Mikel ZUBIMENDI
donostia
ÁFRICA, INDEPENDENCIA SIN CONTROL DE LA ECONOMÍA

Sesenta años después, el continente africano vive en estado de urgencia

Seis décadas después de la proclamación de independencia de decenas de países africanos, su situación económica sigue dependiendo de las antiguas metrópolis. Hoy, con cinco veces más de habitantes y sin un modelo de desarrollo propio, África sigue viviendo una situación crítica, con desafíos enormes, sin poder explotar todo su potencial.

África es el continente más rico del planeta. La superficie de la cuna de la humanidad fue bendecida con una belleza y una abundancia infinita. Con una biodiversidad y vida salvaje increíble, con vastos recursos marítimos. Y además de estos tesoros, el subsuelo africano rebosa de oro y diamantes, de más de veinte tipos de minerales preciosos únicos.

Es un paraíso habitado por pueblos y almas maravillosas. Con lenguas y culturas ancestrales. Pero todas estas riquezas han sido también una maldición que ha convertido a África en el continente más desigual y menos desarrollado.

Durante siglos sufrió un genocidio con el comercio transatlántico de esclavos y ya desde 1870, imperios establecidos como el británico, el francés o el portugués intentaron tomar el control de los reinos africanos, de las tribus y sociedades, reclamando para sí vastas áreas y llevándose sus recursos naturales. Los africanos resistieron, pero sucumbieron ante la superioridad de las tecnologías militares de los colonizadores.

Sombra del panafricanismo

Los europeos tomaron los minerales y productos agrícolas de las colonias, que también constituían un mercado para los productos manufacturados en Europa, al precio más barato posible. Fabricar por los africanos en África estaba prohibido y las empresas locales fueron eliminadas o disminuidas con todas las formas posibles.

Durante la colonización, África fue empobrecida enormemente. Las sociedades y reinos que habían funcionado perfectamente durante siglos sin ninguna moneda, fueron forzados a ajustar sus sistemas, a trabajar con empleos y salarios degradados hasta extremos en los que difícilmente se podía sobrevivir.

Pero a pesar de esta opresión estructural y de mentalidades durante el colonialismo, el espíritu y orgullo africano nunca fue destruido. Los alzamientos y disturbios en las colonias eran constantes y llegaron a su punto de ebullición en la década de los años 60 y 70 del siglo pasado, donde muchas metrópolis ya no podían dominar a las colonias y multitud de países africanos se «liberaron», proclamando su independencia de los poderes coloniales.

Fueron los años del avance del panafricanismo como ideología, con el no-alineamiento, el anticolonialismo, el antiimperialismo y la unidad de África como bases, y un potente debate sobre la no-violencia o la violencia revolucionaria (defendida por el delegado de Argelia, el martiniqués Franz Fanon) como estrategia de liberación.

Independencia formal

Pero, ¿qué significa la independencia política si no viene de la mano de la independencia económica? ¿Qué sentido tiene la independencia formal de un país dado, tras un proceso de balcanización del continente, si no está unida a la liberación real de África? ¿Los países africanos son realmente libres e independientes? Esas preguntas resonaban como mazos hace seis décadas y en la actualidad aún tienen todo su sentido.

Los imperios europeos fueron “inteligentes”, dieron la independencia formal pero se guardaron el control de la economía y de los recursos naturales del continente, además de imponer sus lenguas y culturas. Por ejemplo, Guinea decidió en 1958 «liberarse» del imperio colonial francés, pero en un acto de furia de París, antes de otorgársela, las fuerzas coloniales destruyeron todo lo que consideraron como beneficios de la colonización: hospitales, tractores, escuelas, ganado en las granjas, quemaron grano y comida en los almacenes... Fue una señal para los siguientes en la lista.

En 1960 le llegó el turno a Togo, y su presidente, Sylvanus Olympio, jugó la carta de la concertación con París para apaciguar la furia francesa y evitar la destrucción del país. Acordó que la nueva República de Togo pagaría una deuda anual a Francia por los «beneficios de la colonización», que en la práctica suponía el 40% del presupuesto anual del país.

Como consecuencia, Togo resultaba económicamente inviable y cuando el presidente osó sacar a su país de la moneda colonial, el franco CFA (moneda de la Comunidad Financiera Africana) e imprimir su propia moneda, un escuadrón de golpistas dirigidos por París decidió matar a Olympio.

