LA HORA DE LA AUTOPRODUCCIÓN Y EL AUTOCONSUMO ELÉCTRICO
Es el momento del autoconsumo eléctrico. Es sencillo y produce un beneficio económico al usuario y un beneficio medioambiental a toda la sociedad. Desde octubre pasado, el impuesto al sol del PP ya es historia, y todo apunta a un repunte espectacular de la producción a pequeña escala de energía fotovoltaica.
La autoproducción eléctrica se consigue fundamentalmente por dos vías: las placas solares (energía fotovoltaica) y los sistemas de hélices (energía eólica). Sin embargo, la primera presenta muchas ventajas con respecto a la segunda, y la principal es su regularidad. Para que una placa solar produzca energía basta con que reciba luz: si recibe mucha, producirá mucha energía, pero aunque reciba poca, aunque el día esté nublado o llueva, producirá algo de energía. Por su parte, las hélices requieren necesariamente que sople el viento, por lo que son adecuadas en cotas altas o zonas especialmente ventosas. En el resto, su producción energética será irregular, por lo que se contemplan más como complemento de la energía solar.
En la mayor parte de Euskal Herria es difícil obtener del sol toda la energía requerida por un domicilio particular o una empresa; sí una parte considerable, y a veces más de la necesaria, pero no toda siempre. De ahí que la instalación de autoconsumo no se desenganche de la red eléctrica convencional y la utilice bien sea para tomar energía de ella cuando la autoproducida no sea bastante o bien sea para dar salida al excedente producido.
El nivel de autonomía energética aumentará, hasta llegar quizá a la soberanía, en la medida en que mejore la tecnología de las baterías que permiten almacenar la energía producida en un tramo horario favorable y consumirla en uno desfavorable, esto es, la noche o un día especialmente cubierto. Hay que subrayar que es la luz, no el calor, lo que las placas fotovoltaicas (que no termovoltaicas…) transforman en electricidad. De ahí que incluso en esos días de invierno soleados la placa trabaje, cosa que no hace en las noches de verano, por mucho que el termómetro alcance los treinta grados. El problema es que, ahora mismo, el precio de las baterías buenas es muy alto y requieren además un mantenimiento considerable.
Cuando la energía producida por una instalación de autoconsumo es más elevada que la requerida por el usuario, las alternativas son tres: dejar de producirla, enviarla gratis a la red, o enviarla y cobrarla. La legislación establece las fórmulas con compensación y sin compensación.
En las instalaciones con excedentes acogidas a compensación, la energía que no se autoconsume de forma instantánea se vuelca a la red y al final del periodo de facturación, el valor de esa energía excedentaria se compensará en la factura del consumidor. Se hace un balance entre lo que consumimos de la red y lo que aportamos, y la compensación no podrá nunca ser superior al consumo: si por ejemplo consumimos 150 kilovatios pero hemos aportado 200, solo compensarán los 150. El resto lo habremos regalado a la red. De este modo, nunca recibiremos dinero por este concepto y, por tanto, no hay que hacer ninguna declaración fiscal. En la modalidad de no acogidas a compensación, la energía que no se autoconsume de forma instantánea se vuelca a la red y se vende, obteniendo por ella el precio del mercado eléctrico.
Las ventajas de autoproducir energía son muchas. Para empezar, una reducción en el gasto, mayor en la medida en que se va reduciendo el precio de las placas y elementos auxiliares. Al ser energía de “kilómetro 0”, no se pierde ese 15% que acarrea el transporte y distribución desde la línea eléctrica convencional. Disminuyen las emisiones de CO2 y supone una disminución de la dependencia energética, con reducción del uso de combustibles fósiles. Su instalación es sencilla y de ello se encargan cada vez más empresas en Euskal Herria; basta con disponer de una instalación eléctrica en el edificio, sea caserío, vivienda unifamiliar, bloque de pisos, escuela, polideportivo o empresa, y de una superficie suficiente para la colocación de las placas. En la mayoría de los casos se colocan en el tejado o la terraza, pero si se dispone de un terreno cabe instalar placas solares de mayor superficie o generadores eólicos y producir y comercializar una cantidad considerable de energía.
Adiós al impuesto al sol del PP
El autoconsumo compartido ha estado prohibido en el Estado español hasta agosto de 2017, cuando el Tribunal Constitucional anuló la prohibición. El Real Decreto 900/2015 –popularmente conocido como “impuesto al sol”– había establecido un peaje de respaldo, que era el importe a pagar por seguir enganchado a la red eléctrica, y obligaba además a instalar un contador para la energía autoproducida y otro para la tomada de la red general. Además de suprimir el impuesto, la nueva legislación simplifica los trámites para las instalaciones comunitarias, caso de un bloque de viviendas, que ahora son más sencillos y eliminan requisitos como el contador específico.
