Iñaki SOTO
Donostia
Elkarrizketa
ALBERTO PRADILLA
PERIODISTA

«La caravana fue un ejercicio masivo de desobediencia civil»

"Caravana", el segundo libro de Pradilla, es una crónica del éxodo centroamericano de 2018. El periodista acompañó a la marcha compuesta por hondureños, salvadoreños y guatemaltecos en su tormentoso viaje hacia México, donde él reside ahora.

La lectura de “Caravana” resulta angustiosa. La esperanza es mínima y a menudo tiene reversos crueles. Miles de personas escapando de la pobreza y la violencia, en un camino tortuoso donde topan con más violencia y más pobreza. El periodista Alberto Pradilla da en este libro voz a docenas de esos miles de centroamericanos que se unieron para marchar juntos hacia EEUU. Relata cómo en su camino encontraron represión, más violencia, engaños, racismo… pero también una gran hermandad y solidaridad.

Tras trabajar en “Plaza Pública” en Guatemala, Pradilla (Iruñea, 1983) ha seguido el camino que hizo junto a la caravana y se ha instalado en México, donde ha comenzado a escribir para AnimalPolítico.com y desde donde responde esta entrevista.

Usted ha sido testigo de ambos, ¿qué une al éxodo que cruza Centroamérica y el que cruza el Mediterráneo?

Ambos movimientos comparten patrones. Son familias que huyen de la violencia y la pobreza, que se enfrentan a un camino muy peligroso, que caen en manos de grupos criminales que se lucran de su miseria, que sufren la xenofobia tanto en el trayecto como en el destino y que tienen como objetivo llegar a países ricos cuyos gobernantes los rechazan mientras se aprovechan de su condición de indocumentados.

La violencia que relata es propia de una guerra ¿Son Honduras, Guatemala, El Salvador e incluso México estados fallidos?

México y el Triángulo Norte de Centroamérica son realidades distintas, no se les puede comparar. En el caso de Honduras, Guatemala y El Salvador, el Estado no significa un sistema de salud o educación para todos, sino policías y militares que protegen a una élite. Los tres países tienen sus propias características, pero comparten unos índices de violencia insoportables, unas tasas de pobreza elevadísimas y una historia marcada por la injerencia de Estados Unidos.

Usted vio crecer a la Caravana ¿Qué era lo que los unía y los sacaba de la clandestinidad?

Salen de la clandestinidad precisamente porque están unidos, porque son visibles. La migración centroamericana hacia Estados Unidos existe desde hace décadas. Hasta octubre de 2018 se desarrollaba a escondidas. Todo cambió, al menos momentáneamente, con la caravana. Esa migración silenciosa a la que secuestraban, extorsionaban, violaban, asaltaban, asesinaban y explotaban era una gran marcha visible en todas las portadas. Los más pobres de uno de los agujeros negros del mundo eran protagonistas: habían desahuciado a sus países y nos estaban pidiendo, en directo, una oportunidad. Transitaban una peligrosísima ruta migratoria protegiéndose los unos a los otros con lo único que tienen: sus cuerpos. Llegamos a plantearnos si aquella caravana había cambiado para siempre la forma de migrar a Estados Unidos. Nos equivocamos.

Las condiciones objetivas para la caravana estaban dadas de hace tiempo. ¿Qué las activa? 

Una de las obsesiones de quienes han querido criminalizar las caravanas ha sido buscar una teoría de la conspiración sobre su origen. Se ha dicho que detrás estaba Donald Trump, el Partido Demócrata, Venezuela, George Soros o la oposición hondureña. ¡Todo al mismo tiempo! La gente tenía la maleta hecha. La gente migra por tres motivos: por hambre, por violencia y por culpa de gobiernos corruptos que les han dado la espalda.

A partir de ahí podemos hablar del inicio de la marcha, el 12 de octubre de 2018. Ese día apenas se concentraron 200 personas en la estación de autobuses de San Pedro Sula. Por la tarde, HCH, el canal hondureño más popular, hizo una transmisión en vivo desde la estación. Y se activó el efecto llamada. Y al día siguiente eran 1.000. Y al otro, 2.000. Y así, como una bola de nieve, la gente se fue sumando. ¿Por qué? Porque se mueren de hambre o los matan a tiros, porque la decisión de migrar ya estaba tomada y ver en la tele a un montón de gente que quiere hacer el mismo camino te da ánimos. Muchos de los que iban en la caravana son los pobres de entre los pobres, los que no tienen los 8.000 dólares que cuesta un pollero desde San Pedro Sula hasta Estados Unidos. Esa caravana era la oportunidad, el «ahora o nunca». Y muchos lo consiguieron.

