destacando una figura por encima de los demás contendientes: Kamala Harris. Hábil en la retórica y punzante en el cuerpo a cuerpo de los debates, esta exfiscal afroamericana que, según su madre, una endocrinóloga india, «ya escribía cartas a Nixon para pedirle que parara los bombardeos de Vietnam casi antes de que supiera escribir su nombre» y se manifestó todos los fines de semana, durante años, contra el apartheid de Sudáfrica, es la sensación del momento. Y aunque queda mucha carrera, tras haber roto Obama el tabú de un presidente negro en la Casa Blanca, se ha situado entre las favoritas para enfrentarse a Trump, que seguramente tendrá preparada su munición sexista, racista y otras malas artes para atacarla.

Mujer del sistema, de ley y orden, muchos ven en ella a la persona ideal para meter en vereda a un Trump que ha hecho saltar todos los equilibrios de EEUU. Harris está encarando la carrera sin tener miedo de sí misma, con plena confianza en sus posibilidades, en las capacidades del sistema y en el «sueño americano». Con esas credenciales se presenta ante un desafío fascinante y complicado en el que ya ha conseguido algo que es muy difícil: ser conocida en todo el país y ser vista como una aspirante real para enfrentarse a Trump.

No descolgarse del pelotón

El resto del pelotón sigue apurando sus opciones y buscando hacerse un sitio, cada cual con sus argumentos. Uno de los más recurrentes es el de la capacidad de ganar en estados rojos (que votan republicano en las elecciones) frente a los candidatos que solo pueden asegurar mantener los estados azules (que votan demócrata). El tejano Beto O'Rourke, que ha bajado en las encuestas, o el gobernador de Montana, Steve Bullock, son los que más se están destacando al respecto.

La legalización de la marihuana, el respeto del derecho al aborto, la universalización de la gratuidad de las guarderías, la prohibición de los juguetes sexistas, la desaparición de los colegios electorales, la reforma de las políticas de inmigración y la lucha contra la emergencia climática son algunas de las propuestas que han convertido en bandera estos candidatos del pelotón. Su preocupación más inmediata es la de no descolgarse a las primeras de cambio, en los primeros debates. Eso, y seguir consiguiendo dinero que, al fin y al cabo, es el avituallamiento necesario para llegar lejos en una carrera que ya tiene un grupo de escapados.

 

El momento de Kamala Harris, una estrella política emergente

Esta exfiscal de 54 años, hija de padre jamaicano y de madre india tamil, demostró en los primeros debates audacia y precisión quirúrgica al atacar al exvicepresidente Joe Biden, en un memorable intercambio de golpes sobre las posiciones de este en el pasado y su oposición a los autobuses escolares para los niños y niñas negros. Ha subido en las encuestas, y entre los donantes, hasta colocarse en el trío de cabeza –algunas la sitúan en segunda posición tras el propio Biden, por delante de Bernie Sanders–.

Senadora por California, su experiencia vital y sus habilidades políticas le han dado una oportunidad única de aglutinar a la base demócrata, desde la legendaria plataforma multirracial que aupó a Obama y aúna el progreso y el pragmatismo hasta las posiciones más a la izquierda que van más allá de «la esperanza y el cambio» para conseguir objetivos políticos concretos. Pero aún tiene que superar varios obstáculos. En concreto, su pasado como fiscal puede hacer que se hunda su campaña o puede convertirse en su mayor fortaleza para enfrentarse a Donald Trump.

Como persona de «ley y orden», puede ser una la apuesta perfecta para remendar el sistema y poner orden tras el mandato de un presidente descontrolado, amoral y no siempre respetuoso con las leyes. Pero, por otra parte, en tanto que afroamericana, ha trabajado en un sistema penal que castiga especialmente a su comunidad, y ante esa contradicción tendrá que ganarse la confianza del voto negro y más de izquierdas. Sin duda, sus adversarios ya están escrutando todos los casos en los que ha intervenido para poder explotar esas contradicciones.

Kamala Harris tiene, además, otro dilema al que hacer frente. Tras haber virado en la carrera claramente a la izquierda, se ha dado cuenta que prácticamente todos sus rivales están circulando ya por la izquierda. Y parece estar intentando ahora dividir la distancia entre los más nítidamente a la izquierda (Sanders y Warren) y quienes están más al centro (Biden). Pero esa apuesta tiene un peligro, la de convertirse en una especie de coche escoba. A saber, intentar satisfacer a todos y, al final, satisfacer a muy pocos.M.Z.