El aumento de instalaciones ha sido notable, entre otros motivos porque la compra colectiva de los materiales, el estudio de viabilidad compartido y la instalación única permiten una sustanciosa rebaja de la inversión inicial, así como del mantenimiento posterior. El consumo típico de una familia no supera los 10 kilovatios, pero la nueva legislación permite las instalaciones de hasta 100 kilovatios, y eso es precisamente lo que posibilita las instalaciones colectivas. Además, ya no es necesario que las placas se instalen en el tejado propio, sino que pueden colocarse en un edificio adyacente o un terreno a una distancia de hasta 500 metros.
Además, los ayuntamientos pueden optar por apoyar esta fórmula, caso del barcelonés de Aviá, que subvenciona los kilovatios producidos con placas solares y aplica descuentos de hasta 1.000 euros en el IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles) de los usuarios. En otros municipios las exenciones comprenden asimismo los impuestos sobre construcciones, instalaciones y obras.
La modalidad más sencilla de autoconsumo colectivo es la de una instalación que cubra las necesidades energéticas de las zonas comunes del edificio, caso de la iluminación de escaleras, rellanos, portales, garajes y trasteros o el funcionamiento del ascensor. Las posibilidades se amplían si nos referimos a urbanizaciones con piscinas y otras zonas comunes (patios, salas, zonas de juegos y deportes, etcétera).
A partir de esta primera posibilidad se abren otras, como la instalación integral, más completa y de mayor potencia, que permite abastecer de energía a las viviendas y a los locales comerciales del edificio, si los tuviera. En este caso, especialmente atractivo para nueva construcción, el titular también es la comunidad de propietarios, que se encarga de facturar a cada uno de los vecinos.
Un último caso sería el de la instalación flexible, que en un principio sólo abastecería a aquellos vecinos que hubieran decidido conectarse, aunque permitiría que otros vecinos se fueran sumando posteriormente, lo que la convierte en un tipo de instalación más adecuado para bloques de viviendas ya construidos.
El retraso del Estado español en esta materia, en comparación con Europa, salta a la vista al observar la situación de países no caracterizados precisamente por su cantidad de horas de sol, como Alemania, que cuenta con 1,8 millones de instalaciones residenciales de autoconsumo, o el Reino Unido, con unas 800.000, frente a las apenas 1.500 en el Estado español, cuyo territorio recibe sin embargo mucho mayor nivel de insolación.
En relación a la generación y autoconsumo de energía en Euskal Herria, cabe mencionar el papel de cooperativas como Goiener, que surgió hace siete años de un grupo de cuarenta personas y a día de hoy cuenta con 10.000 socios, 28 trabajadores y 120 voluntarios. Organización sin ánimo de lucro, Goiener se propone avanzar hacia la soberanía energética y con ese objetivo ofrece, entre otros servicios, el asesoramiento necesario para iniciarse en el camino del autoabastecimiento. Lo mismo hacen en sus ámbitos la catalana Som Energia (59.000 socios) o la gallega Nosa Enerxia. En el Estado francés, destacan cooperativas como Enercoop, con quince años de trayectoria.
Para los manitas, cabe la posibilidad de hacerse uno o una misma la instalación de las placas solares, pero siendo conscientes en todo momento de que este tipo de trabajo es peligroso -electrocución- y requiere cumplir normas de seguridad. Las placas solares se pueden adquirir en tiendas físicas o en internet; son más recomendables las monocristalinas que las policristalinas, pues aunque son más caras producen más electricidad. Las medidas son habitualmente de dos metros cuadrados, ofrecen potencias de entre 300 y 400 vatios y su precio se sitúa en torno a los 175 euros. La producción de una instalación solar tipo genera en torno a 5 kilovatios, lo que equivale a 15 placas.
A lo anterior hay que sumarle el elemento de soporte y adhesión de las placas, y un inversor, la pieza que transforma la electricidad continua que producen las placas en electricidad alterna, la que se utiliza en las casas. Además, el inversor desvía la electricidad sobrante a la red, o la toma de ella en caso de que la producción solar no sea suficiente. El presupuesto total se sitúa en torno a los 5.000 euros. Eso sí, si añadimos una batería acumuladora de buena calidad –las de litio están en boga actualmente– la cifra se incrementa más del doble. La Powerwall de Tesla, que es actualmente la principal batería de referencia, cuesta en su página oficial 7.500 euros.