Mikel CHAMIZO
NDR ELBPHILHARMONIE DE HAMBURGO

Un bruñido Bruckner y bárbaro Bartók 

La NDR Elbphilharmonie de Hamburgo no es una desconocida en Donostia: ha actuado en la ciudad en varias ocasiones en la Quincena Musical y por última vez en verano de 2018. Pero la del pasado martes fue probablemente la mejor actuación que esta formación ha ofrecido en la ciudad, gracias a un programa que encajaba como anillo al dedo con su personalidad sonora y a estar acompañada de un director sobresaliente (Alan Gilbert) y un violinista fuera de serie (Leonidas Kavakos).

La interpretación de este último del “Concierto para violín nº2” de Bartók fue tan buena que uno no sabe ni por dónde empezar. Kavakos parece haberse situado más allá del virtuosismo para alcanzar un dominio del instrumento que apenas tiene parangón entre los violinistas actuales. El sonido que extrajo del instrumento fue corpóreo y cálido, el dominio del arco y los fraseos, redondos. Las dificultades técnicas dejaron de percibirse como tales, y era imposible encontrar fisuras en su concepción estilística, ni excesivamente lírica ni modernista. A pesar de que es un adjetivo que trato de evitar siempre, ya que el arte de la interpretación es profundamente subjetivo, lo que hizo Kavakos el martes fue prácticamente “perfecto”.  

Parecía difícil que la segunda parte no cayera en picado tras un Bartók de semejante categoría, pero ya desde la melodía de violas y violonchelos que abre la “Sinfonía nº7” pudimos adivinar que iba a ser un Bruckner de muchos kilates. No el más tradicional, porque Gilbert se alejó en muchos aspectos de la tradición germánica al dirigir a Bruckner, pero su visión aportó muchos matices interesantes a esta partitura monumental. El director la explicó muy bien, clarificó sus diferentes secciones, quizá la controló en exceso en algunos momentos, pero sin cortar nunca las alas a los clímax y a la intensidad expresiva que aportan grandeza a la obra.