El presidente de Togo fue el primero de una lista de presidentes muertos y golpes de Estado para mantener la desestabilización de las excolonias y poder así seguir explotándolas. El burkinabés Thomas Sankara; el primer presidente de la República Centroafricana, David Dacko; Maurice Yaméogo o Hubert Maga son solo algunos ejemplos de esa notable lista de presidentes que París decidió matar o conspiró para derrocarlos.

El recientemente fallecido expresidente francés Jacques Chirac lo reconoció en 2008: «Sin África, Francia se sentaría entre los países del tercer mundo». Porque sin los 500.000 millones de dólares anuales que durante las últimas seis décadas el sistema colonial ha extraído de África y ha puesto en la tesorería francesa no podría disponer de su nivel de vida actual.

Nuevo modelo de relación

Hoy, 14 países africanos son económicamente oprimidos al estar obligados mediante un pacto colonial a colocar el 85% de sus reservas extranjeras en el Banco de Francia. Togo, Senegal y otros doce países siguen pagando a París la “deuda colonial”. Quienes se niegan al chantaje son eliminados, muertos o víctimas de golpes de Estado. Quienes lo aceptan, gozan de suntuosos palacios en el Estado francés y de un estilo de vida occidental a todo lujo, mientras la gente sufre extrema pobreza.

La estrategia de la neocolonización para mantener el control incluye la deuda colonial, la confiscación automática de las reservas nacionales, el derecho de tanteo sobre minerales raros y recursos naturales, el derecho exclusivo a armar y entrenar los ejércitos africanos, a desplegar tropas en su territorio, la obligación del uso de moneda colonial, o hacer oficial en la educación y economía la lengua de los colonizadores.

60 años después y mil millones de habitantes más, África sigue en estado de urgencia. Sin modelo de desarrollo propio, con cadenas de la colonización que aún aprietan. Urge pasar a otro modelo de relación entre iguales. Para ello, Europa debe aceptar que ya no es el socio preferido, prioritario, de África.

Preocupación creciente: ¿está siendo África (re)colonizada por China?

África clama por su independencia económica, condición indispensable para la liberación total del continente. Pero crecen las voces que alertan sobre el peligro de que pueda caer nuevamente prisionera en el fragor de otra “Guerra Fría”, en este caso entre los estados neocolonialistas de Occidente y de Oriente.

Desde hace muchos años, distintos países africanos están tejiendo todo tipo de relaciones con China. Hasta el punto de que, desde el año 2013, el gigante asiático es el mayor socio comercial del continente.

Y es que el desarrollo económico de China y del denominado “primer mundo” no podría entenderse sin África, sin sus materias primas y minerales raros –en muchos casos inexistentes en otros continentes–, de los que dependen totalmente los teléfonos móviles, la industria armamentística o las nuevas tecnologías. M.Z.

Año 1960: vientos de cambio que cambiaron radicalmente el mapa territorial

El año 1960 estuvo marcado en África por la proclamación de independencia de 17 nuevos estados –14 de ellos excolonias francesas–.

Repasando las fechas, las piezas del dominó empezaron a caer el 1 de enero: Camerún, antiguo protectorado alemán que tras la I Guerra Mundial se repartieron París y Londres, se declaró independiente. Una semana después, Rodesia del Norte, colonia británica, liberaba al militante independentista Kenneth Kaunda, que cuatro años más tarde se convertiría en el primer presidente de Zambia.

En febrero, París detona en el desierto argelino “Gerboise bleue” (jerbo azul), la primera bomba nuclear francesa. Días después, un terremoto destruye la ciudad marroquí de Agadir, dejando un saldo de 15.000 muertos.

En abril, Senegal proclama su independencia. Le seguirán Togo (antiguo protectorado alemán administrado por París), Madagascar (colonia francesa) y la actual República Democrática del Congo (entonces llamada Congo belga y más tarde Zaire).

En julio llegó el turno de Somalia, bajo autoridad británica al norte e italiana al sur. En agosto, el de ocho colonias francesas: Dahomey (hoy Benin), Níger, Alto Volta (Burkina Faso), Costa de Marfil, Chad, Oubangui-Chari (República Centroafricana), República del Congo (capital Brazzaville) y Gabón.

En setiembre, días después de la gesta de Abebe Bikila, primer campeón olímpico del África negra, Mali y Nigeria proclaman su independencia. Los sudafricanos se pronunciarán a favor de la República en un referéndum reservado a los blancos. Y la antigua colonia francesa de Mauritania será la última en subirse a aquella ola.M. Z.