Un sistema que como el dios Saturno devora a sus hijos

De todas las películas que Clint Eastwood ha hecho sobre héroes corrientes estadounidenses “Richard Jewell” (2019) es la mejor con mucho, al dar con un personaje esencialmente inocente devorado por el mismo sistema que lo ha sobrealimentado tanto física como mentalmente.
Yendo más lejos, está a la altura de los grandes clásicos de Hollywood sobre el linchamiento público al falso culpable, y pienso por ejemplo en “Furia” (1936) de Fritz Lang. Todo el victimario está relatado con una hondura emocional que rebasa cualquier límite o prejuicio ideológico que nos queramos autoimponer antes de ver la película, que no es comercional debido a que resulta demasiado sincera y honesta para los tiempos de impostura que corren, por lo que necesita de los premios anuales. El viejo Eastwood, a sus casi noventa años de edad, se revela tan puro y transparente como su protagonista, y si le han dado tantos palos por el personaje de la reportera sin escrúpulos profesionales ha sido a causa de que el veterano cineasta pasa ingenuamente de la corrección política y no disimula unos hechos reales que no colaboran a la imagen de esa persona concreta y su mala praxis, cuando utiliza sus armas de mujer, cual Matahari, para obtener imformación privilegiada.
Considero que la caracterización positiva y elogiosa de la secretaria del abogado equilibra la balanza, por no hablar del rol materno que le ha valido a Kathy Bates la nominación al Globo de Oro a la Mejor Actriz de Reparto. Pero si hay una actuación merecedora del Óscar y demás reconocimientos es la de Paul Walter Hauser, y le honra a Jonah Hill como coproductor el haber renunciando al papel, reconociendo que el finalmente elegido lo iba a clavar. Gracias a su presencia el tema de la gordofobia es expuesto de forma sutil y sin necesidad de cargar las tintas, abriendo un debate sobre la discriminación laboral a quienes sufren de sobrepeso.

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