Víctor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Próxima parada: Sitges

En este mundo existe gente sensata que, como tal, está en constante contacto con su cuerpo y su cerebro. Que escucha a la maquinaria que le va a permitir seguir adelante y fructificar en esta vida, que es al fin y al cabo lo que todos queremos. Sin embargo, también existe gente que desoye las necesidades de su yo-físico, y claro, va por el mundo arrastrando los pies y el alma, siempre con las energías bajo mínimos.

En este segundo grupo me encuentro yo, por supuesto. En el de los cafres que anteponen su hambre cinéfila a las necesidades psico-físicas más básicas. O sea, que una vez terminada mi nueva aventura en Zinemaldia, descubro que en apenas cuatro días empieza otra en Sitges. En el Festival de Cine Fantástico de Catalunya, ahí donde se proyectan cuarenta películas a Concurso, y donde cada noche se programan maratones que se alargan hasta el amanecer.

¿Y qué voy a hacer? ¿Desplomarme y ponerme a llorar ante esta nueva avalancha que se me viene encima? Evidentemente, no. Toca recomponerse; recuperarse a marchas forzadas y, por supuesto, preparar lo que está por llegar. Como viene siendo tradición, los mejores certámenes cinematográficos tienen su mejor previa en Filmin, plataforma que, en este caso concreto, nos facilita en «Canal Sitges» una selección de los títulos que han dejado huella, a lo largo de los últimos años, en este festival tan cafre. Para muestra, la primera película reivindicada esta semana en Versión Original (y Digital). Se trata de “El mundo de Kanako”, consagración definitiva del nipón Tetsuya Nakashima en forma de thriller detectivesco-criminal. La propuesta consiste en una búsqueda que, a cada paso andado, nos irá sumiendo en una espiral de desesperación más y más… divertida. Como suena. Ahí va una de las más contundentes muestras de la conocida como «japan madness». Una locura japonesa que es gloriosa paliza sensorial y conceptual. Ahí van dos horas de cine de la furia, en las que la gente no habla, sino grita; en las que estar desquiciado parece que sea la respuesta más racional a un mundo que, definitivamente, ha perdido la chaveta.

En la misma línea, podemos aprovechar la excusa que nos brinda el calendario para reencontrarnos con nuestro «artista desastroso» predilecto. En “Interior. Leather Bar”, James Franco empezó a dar síntomas de la fascinación que siente hacia los objetos cinematográficos disfuncionales. Aquí, lo que hizo fue reconstruir una serie de escenas que la productora de “A la caza” obligó a William Friedkin a retirar del montaje final, debido a su fuerte carga (homo)sexual. Y ahí que se fue el enfant terrible fumeta, a reconstruir los desaguisados de las censura moral.

Por último, uno de los títulos más engañosos de la temporada pasada: “El hombre que mató a Hitler y después al Bigfoot”. Esta película dirigida por Robert D. Krzykowski y protagonizada por un Sam Elliott en su salsa, huye del aura expolitation con la que podría llegarnos, y se convierte en un emocionante homenaje a una generación (lo llaman «vieja escuela») que merece ser escuchada, siempre que decida ponerse a divagar entre sus incontables batallitas.