«Hay que redefinir el lugar del hombre en la sociedad y la masculinidad»
«Matthias & Maxime» es el nuevo filme del controvertido director canadiense. En un intento de poner cierta normalidad a estos tiempos de cuarentena, la distribuidora Avalon suma esfuerzos con la plataforma Filmin para adelantar un preestreno en casa de este filme que se podrá ver durante las próximas 48 horas a partir del viernes 27 a las 20.00 hasta la medianoche del domingo.

No es fácil entablar un diálogo (en forma de entrevista) con Xavier Dolan (Montreal, 1989). Y mucho menos tras pocas horas de haber estrenado una película. Su vulnerabilidad es apabullante, intentando disfrazar su actitud defensiva a veces con amabilidad, otras con afirmaciones determinantes.
Esta vez el director canadiense se pone los guantes de boxeo para defender su nuevo filme Matthias & Maxime, estrenado mundialmente en el pasado Festival de Cannes donde formó parte de la competición oficial.
Dirigida, escrita y protagonizada por el mismo Dolan, este filme se centra en dos amigos de la infancia Maxime (Dolan) y Matthias (Gabriel D’Almeida Freitas), que se aprecian a más no poder, que comparten cariño, camaradería y bromas con su grupo de amiguetes también de toda la vida, todos ellos con diferentes trasfondos sociales. En pleno ocaso de la veintena, con Matt haciendo carrera y con pareja estable, Max tutelando a su madre adicta, haciendo de tripas corazón y estancado laboralmente, este último decide marcharse a Australia, desencadenando un maremagnum de emociones y sentimientos en Matt.
Con tan solo cinco años Xavier Dolan empezó a ponerse frente a las cámaras, con 20 rodó su primer largometraje, y desde ese entonces su recorrido como director y guionista ha sido una exigente carrera de fondo.
«Hice la película que quería», sentencia sobre su nuevo filme, «aunque haya muchas cosas que quisiera cambiar de Matthias & Maxime, asumo que es suficiente para mí (reflexiona). Es una batalla constante tratar de crecer independientemente de la mirada de los demás, es difícil», concluye bajando la guardia.
¿Por qué decidió volver a tocar una historia sobre la llegada a la edad adulta?
Estoy al final de mi veintena, tal como los personajes de la película, que tienen entre 26 y 30 años, pero no es que regrese a ese periodo. Me gusta mucho esta película, estoy muy orgulloso de ella, porque intenté hacer cosas distintas. Este es un filme sobre transformación y cambios, y es la película que quería hacer. Tal vez se sienta más maduro, pero al mismo tiempo es un filme menos impactante, menos intenso que mis películas anteriores.
¿A qué se debe que a Matt y a Max les cueste tanto el proceso de descubrimiento de la sexualidad?
No están descubriendo su sexualidad, pero se produce un detonante que les lleva de repente a volver a un determinado momento de sus vidas. Cuando creían que estaban asentados, que ya no sentían la necesidad de explorar más nada, que no tenían una razón aparente para plantearse su identidad sexual, empiezan a surgir interrogantes como por qué han vivido como heterosexuales, y por qué eso no se lo habían cuestionado nunca. Se preguntan también sobre las dimensiones de su amistad, de esos sentimientos que surgen, de por qué no les había pasado antes, y del significado que esos sentimientos y emociones tendrían para esa amistad tan antigua. Los personajes se confrontan entonces con muchas preguntas, y a través de las mismas se abordan las nociones referentes a la masculinidad, a la sexualidad y al lugar al que pertenecemos en la sociedad. En ese sentido esta película sirve para plantearnos qué nos hace hombres, así como qué define la masculinidad.
¿Cómo quiso transmitir el significado de la masculinidad?
En ese grupo de amigos se presentan varios tipos de hombres. No están definidos por su apariencia, sino más bien por sus comportamientos. En general tenemos que replantearnos las nociones de masculinidad, pero también hay que redefinir por completo el lugar del hombre en la sociedad. Quizás ese sea el gran problema al que se enfrenta Matt en la historia, quien se asume como un hombre heterosexual, pero sabe que tanto su madre y su novia perciben la atracción que siente hacia su amigo Max.
¿De qué manera el hombre tiene que redefinir su sitio en la sociedad y su masculinidad?
