Mikel INSAUSTI
CLÁSICOS PARA LA CUARENTENA

La mejor comedia que hicieron Blake Edwards y Peter Sellers

Es una de las mejores comedias de todos los tiempos, y da igual que la veas cinco, diez o más veces, porque siempre te vas a reir con las mismas ganas. No sé si eso equivale a la categoría de clásico, pero más de cincuenta años después de su realización sigue sin ser superada, porque fue irrepetible desde el preciso instante en que nació. Blake Edwards y Peter Sellers colaboraron de forma asidua en la franquicia “La Pantera Rosa” sin lograr nunca brillar al mismo nivel de excelencia cómica que en “The Party” (1968). Resulta curioso que el humor gestual de la película y el personaje de Hrundi V. Bakshi no remiten tanto al inspector Clouseau como hubiera sido de esperar, sino al Monsieur Hulot creado por el genial Tati en una dinámica de cine mudo y que aquí es conectada con la tradición del slapstick en la sucesión de gags perfectamente encadenados que no dan tregua al espectador. Imposible olvidar al extra que se resiste a morir, el baño de espuma, la silla baja en la mesa, el pollo ensartado en una peluca, el elefante pintado, el loro, los músicos rusos, el chorro de la fuente, los accidentes por el mal uso de la domótica, el riego automático, la chimenea en llamas, los servicios ocupados, etc.

Y cada una de esas escenas antológicas, tan explosivamente humorísticas, conectan entre si dentro de una colosal sátira del glamour y la opulencia de un Hollywood decadente. El rodaje parodiado es una especie de remake en color de la película de aventuras coloniales en la India de George Stevens “Gunga Din” (1939). Y la figura del todopoderoso productor, interpretado por Fay McEnzie, choca frontalmente con otras mucho más subversivas, como la del camarero borracho al que da vida Steve Franken.

Los elementos lúdicos van surgiendo en oposición al sistema establecido, muy de acuerdo con los postulados de la contracultura de los años 60. Hay en la fiesta desmadrada un punto inconfundiblemente lisérgico, muy de la época, que se puede apreciar al colarse en la banda sonora compuesta por el gran Henry Mancini, que utiliza el sitar en el tema central homónimo como un guiño a la procedencia india del protagonista, un ser torpe y generador de situaciones surrealistas, al ser invitado por error a un sarao en el que se siente totalmente fuera de sitio. Peter Sellers, con su inagotable transformismo, lo borda.