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ARGEL

Movilización juvenil y estudiantil contra los comicios en Argelia

La Policía reprimió ayer protestas estudiantiles contra las elecciones presidenciales del jueves en el marco de un conflicto generacional entre una juventud que reclama un futuro y una gerontocracia instalada en el poder desde el final de la guerra de independencia en 1962.

La Policía argelina dispersó ayer en el centro de Argel a estudiantes y jóvenes que salieron al paso de una concentración ante la Gran Poste a favor de las elecciones del 12 de diciembre.

Manifestaciones similares en apoyo al Ejército han tenido lugar en pueblos y ciudades, pero siguen lejos de congregar a las muchedumbres que todos los viernes logra sacar a la calle el movimiento Hirak, que exige el cambio de régimen en Argelia.

La huelga general, convocada desde las redes sociales desde el domingo, tenía poca repercusión en Argel, al contrario que en Tizi Ouzou, en la Kabilia amazigh, donde el seguimiento era masivo.

Conflicto generacional

«No es una brecha lo que separa a los fósiles del poder y los jóvenes; es un cráter», señalaba Lyes, 22 años, con una bandera argelina a modo de capa en una marcha estudiantil.

El rechazo masivo a las presidenciales del jueves revela el foso que separa a una juventud en el corazón de las protestas de un poder que insiste en regenerarse con antiguos partidarios del expresidente Abdelaziz Bouteflika. En un país en el que más de la mitad de la población tiene menos de 30 años, mientras los dirigentes son casi ancianos, empezando por el jefe del Estado Mayort, Ahmed Gaid Salah (79 años), y el presidente interino, Abdelkader Bensalah (78).

«Los dinosaurios, en el poder desde la independencia, nos hicieron pasar de la política hasta el estallido del Hirak (Movimiento en árabe) a finales de febrero», afirma Lyes, estudiante de ingeniería en Argel. La mayoría de sus camaradas no están inscritos en el censo electoral pero, como él, bajan todos los martes a la calle para reclamar el fin del sistema.

Los dirigentes se han convertido en la diana de los eslóganes de los estudiantes, que reivindican vivir con mayor libertad, estudiar en condiciones, un empleo no precario, un poder de compra decente y ser tenidos en cuenta; en definitiva, tener un futuro en lugar de vegetar en la calle.

Aspiraciones que, aseguran, son ignoradas por un poder gerontocrático. «Antes teníamos miedo de hablar pero las cosas han cambiado desde el Hirak», asegura Hanya Assala Abdedaim, estudiante de 24 años. Asma, de 21, ha «crecido con el Hirak y mi objetivo es meter a los viejos que nos gobiernan al museo de Antigüedades».

Para el sociólogo Nacer Djabi, las exigencias de las protestas «no son solo una transición política, sino generacional».

Más allá de la cuestión de edad

No pocos jóvenes insisten en que las razones de la crisis no se reducen a un solo parámetro. Tras constatar que todas las generaciones están masivamente presentes en las protestas, Mohamed Lamine Harhad, de 22 años, no tiene «problemas con los viejos, sino con las viejas ideas», y reivindica «un nuevo sistema basado en la democracia para un país que implica a los jóvenes sin olvidar a los mayores y su experiencia». «La fosa no es la edad, es la visión de las cosas», coincide Lmmanouar Hamamouche, de Bejaia (este).

La socióloga Yamina Rahou, analista de Orán, concluye que, «más allá de la edad, es un problema político entre una población mayoritariamente joven que aspira a un Estado moderno y democrático y los que se apropiaron del Estado tener sojuzgados a los y las argelinas».

Un voto de fachada para apuntalar al Ejército

Pilar histórico del régimen, el Ejército busca con la convocatoria de elecciones barnizar su poder con una «fachada civil», según varios expertos.

Tras la caída de Bouteflika, obligado en abril a dimitir tras 20 años en el poder, el Ejército se ha visto obligado a ejercer el poder. «Es una situación engorrosa para los militares, que siempre han preferido estar tras las bambalinas en un sistema caracterizado por su opacidad», opina Moussab Hammoudi, del EHESS de París. El alto mando militar está encarnado por el general Gaid Salah, oficialmente viceminisrtro de Defensa pero que manda sobre el presidente títere Bensalah y un Gobierno que se limita a gestionar los asuntos corrientes.

El Ejército pensaba acabar con las protestas sacrificando a Bouteflika pero hoy está en el punto de mira de las manifestaciones. Las manifestaciones, que en un comienzo coreaban el lema «Ejército y pueblo somos hermanos», han pasado a exigir cuestiones como «todos los generales a la basura» y «Gaid Salah, traidor» GARA