Personalmente yo veo mi parte masculina y mi parte femenina, sin embargo no quiero definir la masculinidad, porque ¿cuáles son los parámetros por los que se mide?, ¿el sex-appeal, la atracción? No necesitamos la masculinidad para sentirnos atraídos; yo sé lo que amo de los hombres, lo que me atrae. Lo que quiero ver en la gente no es la masculinidad ni la femineidad sino la seguridad en lo que son, cómo se presentan ellos mismos, su estilo, que se conozcan a sí mimos, pero también su inteligencia y la libertad en todos los sentidos, incluso en su sexualidad.
¿Hasta qué punto Matthias & Maxime es autobiográfica?
Todos mis filmes se originan en mi vida, y sin embargo no son autobiográficos. Yo nunca viví la historia de Max y Matt, ni la de “Laurence Anyway“ (2012), ni la de “Tom en la granja” (2013), ni la de “Amores imaginarios” (2010) ¡Jamás viví ninguna de ellas!, exceptuando quizás mi primer filme (“Yo maté a mi madre”, 2009) y “The Death & Life of John F. Donovan” (2018), que es prácticamente mi infancia. No obstante todas mis película son personales, y puede que Matthias & Maxime sea la más personal de todas. A pesar de ser personales, nunca he dejado de centrarme en personas que son muy diferentes a mí. Max no soy yo, y sus amigos son muy distintos a mi grupo de amistades, pero la energía de la camaradería, la esencia de la amistad, la unión entre ellos, son aspectos que comparto y conozco muy bien.
¿De qué manera su carrera como actor ha refinado y definido su labor como director?
Ahora mismo no tengo la necesidad de alimentarme artísticamente como director a través de la actuación. Sin embargo asumiendo ambos roles me siento más liberado y con más libertad (reflexiona). Dirigir una película puede que sea duro, pero más difícil aún es compartir ese trabajo, darlo a conocer, esa parte me agota. Me cansa también hablar de mi película, porque cuando termino un filme lo que deseo es continuar hacia adelante, pasar a otra cosa en lugar de explicarme a mí mismo. Y es que a veces hasta ni sé lo que he hecho (se ríe). Tengo la certeza de ciertas cosas, pero ignoro muchas más. Sé cómo me siento hacia “Matthias & Maxime”, eso no va a cambiar, pero me cuesta compartir mi trabajo, escuchar las reacciones de la gente. Por eso creo que es más fácil actuar, ponerme al servicio de alguien para satisfacer sus necesidades artísticas, sus sueños y su visión, tratar de crear algo en conjunto.
Desde muy joven se ha dedicado al cine, ¿cómo ha sido ser siempre el blanco de las críticas más feroces?
A veces siento que tengo la confianza suficiente como para no necesitar la aprobación ni el encumbramiento de nadie, pero otras veces siento que por supuesto lo necesito. Es muy difícil aceptar que no puedo ser amado por todo el mundo, y es innegable que siento presión e insatisfacción. Evito hacerme daño, así que no leo muchas críticas de mi trabajo, me concentro en las bonitas, desecho las que denotan odio o disgusto. Pienso que la mejor manera de crecer es rodeándote de gente que te critique de forma constructiva, pero sobre todo no intentar satisfacer a otras personas, solo a ti mismo.
Dolan y su maduración al cumplir los 30
Mikel INSAUSTI
El octavo largometraje de Xavier Dolan, sin ser el mejor de su filmografía ni pretenderlo, tiene una importancia vital en su evolución autoral. Había tropezado con su anterior “The Death & Life o John F. Donovan” (1918), que atravesó por problemas de producción y eliminó en la sala de montaje la participación de Jessica Chastain, dentro de un reparto internacional poco habitual en sus películas hechas con colaboradores de confianza. Ahora “Mathias & Maxime” (2019) muestra una clara recuparación con la vuelta a su estilo de partida, solo que más madurado en relación a su entrada en la recién estrenada treintena.
Hay que recordar que Dolan tenía 19 años cuando epató a la cinefilia mundial con su ópera prima “Yo maté a mi madre” (2009). El quebequés sigue siendo aquel niño prodigio, fiel a su talento irrefrenable, mimado siempre por el festival de Cannes, pero que tiende a consolidar su narrativa, a hacerse mayor. En su último trabajo no se despega del tono autobiográfico que le caracteriza, con autoreferencias a su obra, tanto a “Tom en la granja” (2013) como a “Mommy” (2014). Tampoco se olvida de la exaltación visual y los momentos de liberación musical a lo “Laurence Anyways” (2012), si bien impera la contención a la hora de relatar una historia de amistad muy sentida.

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