¿Qué papel juegan Trump y EEUU?

Trump tuvo un papel de amplificador con la caravana anterior, en abril de 2018. La novedad de la marcha de octubre fue que salió de San Pedro, de Centroamérica. Hasta entonces, habían salido del sur de México y sin gran eco mediático. Pero en abril, Trump lanzó sus tuits furibundos hablando de invasión y dio publicidad a la marcha. En ese momento los medios nos giramos hacia un fenómeno al que no habíamos prestado atención.

En todo caso, usted descarta las teorías conspirativas.

No hay una mano negra detrás de las caravanas. Lo que hay es hambre, violencia y estados a los que se da por desahuciados.

No obstante, sí existe una voluntad política que no dirige, pero da consistencia a la Caravana. Hay personas que la impulsan y la acompañan ¿Tiene relación con las tradiciones revolucionarias centroamericanas o bebe de otras fuentes?

Creo que uno de los pocos nexos de unión con estas tradiciones es el lema de «alerta que camina la lucha del migrante por América Latina». Este movimiento surge de un análisis completamente distinto. Los procesos revolucionarios parten de una voluntad de transformación y la migración masiva se produce al llegar a la conclusión de que el cambio es imposible. Como me decía el padre Melo, un activista hondureño, «los migrantes están buscando su pedacito de capitalismo».

A partir de aquí podemos analizar la politización existente en el camino. La presencia de grupos de activistas como Pueblo Sin Fronteras ayudó a avanzar, pero como acompañantes y mediadores con las autoridades, promoviendo la autoorganización a través de asambleas. Acataron incluso decisiones con las que no estaban de acuerdo. No todos, incluso dentro de la izquierda tradicional, vieron con buenos ojos que se empoderase a los migrantes. Hay quien prefiere verlos como sujetos pasivos, receptores de caridad.

La caravana fue un gran ejercicio masivo de desobediencia civil. Creo que por eso entró tanto miedo a los gobiernos de Estados Unidos y México, que han criminalizado conjuntamente a los activistas.

¿Qué le resultó humanamente más insoportable?

Hay muchos momentos. El puente Rodolfo Robles, que une Guatemala con México. El portón de la frontera cerrado y, tras él, decenas de seres humanos rotos, suplicando que abran, llorando, implorando, creyendo que si demostraban todo lo que sufren alguien se apiadaría de ellos. La tos como banda sonora de la caravana, que te recuerda la fragilidad del cuerpo a pesar de una voluntad indestructible. Otro día, en Oaxaca, cuando cayó una tormenta mientras la gente dormía en un campo de fútbol infestado de culebras. Iba en el coche hacia allá, familias vagando sin saber a dónde ir, en medio de la lluvia y la oscuridad. El albergue de Tijuana inundado. La gente corriendo asustadísima entre los gases lanzados por Estados Unidos en la frontera.

A pesar de todo, creo que es importante reivindicar la fortaleza de estos seres humanos. Creo que se intenta imponer una visión del migrante como ser receptor de caridad, sumiso, que debe mirar hacia abajo y dar las gracias. Y no. En la caravana hubo miles de personas conviviendo. Y también hubo diversión, y amores de caravana y algunos se fumaban sus porros y otros iban a misa y otros hacían nuevos amigos y otros se peleaban. Tenían una esperanza. Creo que es importante reivindicar la humanidad del movimiento en toda su extensión, no quedarnos con la caricatura.

En parte, la Caravana rompió a ojos del mundo con el estigma del migrante ¿Cree que ese estigma se ha recompuesto?

No sé si a nivel mundial, pero al menos en México vivimos un incremento del discurso xenófobo.

La llegada de AMLO supuso un respiro. ¿En qué ha quedado este cambio?

López Obrador ha tenido dos fases. La primera, la del espejismo: en enero ofreció, durante diez días, tarjetas de visitante por motivos humanitarios a los migrantes que llegaron en caravana. Desde entonces, la persecución se ha incrementado hasta convertir a la Guardia Nacional en la rama mexicana de la Border Patrol estadounidense. Trump chantajeó a México con la subida de aranceles y López Obrador no supo encontrar una alternativa que no fuese convertirse en el policía fronterizo de Estados Unidos. Aquel acuerdo fue celebrado tanto por México como por Estados Unidos. Los damnificados son los migrantes centroamericanos. Las condiciones que llevan a la migración no han cambiado, así que la gente seguirá huyendo a través de caminos más peligrosos y poniéndose en manos de grupos criminales. Está por ver el efecto de otro acuerdo todavía más pernicioso, el que convierte a Guatemala en “tercer país seguro” para los migrantes a pesar de ser uno de los países que más gente expulsa.